El año 2010 fue un punto de inflexión en la historia reciente de España: tras el intento frustrado del juez Baltasar Garzón de llevar a juicio los crímenes cometidos por la dictadura de Franco, la jueza argentina María Servini asumió desde Buenos Aires una causa que parece todavía hoy inviable en el sistema judicial español. La Ley de Amnistía de 1977 supuso aceptar la prescripción de los crímenes cometidos por el régimen y sus colaboradores durante 40 años, a cambio de la liberación de unos cientos de presos políticos.
Más de cuatro décadas después de la muerte del dictador, algunos jueces españoles siguen denegando el derecho de los familiares de las víctimas a ser, al menos, reparados simbólicamente. No en vano la larga sombra del franquismo se sigue proyectando sobre la vida política y las instituciones de un país que atraviesa una grave crisis política e institucional que algunos analistas se atreven incluso a calificar de crisis de régimen y constitucional. El conflicto catalán podría ser sólo el último de una serie de síntomas.
En este agitado contexto histórico, los documentalistas e investigadores Lucía Palacios y Dietmar Post mostraron por primera vez en la pasada edición del festival de cine de la Berlinale su documental: La causa contra Franco: ¿el Núremberg español? Con él lanzan incómodas preguntas sobre el bloqueo institucional a la investigación de los crímenes franquistas que apunta a una precaria y dudosa separación de poderes en la monarquía parlamentaria española.
¿Dónde nace la idea de su última película?
Lucía Palacios (LP): Hicimos una película anterior sobre el franquismo, que se titula Los colonos del Caudillo. Esa película culmina en 2010 con una gran manifestación en apoyo al juez Baltasar Garzón, que iba a ser juzgado por prevaricación, no por el intento de investigar los crímenes del franquismo, sino por otro caso curiosamente relacionado con la corrupción del Partido Popular. Los colonos del Caudillo termina justo en ese momento. Era un tema que ya nos tenía atrapados y queríamos seguirlo.
Dietmar Post (DP): Cuando en 2008 Garzón intentó llevar a juicio a los golpistas [el golpe de Estado de 1936 que generó la posterior Guerra Civil Española], en realidad queríamos hacer una película sobre el juez. Pero como ya estaban en marcha otros proyectos cambiamos de idea. Al acabar nuestra primera película sobre el franquismo, que precisamente termina con la querella argentina, nos dimos cuenta de que había mucho interés. La causa contra Franco: ¿el Núremberg español? nace de una manera casi orgánica.
Digamos que Los colonos del Caudillo dio paso de forma casi natural a su siguiente película.
LP: Efectivamente. La manifestación a favor de Garzón, una de la más numerosas de la democracia española, nos impresionó mucho. También nos impresionó mucho una manifestación paralela de la Falange [partido fascista español]. Ahí nos dimos cuenta de que había que seguir con el tema.
¿Creen que el tópico de las dos Españas se corresponde con la realidad, casi 80 años después del inicio de la Guerra Civil Española?
DP: Depende. Si miramos los libros de historia, nos podemos hacer la siguiente pregunta: ¿de quién es y a quién beneficia la idea de las dos Españas? Claro que las dos Españas existen de alguna manera y no sólo es un tópico. Hubo una España conservadora, rancia, antimoderna, que quiso evitar el progreso del pueblo español. Una España que, en el fondo, se rebeló contra una democracia. La otra España era mucho más diversa; no solamente eran socialistas, anarquistas y comunistas (aunque estos eran muy pocos en España en la década de 1930), en ella también había gente liberal, conservadores, como es el caso del Partido Nacionalista Vasco, que es conservador y católico.
¿Quieren decir que la narrativa de las dos Españas la establecieron los vencedores?
