La noción de imperialismo: vigencia y debates

El concepto de imperialismo es central para los principios, valores y definiciones de la izquierda. Movimientos y partidos de izquierda en distintas partes del mundo, entre ellos el Frente Amplio, se definen como “antiimperialistas”. ¿Cuál es la vigencia y pertinencia de esta definición? ¿Qué aspectos del concepto se mantienen y cuáles han cambiado en las últimas décadas? Esta será la discusión de Dínamo este mes.

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Los modos de producción, como los seres vivos, nacen, se desarrollan y luego decaen hasta su desaparición. Pero a diferencia de estos, no se reproducen, sino que dejan paso luego de una transición a un modo de producción superior, lo cual tampoco es fatal, porque puede ocurrir que el desarrollo de un modo de producción como el capitalista en la actualidad ponga en riesgo la existencia de la civilización humana.

Karl Marx agregó otro concepto fundamental: la base material es la que determina todos los otros aspectos de la superesctructura social, incluidas las corrientes políticas que en su seno se desarrollan.

Lenin, en 1916, escribió El imperialismo, fase superior del capitalismo, en el que, tras analizar la base material del desarrollo capitalista, concluyó que el gobierno de cada Estado, que hasta ese entonces (Primera Guerra Mundial) era algo así como el comando gerencial del sistema, pasaría a un comando gerencial superior a cargo de los complejos empresariales multinacionales, que es lo que el sistema capitalista protocolizó en Mont Pelerin –a la salida de la Segunda Guerra Mundial– con el nacimiento y desarrollo de las instituciones que han caracterizado al neoliberalismo.

Es necesario hacer aquí una precisión, pues mientras que Karl Kausky pronosticaba la creación de un superimperialismo, Lenin con este trabajo mostraba no sólo que el capitalismo no iba a tener un mando único, sino que esa confrontación intercapitalista se daría, como se dio, con poderes muy superiores al de los estados.

Claro, esto da por tierra una muy extendida cultura estatal, en la que se han movido prácticamente todos los partidos políticos, alentados además por la derrota de Lenin en 1924 y el triunfo coyuntural del estalinismo, 70 años en un Estado y los coletazos subsistentes, una suerte de capitalismo de Estado.

Todos los partidos políticos, sin excepción, teorizan sobre el desarrollo de sus respectivos estados. También lo hace el dirigente socialista Manuel Laguarda; ese parece ser el objetivo de la nota publicada en la diaria el 6 de setiembre. El objetivo del desarrollo nacional, sin duda compartible, choca entonces contra las posibilidades objetivas de su desarrollo. Por ejemplo, Laguarda no nos dice si ese desarrollo corresponde a capitalistas nacionales o a emprendimientos estatales predominantes o totales en la economía nacional. Y tampoco en qué se basa para sostener que deba ser así.

Conviene aclarar que siempre estos análisis deben relacionarse con la etapa de desarrollo del modo de producción predominante. José Batlle y Ordóñez, conocedor profundo de las ideas de Marx, pero no atado a ninguna organización que se autoproclamara como la aplicadora de esas ideas, cuando realizó los desarrollos estatales que le dieron a Uruguay la solidez social que aún conserva, fue muy cuidadoso en establecer los límites del Estado, sabiendo que ello era un muro de contención para los abusos capitalistas nacionales e internacionales. Era la etapa en que el capitalismo aún predominaba en su desarrollo Estado por Estado. Hoy ya no es así ni siquiera en Estados Unidos, aunque en los hechos este es el principal gendarme del sistema y, en particular, de la industria de la guerra.

Aplicando las enseñanzas de Lenin, podemos entender cómo el centro más importante del capitalismo, que era Inglaterra, se traslada a Estados Unidos luego de dos guerras mundiales. Hoy ese traslado se está produciendo hacia China, gobernada además por el Partido Comunista. El capitalismo cumple así con el pronóstico de Marx de que ningún modo de producción abandona su predominancia sin agotar todas sus posibilidades; hoy es China el que aún se las da, manteniendo un índice de crecimiento que de otro modo le sería imposible y aceleraría su crisis.

Entonces: ¿después qué? Porque además, las posibilidades de desarrollos nacionales, estatales o privados son una etapa que se está cerrando en todo el mundo. La transición que José Mujica insinuó en la ONU en setiembre de 2013, y sobre la cual luego no volvió, ni él, ni los partidos que integran el Frente Amplio (FA), efectivamente tiene dos herramientas: una, la moneda única y universal; otra, los impuestos, que deben aplicarse sobre la circulación del dinero, dando muerte a los paraísos fiscales y haciendo ilegal toda transacción que no esté debidamente registrada ante los organismos que la sociedad determine. No más impuestos al consumo, los salarios y las pensiones.

Los fondos así reunidos, invertidos en la salud, la enseñanza, la vivienda, los salarios y en aquellos proyectos y obras que la humanidad necesita y que hoy no lleva a cabo porque al capitalismo ya no le son rentables. Hacer del trabajo el centro de la organización social.

Las discusiones que se han dado en el FA, sin tener en cuenta estas consideraciones, cuando en el mundo el libre comercio lo comanda China, y el amurallamiento el gobierno de Donald Trump en Estados Unidos, parecen de una desubicación ideológica absurda, producto de la falta de profundidad de los análisis.

Inexorablemente, hasta que la lucha en el mundo se encauce en estos centros, nuestros países tendrán que hacer políticas de coyuntura producto de las circunstancias y no resultado de una planificación que la humanidad necesita en forma urgente.

Necesitamos que nuestra izquierda retorne al estudio de los maestros, no para quedarse religiosamente en ellos, sino para encontrar la fuente renovadora de su pensamiento.

Laguarda, con su nota, seguramente está polemizando con una anterior firmada por Gabriel Delacoste, que reivindica de algún modo el ultranacionalismo socialista para enfrentar desde el Estado al imperialismo, y considera que las aperturas actuales de las economías como la cubana, la china o la vietnamita son la explicación de un retroceso ideológico.

No es un tema sencillo de explicar. Voy con un ejemplo. Un querido compañero me dice sobre China que es necesario desarrollar el capitalismo, vanguardizarlo para luego dejarlo morir. Pero para vanguardizar es necesario tener conciencia de lo que se está viviendo, y la construcción económica actual no se hace conscientemente sino por normas que el propio capitalismo en su predominancia ha ido creando. Contrariamente a lo que piensa la generalidad de la gente, el gobierno en el mundo no radica en los estados, sino en los complejos empresariales multinacionales que a su vez están en pugna entre sí.

La adquisición de la conciencia, para la muerte en paz de la predominancia capitalista, depende de la capacidad de construir la voluntad política por medio del programa. Por lo tanto, lo que hoy hace el capitalismo es producto de sus propias necesidades que predominan y no porque esté vanguardizando. Por otro lado, esperar su muerte puede ser suicida. Marx lo decía en una frase: la humanidad necesita pasar de la prehistoria a la historia.

Que el FA no discuta en su programa la exposición de Mujica en la ONU, en la que se insinúan puntos como la moneda única y universal, que los impuestos se hagan sobre la circulación del dinero, dando muerte a los paraísos fiscales, por sobre los actuales impuestos sobre el consumo, los salarios y las pensiones, sabiendo además que eso no se puede aplicar por separado en cada Estado, es hoy un tremendo atraso.

En los hechos, el programa que se está discutiendo de cara al próximo Congreso del FA es un saludo a la bandera. No discute los problemas reales que hoy vive la economía global.

Jorge Aniceto Molinari fue militante estudiantil, sindicalista bancario y participó en la fundación del FA y de la CNT.