Rita Segato, antropóloga argentina, participó en la cuarta edición del Encuentro Latinoamericano de Feminismos (ELLA). Este evento se desarrolló en La Plata, Argentina. En el marco del taller “Seguimos persiguiendo justicia”, Segato disertó, junto con Lucía García Itzigsohn, periodista e integrante de la organización Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio, y con Mariana Dopazo, ex hija del genocida Miguel Etchecolatz. Segato comenzó su intervención pidiéndole a Mariana que explicara cómo fue que logró cambiarse el nombre. Contó que no fue fácil, que la Justicia debió aceptar que Etchecolatz es un genocida y tuvo que conceder lo solicitado. Según la antropóloga, “el proceso es más importante que el producto (la sentencia), y a su vez, esta marca el proceso. Si pensamos que el producto es más importante que el proceso estamos mercantilizando a la Justicia. La hemos perseguido como una cosa, pero lo importante es el debate, la discusión política”, aseguró Segato.

Sostuvo que los pensamientos feministas se han vuelto circulares y plagados de lugares comunes. “Los feminismos hemos obtenido alguna fórmula, ciertos clichés y olvidamos repreguntar, elaborar, seguir pensando, continuar con el proceso”, destacó.

Con respecto a la impunidad, dijo que los “dueños más importantes de la vida son los jueces” y que “el espectáculo de la impunidad está siendo exhibido; es un show, como pasa en el caso de Lucía Pérez. La Justicia les dijo a las chicas que estaban en la calle: ‘El mundo tiene dueño, somos los jueces’. Creen que no tienen que dar respuestas a la sociedad”.

La antropóloga se refirió también a la ficcionalidad institucional y se preguntó qué respuesta deben dar las feministas ante la impunidad. Dijo que deben tener mucho cuidado con el “linchamiento feminista”, ya que hay que “dar derecho al proceso” Aseguró que “el movimiento no puede proceder quitándole el justo derecho a alguien al proceso. ¡Ojo con las formas de hacer justicia! No hay clichés ni soluciones fáciles. Hay que reforzar la forma de la mujer de hacer política”, y afirmó que “la única terapia colectiva es la política; nadie puede curarse si no colectiviza, si no ve el daño en el otro también”.

Sobre ELLA

Meses antes del encuentro, se realizaron decenas de preencuentros a lo largo y ancho de todos los países participantes. Allí hubo rondas de información, de debate sobre feminismos y de organización colaborativa.

En las jornadas en La Plata participaron mujeres y feminidades de 21 países de América Latina y el resto del mundo. Estaban convocadas las negras (no utilizan el término “afrodescendiente” porque sostienen la reivindicación de su negritud y consideran que este término es otro concepto político), las indígenas, las personas con discapacidad y en situación de discapacidad, las lesbianas, las villeras, las no binarias, etcétera.

Fueron más de 150 actividades, entre las “grandes ruedas”, las ruedas sobre distintos temas, los “diálogos emergentes”, los talleres, los rituales, las instancias de “ellas cuentan” y “ellas crean”. En esta última se llevaron adelante puestas en escena, exposiciones fotográficas y documentales feministas. Los ejes de las actividades fueron “poder, política y educación”, “economía, territorio y medioambiente”, “sanación, sexualidad, placeres y disidencias”, “cultura y comunicación” y “derechos humanos”.

Entre el 7 y el 10 de diciembre se vivió en un clima de fiesta, de libertad y de entusiasmo. Todas podían estar vestidas como querían, sin sentir vergüenza de sus corporalidades, y podían decir abiertamente lo que pensaban. La sensación era de cuidado y protección. “Se parecía a la sociedad que queremos construir, pero en miniatura”, comentaban.

Hubo mucha literatura feminista a la venta y se presentaron varios libros escritos por mujeres, como Mujeres en revolución, de Celeste Fierro; Martes verde, del colectivo de poetas por el aborto legal en Argentina; La rebelión de las disidencias, de Jean Cisneros, y Putita golosa, por un feminismo del goce, de Luciana Peker, entre otros. También se proyectaron documentales como Mujeres en la mina, de Bolivia; Negra soy, de Honduras; En búsqueda del ser machi, de Chile, y Durazno diverso, de Uruguay, por nombrar algunos. También muchas llevaron sus telas y vendieron artesanías o comida.