LP: Yo veo eso un poco simplista, porque el poeta Antonio Machado, por ejemplo, ya hablaba de las dos Españas. Algo de lo que nos hemos dado cuenta, y no somos los únicos, es que cuando se habla de Guerra Civil o de guerra entre hermanos, se iguala a las dos partes que están en conflicto. Nosotros hablamos más bien de una guerra de invasión, literalmente, porque como sabemos el Ejército invadió territorialmente España, el territorio de la península, desde África, además de la intervención de los ejércitos alemán e italiano. Todo eso lo explicamos en nuestra última película. Además, sobre todo fue una guerra de clases, porque ¿quiénes lucharon contra quiénes? ¿Quiénes intentan eliminar a quiénes? Esta discusión es mucho más compleja: también se podría hablar de la España pobre y la España rica, de la ultracatólica y la que quería salir del oscurantismo. En el mismo momento en el que se instaura la Segunda República, ya hay confabulaciones y partidos que quieren acabar con ella.
En la película aparecen muchísimas entrevistas, incluso con algunas figuras que participaron directamente en la dictadura franquista, como es el caso de José Utrera Molina, uno de los últimos ministros de Francisco Franco. ¿Cuáles fueron los principales retos para la producción?
LP: Desde el primer momento quisimos hablar con las personas imputadas por la jueza argentina. Mandamos cartas a los 24 imputados. Y no sólo eso, sino que además fuimos a sus casas, no tanto para grabar con las cámaras, sino para hablar con ellos. Y tuvimos la gran fortuna de que José Utrera Molina nos recibiera.
DP: En Alemania hay una gran tradición de documentalistas sobre el nazismo. En esa tradición la intención siempre era hablar con todos. Si tú te imaginas un posible juicio, y esa es la idea que está detrás de nuestra película, la jueza o el juez tendría que hablar con todos. No te puedes fiar de todo lo que te cuentan las víctimas, porque también se pueden equivocar. Y hemos intentado seguir de cerca lo que pone en el texto de la querella, que son cientos de páginas. Y ahí hemos buscado quién acusa a quién por asesinatos o torturas. Si no hablas con las dos partes, algo falta. Y claro, fue muy complicado encontrar a alguien en el lado de los imputados. Intentamos también hablar con Martín Villa o con Billy el Niño. Otro logro fue poder hablar con la hija de uno de los golpistas. Siempre buscamos, como el escritor Rafael Chirbes en sus novelas, la multiperspectividad.
LP: Pero casi nadie nos respondió; sólo las altas instancias del Estado español, para rechazar entrevistas.
En la Berlinale también se presentaron dos películas más sobre el franquismo. ¿Creen que es casualidad o, más bien, se trata del signo de los tiempos?
DP: No creo que sea casualidad, porque en los últimos 20 años se han hecho muchísimas películas sobre el tema de la memoria histórica en España. Otra cuestión es la visibilidad que tienen o por qué no se ven en la televisión en España. Incluso algunas de esas películas fueron producidas por Televisión Española. Durante la presidencia del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero hubo varias películas sobre las fosas, sobre los niños robados.
Pero sí es la primera vez que se aborda el juicio a los crímenes del franquismo cometidos después de la Guerra Civil.
LP: Pero es lógico, porque la querella contra esos crímenes ya existe y sigue abierta, así que es probable que se hagan más películas sobre el tema. Esto no ha terminado: no ha hecho más que empezar, porque es posible que en el futuro haya más querellas o incluso un juicio en España. Este es un tema que no se va a cerrar.
Se ha dicho una y mil veces que la transición española fue modélica. ¿Creen que hay una versión un tanto edulcorada tanto dentro como fuera de las fronteras de España?
DP: Modélica no fue. Eso está claro. Pero tampoco tan mala. Hay mucha gente ahora en España que ve todo muy negro sobre la transición. Hay que reconocer que eran tiempos muy difíciles, con una oposición que existía dentro del país, pero en la clandestinidad, y una oposición que estaba fuera del país y que llevaba 40 años en el exilio. Y luego había fuerzas reformistas dentro del franquismo, con ganas de cambiar las cosas, o, simplemente, de continuar en el poder. Para poder investigar todo eso habría que abrir los archivos y cuestionar el papel del rey Juan Carlos, que ahora se nos presenta como la persona que trajo la democracia, y no fue así. El sindicato Comisiones Obreras jugó un papel fundamental en su resistencia pacífica contra el régimen. Pero incluso otros grupos como ETA, el GRAPO [Grupo de Resistencia Antifascista Primero de Octubre] y el grupo de anarquistas MIL [Movimiento Ibérico de Liberación] jugaron un papel. Malo o bueno, ¿quién soy yo para juzgarlo? Todas son cosas que hay que analizar. Y si uno se fija bien, se puede decir que quienes ganaron fueron aquellos que ya estaban en el poder bajo Franco. Económicamente, no creo que se pueda decir que la izquierda sea la dueña del país.
