Pensábamos que anoche habría datos concluyentes apenas se conocieran las proyecciones de escrutinio, pero no pasó eso, y las consecuencias serán muy importantes. El resultado primario de la segunda vuelta fue muy parejo y la Corte Electoral tendrá que esperar al conteo de observados para anunciar un resultado, aunque lo más probable es que el ganador sea Luis Lacalle Pou. La diferencia en el primer escrutinio fue menor que la cantidad de votos en blanco y menor que la mitad de los anulados.

La sorpresa fue grande, porque todas las encuestadoras habían medido de seis a ocho puntos porcentuales de ventaja para Lacalle Pou sobre Daniel Martínez. Descartando que todas esas empresas hayan falseado los resultados que registraban, quedan por lo menos cuatro hipótesis de explicación, y es probable que más de una de ellas sea correcta.

La primera es que el conjunto de las encuestadoras haya cometido errores importantes –y similares– en la ponderación de sus muestras o al ajustar los resultados. Quizá la campaña “voto a voto” del Frente Amplio (FA), focalizada en donde consideraba más probable recuperar apoyos, fue muy exitosa en algunos territorios, y las muestras utilizadas no captaron la magnitud real de esos cambios. La segunda es el efecto de la llegada de votantes desde el exterior (que, por cierto, no puede equivaler a la remontada frenteamplista). La tercera es que una cantidad muy considerable de personas haya ocultado, al ser encuestada, su verdadera intención de voto. La cuarta es que se haya producido un vuelco de último momento, por el mensaje de Guido Manini Ríos a los integrantes de las Fuerzas Armadas o por alguna otra razón.

Sea como fuere, la campaña por Martínez logró revertir, sin ningún aliado partidario, casi toda la desventaja con la que arrancó, tras la primera vuelta, contra los cinco partidos alineados tras Lacalle Pou. El FA había perdido muchos votos en relación con las elecciones de 2014, pero la gran mayoría de quienes habían decidido dejar de confiar en él resolvieron, ayer, que no querían una presidencia de Lacalle Pou, o que no la querían con la coalición de gobierno que el candidato del Partido Nacional ofreció. Martínez tuvo ayer casi la misma cantidad de votantes que había logrado el FA en la primera vuelta de 2014.

Si la racionalidad política prevaleciera, aconsejaría un gobierno de mucho diálogo. En esa dirección apuntaron anoche Martínez y Lacalle Pou, aunque este último criticó a su contrincante por no reconocer un resultado que consideró irreversible.

Malo sería que quien ganara se parara en los pedales y alegara que, con independencia de cuál haya sido el resultado, el presidente es él y cuenta con el 100% de la legitimidad requerida para conducir el gobierno. Esto sería verdad, pero no toda la verdad. Si lo hiciera Martínez, reiteraría un error que le costó muchos votos al FA en octubre; si lo hiciera Lacalle Pou, imitaría una de las conductas que más les criticó a los gobiernos del FA.

Otra consecuencia –menor– de lo que pasó ayer es que esta serie de apuntes aún no llegó a su fin.