Las uruguayas tuvieron una participación activa en varios debates. Hubo una rueda sobre la aprobación de la ley trans en Uruguay a cargo de la activista Josefina González. Patricia González Viñoly, directora de la Asesoría de Género de la Intendencia de Montevideo, contó sobre la gestión pública del gobierno departamental es la rueda “Políticas de género en clave feminista”. Mariana Fossatti, ciberactivista, moderó el debate “Capitalización del feminismo”. Entre otras uruguayas, Ana Do Santos moderó el debate “Arte de negras y villeras”; Janis Altez participó en el debate “Ellas disputan los medios”; Federica Turban moderó la rueda “Violencias enseñadas y aprendidas, la cultura que urge destruir”; Laura Valle Lisboa moderó “La danza, un modo de resistencia”; Leticia Figueroa, María Martínez y Valentina La Blanca moderaron los talleres de “Educación sexual integral” y “Amor feminista”; Victoria Verrastro participó en el debate sobre “Artivismo y comunicación”, y a quien escribe le tocó moderar “Arte y transformación sociopolítica”, con la participación de Gabriela Pintado y de Viviana García.

Un parlamento feminista tuvo lugar. Parlamentarias de toda América Latina asistieron para construir junto con participantes de distintos movimientos sociales una red mixta por los derechos de las mujeres. Estuvieron presentes Isabel Penna, diputada estadual por el Partido Socialismo y Libertad, de Brasil; Jandira Feghali, diputada federal electa por séptima vez en Río de Janeiro por el Partido Comunista de Brasil; Romina del Plá, diputada nacional por el Frente de Izquierda y de los Trabajadores, de Argentina; Mónica Macha, diputada nacional por Unidad Ciudadana, de Argentina; Karina Oliva, presidenta de Poder Popular, de Chile; Sônia Guajajara, coordinadora ejecutiva de la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil, entre otras.

Un movimiento en el que todas tengan voz

En los cuatro días que duró el encuentro se habló mucho. Procesar una síntesis sería imposible, pero vale destacar algunos puntos clave. El más urgente es construir un movimiento feminista, antipatriarcal y anticapitalista en el que todas se sientan representadas. Un movimiento que tenga voces de mujeres negras, indígenas, trans y con discapacidades, que hablen desde sus lugares y no a través de otras identidades.

Muestra de esto fue la apertura del encuentro. Un micrófono colectivo fue pasando por representantes de todas las identidades y de todos los países. Fue en cierta medida una forma de asumir que, además de la opresión de género, existen otras formas de opresión. El concepto de interseccionalidad llevado a la praxis con un objetivo transformador.

En el acto de apertura estuvo Estela de Carlotto, presidenta de la fundación Abuelas de Plaza de Mayo. “Cuando muestro el bastón digo que lo usamos porque nunca nos arrodillamos”, resume la emotividad del discurso que planteó.

La abuela, de 88 años, llamó a “nunca quedarse en la casa llorando”. Afirmó que “hay que salir”. “A nosotras nos llamaron locas los genocidas, y dijeron: ‘Déjenlas caminar, que son sólo mujeres’. ¡Miren lo que somos hoy las mujeres!”, enfatizó sonriendo con complicidad, mientras cientos de mujeres vitoreaban y cantaban.

El colectivo #Niunamenos también se hizo presente. Marta Montero, mamá de Lucía Pérez, la adolescente que fue violada y asesinada, fue la voz. También estuvo Marta Ramallo, mamá de Johana Ramallo, joven que fue desaparecida en 2017 por una red de trata en la ciudad de La Plata, con 23 años y una hija de seis. Asimismo, intervino una compañera de Diana Sacayán, dirigente y activista trans asesinada en 2015, cuya muerte representó la primera formalización ante la Justicia por “travesticidio”. Sus compañeras de lucha leyeron un poema en su recuerdo.

