El 22 de enero, a pocas horas de la manifestación de sectores rurales en Durazno, la Asociación Nacional de Broadcasters Uruguayos (Andebu), que nuclea a radios y canales de televisión privados, emitió un comunicado en apoyo a la actividad. Además de exigir mejores “condiciones de competitividad”, agregó a la plataforma la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (SCA), que, según entiende la agremiación, “impone costos y riesgos adicionales” para la industria mediática. En este contexto, la diaria conversó con el relator especial para la libertad de expresión de la Organización de Estados Americanos (OEA), el uruguayo Edison Lanza, sobre los conflictos entre medios y gobiernos en la región y las consecuencias que esto tiene para el ejercicio del periodismo.

–En otros países de la región, los medios de comunicación se han parado explícitamente como actores políticos en disputa con los gobiernos de turno. ¿Qué impacto tiene esto en el derecho a la información de la población y cómo calificarías la situación en Uruguay?

–La región está viviendo momentos de polarización política muy fuertes. No sólo en América Latina, también aquí, en Estados Unidos, es evidente la polarización política. Ahí están muchas veces el riesgo y la tentación de que los periodistas y los medios de comunicación tomen partido. Eso genera un problema para hacer periodismo. Si bien el paradigma del periodismo objetivo y aséptico no existe en la práctica, sino que es una suerte de aspiración mediada por el background y el perfil editorial de los medios y de los propios periodistas, lo que no es deseable es que [los medios] sigan la polarización política que llevan adelante los actores políticos. Es deseable que tengan cierta equidistancia, que puedan aportar primero información sobre los hechos, más allá de que siempre hay opinión de distintas maneras en los medios de comunicación. Esto [la polarización] está pasando en muchos países; pasó en Argentina y todavía pasa con mucha fuerza, pasó en Colombia, en Venezuela, en Ecuador durante la administración de [Rafael] Correa, en Estados Unidos ahora durante la administración de [Donald] Trump. Y es una discusión permanente en los medios de comunicación. De hecho, aquí Washington Post el otro día organizó una mesa de discusión con periodistas no sólo de The New York Times y de Washington Post, que hoy tienen una postura crítica del gobierno de Trump, sino que también había gente de Fox y de otras cadenas. Y había consenso en cuanto a que muchas veces está el riesgo no sólo de sesgar la información sino de caer incluso en errores por esa hiperpolitización que se filtra en las redacciones. En ese sentido, es un fenómeno que está apareciendo en Uruguay con más fuerza. Hay que tener cuidado y estar alertas ante esta situación, porque puede afectar el rol de los medios, su credibilidad, y, eventualmente, pueden cometerse errores al entrar en esa suerte de manija polarizante.

–Cuando Andebu se posicionó a favor de la movilización de los sectores rurales, algunos comentarios en las redes sociales celebraban que se estuviera transparentando la línea política que siempre tuvieron los canales de televisión privados. ¿Qué te parece esa valoración?

–Creo que hay que hacer una distinción. Andebu es una asociación de empresas de la comunicación. Dentro del derecho de asociación está implícita la posibilidad de que cualquier organización, tanto de trabajadores como de empresarios, se exprese. Pero, en general, las asociaciones tanto de medios como de periodistas se pronuncian –y me parece muy bien– en caso de posibles afectaciones a la libertad de expresión, porque es parte de su razón de ser. Esa es la práctica más usual. No recuerdo oportunidades en las que haya habido pronunciamientos contra la política general de un gobierno en materia económica y social; eso ya es más complejo de ver. Incluso en situaciones muy polarizadas, como la de Ecuador durante el gobierno de Correa, donde los medios, a raíz de restricciones a la libertad de expresión, incluso sufrieron patrimonialmente porque se les pusieron multas, en general las posiciones estaban vinculadas a la libertad de expresión. Obviamente, los periodistas nunca están ajenos a un ambiente en el que se ventilan estas cuestiones, y supongo que una organización de medios de comunicación que se pronuncia en general contra un gobierno debe contar con el aval de los medios que lo integran. Supongo que es un elemento que genera una situación que en Uruguay no conocíamos antes con esa claridad. Ahora, que los medios tengan una línea editorial y una posición política frente a lo que hace un gobierno, eso sí es natural. En Estados Unidos, las televisoras como CNN y Fox están asumiendo un papel editorial cada vez más explícito, y en ese caso sí puede ser hasta más claro [para la población]. Confío plenamente en los periodistas de Uruguay, en el sentido de que conserven su independencia. Tengo muy claro que muchas veces los intereses de los propietarios de los medios o de las asociaciones gremiales son distintos de los de los periodistas. Y muchas veces tenemos que hacer valer la independencia frente a presiones externas e internas. En los momentos de polarización es cuando cobra más relevancia la independencia periodística, para tratar de establecer con claridad que el periodista va a seguir fiel a la verdad, o por lo menos a aproximarse a la verdad lo más posible, e informar a los lectores y cumplir con el derecho del público a la información.

