Cinemateca Uruguaya nos demostró que, a veces, lo nuevo no se necesita inventar, sino descubrir. Y así como formó a varias generaciones, se convirtió en un centro de resistencia política y cultural –sobre todo, para aquellos que se negaban al monopolio de la lógica comercial– y montó un santuario propio alejado de las prácticas cristianas, motivando un amplio modo de comprender y expandir el cine. Este bastión que ha rescatado, conservado y facilitado el acceso a un invaluable universo cinematográfico tendrá una nueva sede, y el 5 de diciembre inaugurará tres salas en el edificio de la Corporación Andina de Fomento (en Ciudadela y Reconquista, detrás del teatro Solís) bendecida por su santoral apócrifo, y el cuarteto de Federico Fellini, Alfred Hitchcock, Luis Buñuel y Lucrecia Martel seguirá iluminando –desde donde sea– a sus seguidores.

Otros interiores

María José Santacreu, directora de Cinemateca, admite a la diaria que, por un lado, la despedida de las salas es nostálgica, “ves el cartel que antes decía ‘Cinemateca’ y ahora dice ‘Cine’, porque se rompió, y ves la foto de Chaplin, y decís ‘uy...’, pero, por otro lado, esta nostalgia se asocia a muchos problemas y dificultades que tuvimos que afrontar en el día a día, y si bien le tenemos cariño a la sala y lo que vivimos allí, también estamos ansiosos por seguir adelante”. Tampoco duda en reconocer que esto cierra una etapa de “otra era, atada a la vieja Cinemateca de la resistencia; lo que conservaremos será la programación y la tarea que ejerció Manolo [Manuel Martínez Carril, fundador], junto a lo conceptual, el tipo de cine y el archivo”. En lo demás, dice que darán un salto, algo que el cine ya hizo hace diez años con el cambio de formato. Aunque, paradójicamente, en las nuevas salas podrán volver proyectar en 35 milímetros: “En las viejas ya no podíamos hacerlo porque los proyectores antiguos se habían ido dañando, lo que también dañaba a las películas. O sea que lo nuevo ayudó a lo viejo... Estamos muy contentos de ocuparnos de lo que debemos y no de problemas edilicios”, entre tantos otros escollos diarios.

Como parte de la celebración quisieron organizar una maratón de cine sólo para darse el gusto de ver Nosferatu a la 1.30, y quedarse en la sala para encontrarse de cerca con el fantasma de la Cinemateca, dice sonriendo. Aunque la selección fue compleja: “Querés hacer muchas cosas pero es inviable, y tampoco podés tener 24 horas prendidos los proyectores, y por eso tuvimos que intercalar la programación entre las dos salas. No queríamos dejar de pasar clásicos, como Un perro andaluz [Luis Buñuel, 1929], porque es una película que lleva mucha gente cada vez que se exhibe. Hay otras que eran obvias, como Nosferatu e Hiroshima mon amour [Alain Resnais, 1959], que era la película preferida de Manuel, y otras como Grey Gardens [Albert Maysles, 1975], un documental increíble que se exhibió muy poco. El cierre, también obvio, es con La vida útil [Federico Veiroj, 2010], y antes hay un cruce entre cine clásico y películas que teníamos ganas de ver. Porque también fue darnos un gusto a nosotros mismos”.

Un festejo serio

El adiós a las salas será en tres sedes: hoy habrá una fiesta en Cinemateca Pocitos (Chucarro 1036) con entrada libre. Desde las 17.30 exhibirán The Long Day Closes (1992), de Terence Davies, y Stranger Than Paradise (1984), la película que dio a conocer a Jim Jarmusch; y a las 21.30 habrá música y visuales con Maxi Contenti.

Mañana el evento se traslada a Cinemateca 18 (18 de Julio 1280) con el festival Rock sin pop (será la única ocasión en que se cobre entrada, a $ 450), y desde las 20.00 se presentarán Riki Musso, Los Chanchos Salvajes, Laura Gutman, El Astillero, Eté y los Problems, y el DJ Felipe Reyes, entre varios.

Y el sábado habrá una maratón de 24 horas de cine en la sala Cinemateca (Lorenzo Carnelli 1311), que irá desde las 12.00 del sábado hasta las 12.00 del domingo, también con entrada libre. En esta ocasión se proyectarán clásicos como la bellísima Con ánimo de amar (2000), de Wong Kar-wai, que estará dedicada a la memoria del socio –y crítico– Mateo Vidal, quien “tuvo la delicadeza de programar esta película –además de Fitzcarraldo e Hiroshima mon amour– antes de tener que irse”; Cuatro aventuras de Reinette y Mirabelle (1987), de Eric Rohmer; la personalísima Asalto frustrado (1964), de Jean-Luc Godard; Blow Up (1966), la emblemática película de Michelangelo Antonioni que nos enseñó a escudriñar los detalles mínimos de una fotografía; Funeral Parade of Roses (1969), de Toshio Matsumoto, un clásico del cine under japonés que, según admiten varios críticos, inspiró ciertos elementos de La naranja mecánica (1971); y cerrará con La vida útil, el exquisito homenaje de Veiroj a las cinematecas.

Y, en paralelo, en la sala 2 (Lorenzo Carnelli 1311) se exhibirán títulos como el legendario El mago de Oz, de Victor Fleming (1939); King Kong, de Merian C Cooper (1933); Sangre sabia, el logradísimo film de John Huston; la fascinante Tarde de perros (1975), en la que Sidney Lumet sorprendió con un robo –y secuestro– de una sucursal bancaria, protagonizado por un trío (Al Pacino, John Cazale, Charles Durning) inexperto; el clásico Nosferatu (1922), de Friedrich W Murnau; y el cortometraje Muta (Miu Miu), de Lucrecia Martel (2011), sobre la línea de indumentaria que lleva el mismo nombre.

Nuevos socios

Hasta el 30 de diciembre hay tiempo para convertirse en socio refundador y asociarse al sistema “usted vale por dos”. También, en la pantalla de la sala –y la web– habrá un roll con los nombres de estos socios, como un modo de homenajear a los asociados de siempre.