Desde hace algunos años la celebración de Halloween dejó de ser una costumbre que se podía apreciar solamente en las películas y series de televisión estadounidenses y pasó a tener una presencia importante en nuestro país. Miles de niños recorrieron las calles de Montevideo, especialmente sus zonas costeras, disfrazados de monstruos o fantasmas y pidiendo caramelos. “Para mí son adorables. Yo compro caramelos todos los años porque me muero de ternura, no puedo evitarlo. Además, después de estar todo el año negándole monedas a gente pobre, me encanta que por lo menos una vez se le pueda dar algo a alguien sin sentir que le estoy sacando el hábito del trabajo”, declaró una vecina de Carrasco. Desde los colegios privados, que es donde Halloween tiene mayor presencia, reconocieron que, a pesar de los esfuerzos que hacen los niños a la hora de disfrazarse, no cumplen con su objetivo de asustar. “Como todos los años, la gente demostró tenerles mucho más miedo a los niños de zonas marginales que a los de barrios acomodados que se disfrazan”, explicó un docente de uno de estos centros educativos. Según una encuesta que se hace todos los años, los vecinos de barrios como Carrasco, Malvín, Parque Rodó y Pocitos consideran que “una gorrita o unos championes Nike son mucho más aterradores que un disfraz de Drácula o de Frankestein”. De hecho, según relató el docente consultado, varios niños pidieron a sus padres que les hicieran un “disfraz de plancha”, pero desde el colegio alertaron que esto los exponía a que “en lugar de recibir caramelos iban a recibir un balazo en la cabecita”.