Arielle Franco, activista brasileña que vivió en su familia un femicidio político, criticó a la Justicia de su país y reivindicó la lucha que llevan adelante las mujeres negras y periféricas, “en un Brasil que es profundamente racista, machista y patriarcal”. Recordaron a Marielle, quien se ha convertido en un símbolo de la lucha de las mujeres, especialmente de las mujeres negras.

Ivana Huenelaf, mujer mapuche integrante de Feministas del Abya Yala y criminalizada por el Estado argentino, también tuvo su lugar. Lamentó la compleja situación que vive su pueblo: son perseguidos, torturados y ejecutados por la gendarmería con complicidad de las empresas a las que fueron vendidos sus territorios. Reclamó apoyo y visibilización de la lucha indígena en Argentina y en toda América Latina.

Georgina Orellano, secretaria general de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina, tomó la palabra en representación de las trabajadoras sexuales. “No al feminismo blanco y burgués, sí al diverso y con conciencia de clase. Matemos el patriarcado que llevamos dentro de nosotras”, inquirió la sindicalista. Leandrinha Du Art, mujer feminista con discapacidad, también se expresó, tal como lo hizo Manuela D’Ávila, ex candidata a la vicepresidencia de Brasil.

Matar el patriarcado interno

Durante todo el encuentro se llevó adelante un proceso de deconstrucción de los privilegios que tienen incorporados las mujeres. Se rechazó la existencia de un movimiento feminista blanco y de sectores sociales privilegiados, que habla siempre por todas y que excluye deliberadamente a las demás. Mujeres negras e indígenas plantearon que aun hoy, a casi 50 años de que Angela Davis pusiera sobre la mesa el concepto de interseccionalidad, se sienten excluidas y marginadas del movimiento feminista.

Fue el planteo común de diversas actividades, tales como “¿Feminismo indígena y que?”, “Epistemicidio: el asesinato de nuestro conocimiento”, “¿Quién habla? ¿Pueden otras mujeres hablar por nosotres?”, “Mujeres negras encarceladas”, “Feminismos populares desde el margen”, “La soledad de la mujer negra” y “Negras, trans, travestis, lesbianas, villeras: feminismo del fin del mundo”.

En uno de los talleres, llamado “Mujeres negras e indígenas”, la weichafe mapuche Moira Millán, fundadora de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, otra mujer indígena criminalizada por el Estado argentino, dijo que el movimiento feminista de ese país, al igual que el de todo América Latina, sigue reproduciendo el racismo.

Contó que las mujeres indígenas no son convocadas a las actividades y que muchas veces cuando las convocan no las dejan hacer uso de la palabra. Destacó, con dolor, que “cuando asesinan mujeres indígenas, las torturan o las quieren llevar presas el movimiento feminista no sale a manifestarse por ningún medio”. También contó que para armar la ley de interrupción voluntaria del embarazo en Argentina convocaron a cientos de organizaciones, pero no a las mujeres indígenas, ni contemplaron su concepción sobre el aborto.

Una mujer universitaria presente dijo que los centros educativos son los principales responsables de la reproducción del racismo. “La historia de los y las negras se aborda solamente una vez en la Licenciatura en Historia, por ejemplo, cuando damos esclavismo. Y la historia de los pueblos originarios de América se aborda con el rótulo ‘prehistoria’, como si no formaran parte del presente”. “Reproducimos sistemáticamente una educación europeizada y colonial”, concluyó.

Fueron muchas las voces disidentes que expresaron que las mujeres no son todas iguales. Existen privilegios y formas de opresión entre las mujeres y el feminismo no debe admitir dejar feminidades afuera por prejuicios adquiridos del sistema patriarcal y capitalista. Las mujeres expusieron sobre algo que quizás no sea visible a simple vista: que el machismo, el racismo y los privilegios también están presentes entre las mujeres, y que “para lograr un cambio real urge destruirlo”.