LP: Mi respuesta es clara: la de la transición es una versión edulcorada. Como con tantas cosas hoy en día, gustan las historias de héroes, las historias que acaban bien. Y la transición acaba bien porque desemboca en una democracia sólida, aunque ahora vemos que no lo es tanto, porque quedaron muchos cabos sueltos. Pero es evidente que se trata de una versión edulcorada: primero, porque no fue fácil, y segundo, porque no fue perfecta. Se vende la idea de que fue tan exitosa que es un modelo que se puede exportar a otros países, como, por ejemplo, Latinoamérica. Y esto no es cierto, porque cada país tiene sus particularidades y porque no fue tan perfecta como nos contaron. Hubo mucha gente que quedó muy descontenta: las expectativas eran muy altas, por ejemplo, con respecto a la memoria histórica. En la década de 1970, mucha gente comenzó a sacar los restos de sus familiares de las fosas. La gente no había olvidado, quería sacar a sus muertos, y esperaba que con el primer gobierno socialista de Felipe González se hiciese algo al respecto. Pero no se hizo.
¿Hay un apagón informativo sobre ciertos episodios de la historia moderna de España? Por ejemplo, el papel del rey hasta hace muy poco parecía una figura intocable.
DP: Sí, pero en una democracia no existen personas intocables. En una democracia tú tienes todo el derecho como ciudadano a criticar a tu rey, a tu presidente, a tu canciller. Entre los jóvenes en España hay un déficit democrático, un déficit con el que también nos costó mucho acabar en Alemania: después de la Segunda Guerra Mundial nos costó unas tres décadas escribir la verdad en los libros de texto. Y eso en España lo seguimos notando: los jóvenes se sorprenden con la información que aparece en nuestras películas. El sistema educativo no ha respondido a las preguntas que dejaron abiertas la dictadura de Franco y la transición.
LP: Creo que ahora los jóvenes comienzan a interesarse por esos episodios históricos, pero este fenómeno también coincide con una época muy compleja. Las redes sociales ofrecen mucha información, pero muy superficial. Ni el sistema educativo ni la prensa tradicional están jugando ese papel ilustrador, sino que lo están jugando las redes sociales entre las generaciones más jóvenes, y eso conlleva cierto peligro. Además,esto está ocurriendo en un momento de crisis política, de crisis democrática y económica. Es una mezcla explosiva.
En su película muestran el bloqueo institucional y judicial que hay en España respecto de los crímenes del franquismo tras el fin de la Guerra Civil. ¿Tienen que venir los impulsos o la presión desde fuera de España para que se mueva algo?
LP: Creo que ahora mismo, tal y como están repartidos los poderes en España, no es posible. Pero es una opinión personal. Por supuesto que hay jueces que estarían abiertos a la posibilidad de que se enjuiciasen los crímenes del franquismo en España. Pero, como se dice en nuestra película, eso está muy hablado por la gente que ahora mismo tiene el poder de decidir. Y en el caso que nos ocupa, esos son el Gobierno y la Fiscalía General del Estado.
Tienen pensado hacer un tercer documental para cerrar su trilogía sobre el franquismo. ¿Qué idea manejan para esa tercera entrega?
LP: De momento es una idea, un boceto; no tenemos nada más.
DP: Queremos mostrar el lado económico, el expolio del franquismo y cómo se enriquecieron los golpistas.
LP: Y también cómo las grandes empresas españolas, muchas de ellas actualmente multinacionales, se hicieron ricas ya con la dictadura. Eso intentaremos explicar en la tercera película.
DP: En general, los golpes de Estado casi siempre tienen más que ver con la economía que con la ideología.
LP: Por eso decimos que la Guerra Civil Española fue una guerra de clases. En mi opinión, lo que ocurre ahora en España tiene que ver con las fuerzas económicas, con el orden económico y con cómo está repartida la riqueza en el país.