El director Nanni Moretti suele aparecer en sus películas, pero aquí sólo lo vemos en dos planos. Uno es el primero, del que surgió el afiche y que se instaló como la imagen más famosa de la película: Moretti, casi de espaldas hacia nosotros, contemplando el imponente paisaje de Santiago de Chile con la cordillera de fondo. La primera mitad de Santiago, Italia lidia con el gobierno de Unidad Popular (1970-1973) en Chile, presidido por Salvador Allende, y con el golpe de Estado que lo destituyó e instauró la dictadura militar que se extendió hasta 1990. La segunda aparición de Moretti pone fin a esa primera mitad. Viene enseguida de los fragmentos de la entrevista a Raúl Eduardo Iturriaga, el militar detenido desde 2007 por crímenes de lesa humanidad. En un momento, Iturriaga protesta porque pensaba que le iban a hacer una entrevista planteada con espíritu imparcial, y la cámara muestra al director, que le dice: “Yo no soy imparcial” y hace un gesto al equipo, quizá indicando que dejen de filmar.

La segunda mitad del documental es más específica y nos explica por qué varios de los militantes entrevistados hablan un italiano tan fluido. Se nos expone que la embajada italiana en Santiago fue la que recibió, por más tiempo, refugiados políticos luego del golpe. Llegó a haber unos 250 asilados viviendo allí por varios meses, hasta que les concedieron salvoconductos que les permitieron trasladarse al aeropuerto y viajar a Italia, donde fueron recibidos de brazos abiertos. Varios de ellos terminaron arraigándose y actualmente se sienten tan italianos como chilenos.

Quitando el pequeño componente de autorreflexividad inherente a las dos apariciones del director, este documental no podría ser más liso, y está casi hecho de entrevistas tipo “cabezas parlantes”. A veces, las declaraciones están ilustradas con material de archivo. No hay música incidental, salvo sobre los créditos; hay intertítulos que introducen cada una de las grandes secciones, y unos pocos sobreimpresos que indican datos básicos (quién es la persona que habla, dónde estamos). No aparecen las preguntas que inician las entrevistas, pero tampoco se oculta al entrevistador (a veces escuchamos, fuera de campo, la voz de Moretti planteando alguna repregunta).

Eso que puede parecer pobreza cinematográfica o academicismo, en mi opinión, ilustra perfectamente por qué una fórmula se convierte en fórmula: cuando se ejecuta con competencia, funciona bien. El montaje parte de la premisa de que una entrevista sirve para transmitir conceptos a través de la palabra y de la expresión facial y vocal, así que dejan a los personajes hablar lo suficiente como para cerrar cada idea (sea una anécdota, opinión o síntesis), aunque esto a veces insuma varios segundos de titubeos en busca de la expresión correcta. Qué placer apreciar un montaje que no parte del temor histérico y estupidizante a que el público se aburra si ve una misma cara diciendo más que dos frases seguidas en un mismo encuadre. Es al revés: uno se engancha en la medida en que lo que nos cuentan se vuelve significativo, y en la medida en que entablemos un mínimo vínculo con la persona que habla.

Volver sobre el relato

Para quienes tengan algún conocimiento de historia reciente sudamericana, y sobre todo para quienes vieron su dosis de documentales sobre el asunto, la primera mitad no aporta grandes novedades factuales. Eso no es un demérito para esta película: al fin de cuentas, la historia está hecha para contarse repetidas veces, en parte porque la mirada se va refrescando, ya que el olvido tiende a desdibujar elementos que puede valer la pena mantener presentes, y porque siempre hay generaciones nuevas que todavía no conocen tan bien el relato. En todo caso, aquí hay elementos especialmente poéticos, dado que los entrevistados elegidos son creativos, inteligentes y sus historias están cargadas de emociones. Entre ellos, Moretti eligió a tres colegas cineastas: Carmen Castillo (quien describe el gobierno de Unidad Popular como “toda una sociedad en estado amoroso”), Miguel Littín (quien califica aquella ideología de “un socialismo humanista y democrático”) y el formidable Patricio Guzmán. Las entrevistas a un par de oficiales pinochetistas ilustran la endeble justificación del golpe (la teoría de los dos demonios, la supuesta obviedad de que el gobierno de Allende “necesariamente” conduciría a una dictadura marxista-leninista de la que vinieron a salvar el país, y la premisa tácita de la doctrina de seguridad nacional).

En la tercera sección, me resultó particularmente novedoso (y repulsivo) conocer la artimaña de las autoridades que consistió en asesinar a una militante del Movimiento de Izquierda Revolucionario, tirar su cuerpo por el muro hacia el terreno de la embajada de Italia y difundir, con la complicidad de los grandes medios de comunicación, la historia de que la chica habría sido inmolada como parte de una orgía perversa realizada entre los refugiados en la embajada.

Luego de más de una hora de proyección recién se explicita por primera vez el que posiblemente haya sido el principal propósito de esta realización: el diplomático Piero De Masi refiere a “un flujo de personas que se escapaban, como escapan hoy día de África”. Aquel momento histórico puede decir algo sobre la actitud actual de tantos europeos con respecto a los refugiados que llegan por el Mediterráneo. La película cierra con un par de comentarios que comparan la solidaridad que todos los entrevistados atestiguan como característica de la Italia de la década de 1970, con la Italia actual, cada vez más dominada por el consumismo, la competencia, el individualismo y la consiguiente indiferencia hacia el prójimo, que uno de ellos dice que es muy parecido a lo peor de Chile.

Nanni Moretti pretendió que su película sirviera como un ejemplo positivo que inspirara una revisión de las actitudes más cerradas con respecto a la actual oleada de refugiados en Europa. Las circunstancias se dieron para que, en el momento de su estreno en Uruguay, Santiago, Italia resuene ante los acontecimientos que están teniendo lugar en Chile y, ni que hablar, sobre la propuesta de reforma constitucional que se plebiscitó el domingo y de la que, por un tris, zafamos.

Santiago, Italia. Dirigido por Nanni Moretti. Documental. Italia / Francia, 2018. Cinemateca, Alfabeta.