Todo parece indicar que el futuro gobierno de Brasil será bastante más tolerante que los anteriores hacia los daños medioambientales producidos por empresas. El futuro canciller, Ernesto Araújo, habló hace pocos días de un “alarmismo climático” que estaría promovido por el “marxismo internacional”, y el presidente electo, Jair Bolsonaro, se mostró favorable en varias ocasiones a flexibilizar los controles ambientales destinados, entre otras cosas, a evitar la deforestación del Amazonas. Estas posturas generaron preocupación en la comunidad internacional. “Una cosa es que el gobierno de Brasil destruya el tejido social del país, o que asesine a pobres, negros, indígenas, homosexuales y feministas. Pero que se metan con el Amazonas es otra cosa, porque eso puede perjudicar también a los países ricos”, declaró un integrante de la diplomacia europea. Ayer se conoció una noticia que encendió las alarmas de los defensores del medioambiente: el gobierno de Brasil se apresta a lanzar una campaña publicitaria en todo el mundo con el objetivo de promover el “Desierto del Amazonas” como destino turístico. Una fuente gubernamental explicó: “estimamos que durante el gobierno de Jair Bolsonaro la deforestación de la selva amazónica va a alcanzar niveles récord y la zona se va a transformar en un desierto mucho antes de lo que se esperaba”. Las autoridades brasileñas consideran que deben prepararse para ese escenario. “La selva es un atractivo turístico muy importante, pero el desierto tiene su encanto también. Una Amazonia completamente despojada de cualquier tipo de planta puede llegar a ser más linda que el Sahara. Acampar allí de noche será una experiencia inolvidable”.