El mes pasado el gobierno francés anunció un paquete de medidas para desestimular el uso de combustibles fósiles, como parte de una estrategia para combatir el calentamiento global. Una de las medidas, la suba en el precio de los combustibles, provocó una ola de protestas entre la ciudadanía, por el efecto que puede tener en los bolsillos de los menos privilegiados. “El problema de los pobres es que no entienden nada de ecología”, se quejó un funcionario del gobierno del presidente Emmanuel Macron. Las protestas llevaron a que el mandatario diera marcha atrás con la suba de los combustibles. Entre los manifestantes, que se identifican con chalecos amarillos, la noticia fue bien recibida. “No es sólo una prueba de que el gobierno es sensible a nuestra presión, sino que además la congelación del precio de los combustibles nos va a permitir provocar el doble de incendios”, aseguró uno de los responsables del movimiento. Es que la idea de los chalecos amarillos, que ya provocaron casi 200 incendios, era mantener su estrategia hasta que el aumento de los combustibles entrara en vigor, y a partir de ese momento pasar a tácticas “más económicas”, como arrojar piedras a las vidrieras. “Tengo que admitir que eso nos preocupaba un poco, porque unas vidrieras rotas nunca van a tener el mismo efecto que un automóvil incendiándose. Pero ahora que el combustible no va a aumentar, vamos a mantener la estrategia de quemar todo lo que se nos cruce por enfrente”, declaró el manifestante consultado.