(Hoy es 2 de octubre. Faltan 25 días para las elecciones nacionales)

Buenos días.

El debate de anoche entre Luis Lacalle Pou y Daniel Martínez mostró a los dos candidatos centrados en libretos previos, apuntando a públicos distintos, y sin arriesgarse a una interacción fluida.

Durante largos pasajes hubo discursos paralelos, con interpretaciones contrapuestas sobre la realidad pero sin que los fundamentos de cada uno se profundizaran y se contrapusieran en forma esclarecedora. Varias veces alguno de los candidatos planteó preguntas concretas que el otro no contestó.

En cuanto a los destinatarios de los mensajes, fue como si los contendientes se hubieran puesto de acuerdo en que, entre los indecisos, cada uno trataría de convencer a los que de antemano tenía más cerca. Las intervenciones de Lacalle Pou parecieron dirigidas a aquellos que ya tienen una evaluación poco favorable del gobierno, y eso por ende puede haberle permitido disputar una parte de los votos dentro de la oposición. Martínez lució interesado en tender puentes hacia personas más “centristas” o “moderadas”, que reconocen algunos logros de los gobiernos frenteamplistas (y que ven con cierta simpatía a Gustavo Leal, anunciado como potencial ministro del Interior). Así también puede haberse acercado a quienes consideran la posibilidad de votar a Ernesto Talvi o a Pablo Mieres.

Los dos comenzaron muy serios, casi envarados, y el nacionalista casi no varió esa actitud. El swing no se adquiere de un día para otro, pero quizá exageraron un poco en la formalidad. Ese talante se correspondió con exposiciones en las que, sin perder los modales, cada uno transmitió mensajes duros acerca del otro.

Lacalle Pou afirmó desde el comienzo que el Frente Amplio carece de credibilidad, porque su gobierno incumplió promesas anteriores, y que Martínez es el candidato de ese gobierno. Luego reiteró en varias ocasiones esas sentencias, que clausuraban de hecho la posibilidad de un diálogo. También sostuvo que el frenteamplista ha dicho cosas muy distintas sobre política tributaria, y que no se sabe cuándo hay que creerle.

Martínez evitó usar el segundo apellido de Lacalle Pou, y así lo asemejó a su padre, que también apareció en la referencia a la “motosierra”. Además, sostuvo que al nacionalista le faltan no sólo sensibilidad, sino también conocimientos y experiencia, y mencionó en más de una oportunidad, sobre el final, sus propios antecedentes de gestión en el sector privado y en el público, deslizando que Lacalle Pou carece de ellos.

Faltaron algunos temas que parecían inevitables: entre ellos, los de la “agenda de derechos”, la importación de combustibles, la reforma de la seguridad social (incluyendo las jubilaciones militares) y los episodios de corrupción. Es probable que ambos puedan abordarlos pronto, si les parece conveniente, en otro debate, antes de la segunda vuelta hacia la que parecen enfilados.

Antes de terminar: este no fue el primer debate entre candidatos a la presidencia desde 1994, sino el primero entre dos de ellos con alta chance. En 2009 hubo uno entre Pedro Bordaberry, Pablo Mieres y Raúl Rodríguez.

Hasta mañana.