[Esta nota forma parte de las más leídas de 2019]

El lunes fue la avant première de Porno para principiantes, el más reciente film del uruguayo Carlos Cali Ameglio. Allí se hizo presente su protagonista, Martín Piroyansky (actor y director argentino), quien interpreta a Víctor, un director amateur que decide filmar una película porno unos días antes de su casamiento.

Piroyansky estuvo a punto de abandonar la sala cuando se apagaron las luces, frustrado por la fría recepción que había tenido la cinta en la función especial de la vecina orilla. Por suerte, no lo hizo.

¿Qué sentiste al ver la película de nuevo?

Fue raro. El lunes me gustó más que nunca y en Buenos Aires sentía que fallaba, como si hubieran sido películas distintas.

Quizás en Buenos Aires se estaban divirtiendo, pero no lo expresaban.

Una película sin risas, cuando tiene gags tan claros, no me termina de satisfacer. Es como tener sexo con una mina y que le digas: “¿Acabaste?”, y que te diga: “No, pero la pasé bien”. Acá fue muy buena la función. Parecía que estábamos actuando mejor ese día. La película iba más rápido, los chistes funcionaban todos... Y hay un detalle que no es menor: la película tiene un humor más uruguayo que argentino.

¿Cómo sería eso?

Hay una ironía uruguaya muy autoconsciente. Ustedes son autoconscientes de lo que es ser uruguayo y de lo gracioso que es eso. Es increíble como concepto y a mí me fascina. Mi personaje es uruguayo y su forma de reaccionar a algunas cosas en la avant première argentina pasó sin pena ni gloria, como que no les parecía particularmente gracioso. En cambio, acá sí. Hay algo del imaginario uruguayo que a mí me gusta mucho, y es una de las grandes razones por las que hice la película. Y siento que acá valieron más la pena. Viendo la función del lunes dije: “Ok. Todo lo que yo pensaba de cómo debía ser el personaje, acá se entiende más”.

¿Tuviste que cambiar mucho tu forma de hablar para interpretar a este uruguayo?

No me pidieron que hablara como uruguayo, pero yo quería. Me divertía meter el “ta”, el “bo”, el “impecable”, el “contigo”. Cuando filmábamos, Nico [Furtado] me explicaba que los uruguayos están muy acostumbrados a ver cine y tele con acento argentino, entonces incluso a él le hacía ruido que yo hiciera de uruguayo. Yo decía: “Pero, boludo, es la gracia. Es una comedia grande, hablada en uruguayo”.

¿Cómo llegaste a formar parte del proyecto?

Cali me convocó hace cinco años, con Mariana Secco, que es la productora de la película. Yo siempre vengo de vacaciones a Uruguay y en uno de esos viajes me tomé un café con ellos y me dieron el guion. Me parecía que faltaba trabajarlo, pero me gustaba la idea. En todos estos años nos juntábamos cada tanto, leíamos la nueva versión, hacíamos una devolución con el guionista, con los productores, con Cali. Hasta que la peli tomó una forma que me gustó, que a todos nos gustó.

Sos director y guionista. ¿Eso cambió tu forma de pararte cuando volvés a ser “sólo” actor?

Desde que dirijo [Abril en Nueva York, 2013; Voley, 2015; Condorito: la película, 2017] me relajo más con otros directores. Antes era un poquito más insoportable porque no tenía dónde canalizar mis ideas y pensaba en la totalidad del proyecto, no sólo en mi parte. Obviamente que pienso cómo haría las cosas, pero ese es el trabajo del director. Me lo guardo, excepto que el director venga y me pida mi opinión. Esta vez intervine un poco en el guion, hasta donde me dejaron, y después abandoné ese otro lugar y empecé el proceso de trabajo como actor. Hice un par de pelis con [Daniel] Hendler dirigidas por [Ariel] Winograd, y Hendler todo el tiempo le proponía, le consultaba, le discutía sin parar, mientras yo me quedaba en el molde. Y una vez Hendler estaba indignado, no me acuerdo por qué, y me dijo: “Por favor, andá a decirle a Wino vos, porque yo me quedé sin crédito”.

Para vos esa inquietud y esos planteos son parte del trabajo del actor.

Sí. Cuanto más crezco, más pienso que es necesario que el actor sea más trabajador, y eso significa preguntarse el porqué de todo, sin llegar a ser insoportable. Hay una cultura muy latina de ir, hacer lo que te toca e irte. No estudiar la letra, o estudiarla medio ahí... Salir del paso. Hay muchos actores que lo hacen, y los veo en la pantalla y digo: “Che, vino dos minutos, no sabía ni de qué se trataba la película, la clavó en el ángulo y se fue. Buenísimo”. Pero yo; cuando me veo, digo: “Podría haberlo trabajado más”. Antes de filmar la peli, en 2017, me fui a Japón a hacer una obra de teatro con japoneses, dirigida por japoneses, hablada en castellano, y ahí descubrí una cultura del trabajo exageradamente opuesta. No te diría que hay que seguir ese camino, pero entendí que para ellos el trabajo del actor es total responsabilidad del actor. Nosotros estamos muy acostumbrados a que el director te diga: “Che, aprendete la letra”. Me pareció una lección muy buena y trato de aplicarla acá, en estos casos.

¿Cómo convencerías al público de que le dé una oportunidad al film, aunque se asuste por el título?

Es una comedia casi familiar. Es apta para mayores de 15, pero es casi familiar. Obviamente hay lenguaje adulto y se habla mucho de sexo, pero no se ve. Es el backstage de una porno, que encima nunca se termina de filmar bien porque mi personaje no quiere que se acuesten con la actriz. Así que espero que no se espanten, o que ese espanto les genere atracción. Uno nunca sabe.

Hoy se estrena Porno para principiantes, una película ambientada en el Montevideo de los 80, con Nicolás Furtado y Martín Piroyansky, y dirección de Carlos Ameglio.