La aparición de este libro merece una celebración especial, en voz alta. El fenómeno del slam como modo de presentación del poema al público es reciente en el ámbito literario montevideano, pero un poco más de dos años han sido suficientes para que se convirtiera en uno de los acontecimientos más interesantes de la escena poética nacional, con una capacidad de convocatoria notable. El Slam de Poesía Oral de Uruguay fue originalmente una convocatoria a poetas para que recitaran textos propios sin utilizar en escena más que su voz y su cuerpo, en un tiempo que no superara los tres minutos con 20 segundos la lista de participantes ha ido en aumento y conformado una constelación de propuestas heterogéneas tanto en escritura como en puesta en voz de esos textos, que merecen más atención por sus búsquedas orales y sus tentativas en escena. También llegó a tener su versión radial, los jueves de mañana en el programa Todo pasa, de Océano FM; eso es lo que el libro registra, un sucinto panorama que deja entrever la esencia del slam: encontrar y ejecutar la voz del poema, esa entonación propia de cada autor que sincroniza con las intenciones del texto. La recitación ha sido un rasgo inherente de la poesía desde sus orígenes y es lo que recuerdan y subrayan estos poetas bajo otras modalidades del decir.
Los artistas son Andrea Añón, José Arenas, Héctor Bardanca, Hoski (José Luis Gadea), Agustín Lucas, Federico Machado, Hernán Poloni, Regina Ramos, Alberto Restuccia, Isabel Retamoso, Gabriel Richieri y Guillermina Sartor, y el libro incluye varios de sus textos, así como un código QR que permite oír y ver cómo se presentaron uno o dos poemas en la voz de cada autor, así como destacables notas introductorias a cargo de Luis Bravo (poeta que ha inaugurado el término “puesta en voz” con una propuesta que tiene a la oralidad como eje) y Pabloski (Pablo Pedrazzi), organizador del Slam de Poesía Oral de Uruguay.
El texto de Bravo hace un breve pero iluminador repaso histórico del slam en la poesía reciente: ubica sus orígenes en Chicago, sus iniciales motivaciones estéticas, sus normas y sus consecuencias artísticas y políticas. Una propuesta inicialmente underground que no sólo se ha institucionalizado en su tierra de origen, como una modalidad respetada y estudiada, sino que además se ha vuelto una idea de exportación. Las variantes de esta vertiente poética en América Latina son interesantes porque cada país presenta características propias. Bravo reúne datos que importan para confirmar que no se trata de un “movimiento” nuevo en el ámbito de la poesía, e invita a la indagación y la reflexión teórica sobre el fenómeno, en una línea que viene desarrollando desde hace tiempo, tanto en su propuesta poética como en su trabajo ensayístico. Por su parte, Pabloski ofrece la crónica de una experiencia personal directa con el slam, primero como admirador, luego como participante en tierras extranjeras y, finalmente, como organizador en Uruguay. Las justificaciones que esboza para su tarea de impulsor de este formato son de variada índole, pero principalmente apunta a la necesidad de sacar el discurso poético de su medio habitual y predecible, de exponerlo en una zona inesperada con límites claros para ver cómo se defiende y se despliega de manera creativa. Pabloski también se adentra en una serie de reflexiones sobre este breve tiempo de vida del slam uruguayo y propone incluso algún dato bibliográfico que contribuye a entender la “descentralización de la palabra hablada” y valorar la importante tradición de la poesía perfomática.
Quien lea y, sobre todo, escuche este libro experimentará una forma acaso inédita de recibir un poema. La dimensión sonora y la textual en el mismo plano, el ritmo de las voces enfrentadas, el poema como una suerte de partitura serán los ámbitos en los que veremos los aportes de estos poetas. Todo eso lleva a recordar las exploraciones de las veladas futuristas, la poesía fonética dadaísta, los ejercicios literarios de los surrealistas y, aun más, la relegada tradición uruguaya que señala Pabloski, deudora de quienes vieron en la oralidad un medio para explorar nuevas posibilidades del lenguaje. Sin duda, los poetas de este Slam FM están en busca de lo que algunos teóricos, como Walter Ong, Paul Zumthor y Henri Meschonnic, han propuesto como aspiración de todo poema: ser voz, donde sonido y sentido van por el mismo canal.