–Las redes sociales muchas veces incrementan la polarización, incluso entre los periodistas. ¿Qué impacto tienen estos alineamientos a la hora de informar?

–Ahí hay un fenómeno con el que hay que tener cierto cuidado. Me parece que es muy legítimo que se haga periodismo desde posiciones ideológicas predeterminadas –eso siempre existió, a ambos lados del espectro–, pero una regla de oro es que uno hace un periodismo con sentido, pero siempre apegado a la verdad, a los hechos y al rigor. Eso es difícil, pero es posible. Pero lo que ahora es más problemático es que se mezcla demasiado –sobre todo en las redes sociales, donde a veces no se medita o se hace en forma acelerada– la visión ideológica con los hechos y con la realidad, y se ingresa en la dinámica de la gente común en Twitter y en Facebook, que muchas veces son discursos hiperpolarizados, agresivos, de descalificación y de violencia hacia el que piensa distinto. Todo se vuelve un insulto o una descalificación permanente y no se discuten ideas o información. Porque el debate público es eso; una democracia tiene que canalizar las distintas formas de pensar, las ideas. En las redes sociales, los periodistas deberían tener eso presente. Cualquiera puede opinar, pero no cualquiera puede hacer el trabajo de un periodista apegado al rigor, más allá de las posiciones, que son legítimas.

–Hablamos de la actitud de Andebu respecto del gobierno. ¿Cómo calificarías la actitud de los gobiernos del Frente Amplio respecto de los medios?

–Hace pocos días se publicó el índice de Freedom House y de Reporteros sin Fronteras, y en ambos casos Uruguay está muy bien calificado. Para Freedom House está en el quinto lugar, por primera vez en la historia de este índice, que tiene 25 años. Uruguay ha escalado posiciones: del lugar 40 o 50 hace 15 años, hoy se ubica apenas por debajo de los países nórdicos, que tienen 300 años de historia de respeto a las libertades fundamentales. Entonces, me parece que eso es un dato objetivo de lo que el país ha alcanzado en cuanto a garantías para el ejercicio de la libertad de expresión: un debate público robusto y un gobierno que, más allá de las discusiones puntuales que pueda haber, no ha tenido como política atacar a los medios de comunicación y a los periodistas, o estigmatizarlos y desacreditarlos, en un mundo en el que esto se ha vuelto una práctica usual. Uruguay mejora manteniendo unos estándares que otros han empeorado. Era absolutamente inusual que el presidente de Estados Unidos llamara deshonestos, enemigos del pueblo, falsos, y una cantidad de cuestiones, a periodistas y a medios de comunicación, y muchas veces con nombre y apellido. Eso pasa, y no sólo en Estados Unidos, también en Europa, en América Latina, en Filipinas; en distintas partes del mundo. En cambio, Uruguay mantiene esos grados de debate público y civilidad, y además se aprueban leyes que han resultado hoy una garantía para ejercer la libertad de expresión: los cambios en materia penal, la Ley de Acceso a la Información Pública, la propia ley de medios, que fue convalidada en general por la Suprema Corte de Justicia. Todo esto da un indicio de que lo que dicen los índices es real. El marco hoy es bueno, nadie puede decir lo contrario.