Dicen que Marcello Mastroianni decía “Paolovittorio” para referirse a los hermanos Paolo y Vittorio Taviani, nacidos en la localidad toscana de San Miniato di Pisa en 1931 y 1929, respectivamente. Ayer, ese monstruo bicéfalo del cine italiano perdió una de sus cabezas: a los 88 años, y ya enfermo desde hacía un tiempo, murió Vittorio. De acuerdo con sus propios deseos, según informó su familia, no se celebró capilla ardiente ni funeral público para despedirlo. Los mensajes de condolencias, sin embargo, llegaron desde todas partes. El presidente de la República, Sergio Mattarella, recordó al mayor de los Taviani como un “indiscutible y amado protagonista” del cine y la cultura de su país y se refirió al dúo que componía con Paolo como una “fecunda asociación humana y artística” que produjo “obras maestras inolvidables, en las que una suma estilística de extremo refinamiento y de alta poesía siempre se ha conjugado con un fuerte sentimiento de pasión civil”.

Tanto Vittorio como Paolo habían sido estudiantes de Derecho en la Universidad de Pisa, pero el amor por el cine se impuso a la vocación jurídica. Empezaron su carrera cinematográfica realizando documentales de fuerte contenido social, y llegaron a la pantalla grande en 1962 con Hay que quemar a un hombre, la historia del jornalero Salvatore Carnevale, un militante asesinado por la mafia en la Sicilia de 1955. La película, que ganó el Premio de la Crítica en el Festival de Venecia, ya mostraba el rumbo de denuncia social y compromiso político que durante más de medio siglo caracterizaría a la obra de los hermanos.

Le siguieron San Miguel tenía un gallo (1972), ganadora del premio Interfilm del Festival de Berlín, y Allonsanfan (1973), pero su consagración llegaría con Padre Padrone (1977), sobre la novela autobiográfica de Gavino Ledda. Premiada con la Palma de Oro y el Premio de la Crítica Internacional Fipresci en el Festival de Cannes de ese año, la obra fue incluida en la lista 100 film italiani da salvare (“100 películas italianas a ser salvadas”), un proyecto presentado en la 65ª edición del Festival Internacional de Cine de Venecia y que se propone destacar “100 películas que han cambiado la memoria colectiva del país entre 1942 y 1978”.

En numerosas entrevistas explicaron que dirigían las obras dividiéndose las escenas, y que “mientras uno rueda, el otro se calla”. Trabajaron codo a codo hasta 2012, cuando hicieron César debe morir, una pieza en blanco y negro protagonizada por un grupo de reclusos de la cárcel romana de Rebibbia que montan la obra Julio César, de Shakespeare. También filmaron juntos Maravilloso Boccaccio (2014) y Una cuestión privada (2017), en la que, pese a estar ya gravemente enfermo, Vittorio asistió a su hermano Paolo con “consejos”, aunque la dirección efectiva de la obra corrió por cuenta del más joven.