Al fondo de la sala de conferencias de la Facultad de Información y Comunicación (FIC), en la pantalla gigante, un video trazaba la imagen de Karl Marx acompañado de Friedrich Engels sobre las paredes del túnel de la Avenida 8 de Octubre, elaborada por artistas de Alemania, Francia y Uruguay en el marco del ciclo Después de Marx, que propone repasar e interrogar la obra del filósofo y economista alemán por el bicentenario de su nacimiento (Tréveris, 1818).

En este marco, los uruguayos María Inés Moraes –historiadora económica– y Yamandú Acosta –filósofo– y el filósofo francés Pierre Dardot se preguntaron ante aquellas imágenes: “A 200 años de su nacimiento, ¿qué queda hoy de la obra de Karl Marx?”. La actividad fue presentada por el rector de la Universidad de la República (Udelar), Roberto Markarian, y por la decana de la FIC, Gladys Ceretta, quienes resaltaron el compromiso de la Udelar con el desarrollo y apoyo de estas actividades que “hacen a la cultura, la intelectualidad y a la sociedad en su conjunto”, apuntó Ceretta. Markarian sostuvo que las actividades en el marco de Después de Marx “no fueron concebidas como un homenaje” sino como espacios de debate y reflexión, y en esa línea era pertinente la participación de la Udelar.

Para dar pie al intercambio, el rector leyó un pasaje del historiador Edward Hallett Carr:

“El nacimiento de un valor o ideal determinado queda explicado por las condiciones históricas del momento y del lugar. El contenido práctico de absolutos hipotéticos como la igualdad, la libertad, la justicia o el derecho natural varía de un período a otro, de un continente a otro. Cada grupo tiene sus valores que están arraigados a la historia”.

La complejidad y extensión de la obra de Marx podría llevar días de debate y distintas reflexiones sobre su aplicación en la actualidad, y ese fue un elemento resaltado por los panelistas. Más allá del posicionamiento ideológico personal, tal como destacó Moraes: “El marxismo ha sido una de las fuerzas intelectuales y políticas más poderosas del siglo XX”. De allí la necesidad de retomar su obra mirando al presente.

Los intentos de los participantes de ilustrar algunos vestigios del pensamiento de Marx en la actualidad fueron por diferentes caminos, pero según Acosta, “complementarios” entre sí. El filósofo uruguayo aclaró que, al igual que como se autoproclamaba el propio Marx, no es marxista ni se ha especializado en el análisis de su obra. Sin embargo, opinó que de los estudios del filósofo y economista alemán “quedan una enormidad de asuntos”. Entre ellos “la propia obra”, cuya crítica continúa, y en ese sentido “seguramente hayan muchas novedades para el siglo XXI”. Otro aspecto que hoy nos queda “del marxismo o los marxismos” en Occidente es “su articulación polémica” con “las grandes visiones del mundo que han tensionado la historia”, y entre ellas mencionó al liberalismo y el cristianismo.

“Validez” y “vigencia”

El filósofo uruguayo se detuvo en propuestas y análisis del pensamiento de Marx y el marxismo que, a su criterio, poseen “validez” y “vigencia”. En ese sentido, rescató la “crítica a la religión” del filósofo como “presupuesto de toda crítica”. Según explicó Acosta, la crítica a la religión de Marx nada tiene que ver con la discusión metafísica sobre la existencia de Dios, sino que se relaciona con “reivindicar aquellas formas de religiosidad en las que el ser humano es el ser supremo”, y por lo tanto, persigue “echar por tierra todas las relaciones en las que el humano sea humillado, abandonado y despreciado”. Este planteo cobró vigencia en el siglo XX, y la mantiene en este siglo, por la dimensión divina que adquirió el mercado en el capitalismo; “el dios mercado genera relaciones humanas que hacen del humano un ser abandonado y miserable”, planteó Acosta.

Al respecto, agregó: “Me parece un tópico válido y vigente en perspectiva instituyente. 200 años después del nacimiento de Marx, aquí en América Latina y en el mundo, a mi modo de ver, la crítica a la religión sigue siendo el presupuesto de toda crítica”.

Acosta no comparte el planteo de la existencia de dos Marx distintos, el joven y el de la madurez. En ese sentido, señaló la raíz de la crítica que inauguró Marx en sus primeros estudios como ejemplo de continuidad de su obra. Aparece en El capital (1867) bajo una crítica al capitalismo en términos de “racionalidad” y “se conserva en la teoría del fetichismo”, planteó el filósofo uruguayo.

Huella historiográfica

Por su parte, Moraes aclaró al comienzo que hablaría desde su posición como “historiadora económica y mujer latinoamericana que nació en la década del 60”, en el entendido de que “todos los marxismos han impactado profundamente en la cultura de las personas que nacimos y nos construimos como adultos en el siglo XX” y es “imposible que una historiadora latinoamericana que nació en la década del 60 se considere ajena al marxismo”, aunque no tenga un perfil marxista.

Marx y Engels, pintados por Vince, en el túnel de Avenida 8 de Octubre, el domingo 9.

Marx y Engels, pintados por Vince, en el túnel de Avenida 8 de Octubre, el domingo 9.

Foto: Pablo Vignali

Moraes habló de la evolución del marxismo a lo largo del siglo pasado, de su “metamorfosis” y del “cambio de piel” a partir de la Revolución rusa en octubre de 1917, cuando dejó de ser una “propuesta teórica” para ser “proyecto político concreto”. También se refirió a las posteriores reformulaciones de la corriente marxista a lo largo del 1900: “En el marco de la Segunda Guerra Mundial”, “con la Revolución china”, “con la Revolución cubana” y “cuando los países africanos descolonizados se suman al mundo socialista”. Para la economista, todas estas manifestaciones del marxismo han mantenido un diálogo entre sí y han causado diversos impactos en el siglo XX.

No obstante, Moraes se detuvo en “la huella del marxismo en la historiografía latinoamericana”, en la que considera que el marxismo “ha sido una presencia de primera importancia por múltiples razones”; entre ellas, la coincidencia entre la madurez de la profesión del historiador y “un conjunto de debates adentro del marxismo que marcarán al oficio del historiador latinoamericano”.

En la historia, y particularmente en la historia económica, el marxismo ha puesto, en varias oportunidades, en el escenario del intercambio académico una discusión sobre “si los países periféricos que todavía no alcanzaron un estado de madurez capitalista consumado pueden hacer una transición al socialismo”, planteó Moraes.

Según explicó la economista, esta discusión la habían tenido los alemanes a fines del siglo XIX, se retomó en la Rusia zarista, ante la oportunidad de una transición al socialismo, y volvió a plantearse en la década del 60 “entre militantes, intelectuales y hasta autodenominados ‘teóricos marxistas’ de América Latina y de África, tratando de razonar una vez más si estaban dadas las condiciones para hacer una transición al socialismo”. Para Moraes en el siglo XXI estas discusiones “fecundas” y que “dieron lugar a una agenda tan prolífica” todavía están presentes.

Además, comentó que a partir del año 2000 algunos economistas estadounidenses realizaron un conjunto de estudios en los que analizaron “por qué América Latina, al igual que otras regiones del mundo, no ha tenido el desarrollo capitalista que otras áreas del mundo sí han tenido”, y en ese sentido han elaborado la hipótesis de que durante la colonización de este continente “se desarrollaron instituciones que no son amigables para el desarrollo”.

“¿Qué nos queda a los historiadores del siglo actual?”, se preguntó Moraes, y respondió: “Nos quedan los temas y problemas que en América Latina siguen sin resolver, que son los de la igualdad, la justicia social y los del desarrollo de las personas en su máximo potencial”.

Estado y comuna

Para el filosofo francés cuestionarse “qué queda del pensamiento y conceptos vigentes de un filósofo [como Marx] es muy importante”. No obstante, comentó que en Francia el bicentenario de Marx se vive de forma muy diferente. “No hay conmemoración” ni “celebración oficial alguna”. La discusión sobre el pensamiento del filósofo alemán se limita al ámbito académico, que “es muy restringido, no hay una referencia como en los años 70”. Por aquel entonces, el pensamiento de Marx se “tomaba muy en serio”, dice Dardot. El marxismo estaba “impregnado de religiosidad” y se utilizaba como respuesta a cualquier tema o pregunta, manifestó el francés. En la actualidad se produjo un cambio, y si bien Marx se estudia en las universidades, su presencia no se acerca a aquella referencia “dominante”.

Sin embargo, a Dardot le interesa un “uso político” del pensamiento de Marx, que está más allá del ámbito académico. Ese uso consiste en preguntarse cuál es “el interés de leer este texto u otro para cuestionar el presente”; considera que ese ejercicio puede “ayudarnos a pensar en qué medida nuestro presente es nuestro presente y reflexionar sobre él”. En este sentido, se refirió a la noción de “estado comunal”, en la que se destacan la participación ciudadana y las actividades comunitarias, aspectos que para el filósofo han adquirido vigencia.

Acosta retomó el planteo de Dardot y señaló como central “la cuestión de la comunidad”, porque ubica al comunismo dentro del pensamiento de Marx en “un lugar para iluminar la realidad críticamente, más que como una meta”, en el contexto de una sociedad que se ha construido diluyendo las relaciones comunitarias.