Ensayo y memoria, de Emir Rodríguez Monegal. Pasó desapercibido entre las novedades editoriales del año a nivel nacional, quizá en parte por la insípida e inmemorial cubierta de la Colección de Clásicos Uruguayos de la Biblioteca Artigas –letras rojas y negras sobre fondo verde–, que lo hacen un objeto poco agraciado en góndolas y vidrieras de librerías. Con un prólogo preciso y refinado de Lisa Block de Behar, casi un libro en sí mismo, Ensayo y memoria reúne dos obras de Emir Rodríguez Monegal (1921-1985): El juicio de los parricidas, publicado originalmente en Buenos Aires en 1956, y Las formas de la memoria I. Los magos, editado póstumamente en México en 1989.
Ya desde el título, el segundo texto enuncia su condición inconclusa –los restantes dos tomos del proyecto no llegaron a ser escritos–, aunque eso no impide apreciar el estilo introspectivo, irónico y sin concesiones que este crítico mordaz e implacable aplica a su propia vida. La infancia en la Melo natal, ciudad que detesta, su niñez montevideana en un hotel familiar de mala muerte, la presencia señera en su crecimiento de los tíos Cacho y Pepe Monegal, el amor por su tía abuela Piqueca, los estudios, los primeros escarceos sexuales, la figura fantasmal del padre y el amor creciente por la lectura son algunas de las pistas que cruzan este particular relato autobiográfico de uno de los intelectuales más importantes nacidos en estas despintadas tolderías.
El roce del tiempo, de Martin Amis. Un rejunte de textos dispersos que es mucho más que un mero rejunte. Martin Amis, el autor de grandes novelas como El libro de Rachel y La información, y de ese volumen inclasificable que es Koba el Temible, presenta en El roce del tiempo algunas de sus impresiones sobre escritores, el cine, el porno y ciertos deportes, además de pagarles sendos tributos a sus padres literarios: Vladimir Nabokov y Saul Bellow.
Un jardín en Venecia, de Frederic Eden. Único libro de un autor ignoto, de esos que la historia de la literatura no les reserva ni un paréntesis en una nota al pie de página, y que, en realidad, nunca fue pensado como libro sino como el artículo para una revista londinense, Un jardín en Venecia es la historia de un jardín pero, también, una reflexión sobre el implacable paso del tiempo y sobre el poder de la naturaleza ante la condición esencialmente dañina del ser humano.
Los testamentos, de Margaret Atwood. Menos logrado que El cuento de la criada, para el que sirve de secuela, Los testamentos logró colarse en varios premios importantes del mundo literario anglófono acaso por su importancia como evento. No obstante, aunque tal vez no se empareja con el entusiasmo generado por su aparición, Los testamentos es una novela de excelente factura, que mantiene el pulso y, además de responder muchas incógnitas, ofrece en la tía Lydia uno de los personajes mejor logrados por Atwood en años.
Locas pasiones, de Diego Recoba. Recoba sabe que la novela es el género en el que todo vale y en Locas pasiones lo demuestra con maestría. Dueño de una imaginación derivativa y fascinante, logra mediante premisas clásicas (la búsqueda de un objeto valioso, la separación de los amantes, el viaje) una historia que, llevando al límite el sinsentido y la lógica productiva del pop, pone en cuestión ideas centrales al pensamiento contemporáneo como la de imitación o identidad, sin dejar por eso de divertir y (tabú de los tabúes) hacer reír.
Mordida, de Mercedes Estramil. Las historias de ruta de Mercedes Estramil (como Irreversible, de 2009, y Washed Tombs, de 2017) se ponen cada vez más frenéticas y sus protagonistas, más violentos y detestables. “Son personajes que huyen, y no encuentro mejor modo de hacerlos escapar que a la velocidad de un auto. Necesitan poner distancia y creen que la encuentran en lo que llamo ‘la ansiedad del pie derecho’”, dijo la autora sobre sus creaciones, que atraviesan un Uruguay marginal, excéntrico, acechante.
O se está con la patria o se está contra ella, de Gabriel Buchelli. Este año, Uruguay presenció asombrado el ascenso de un partido político que convoca a simpatizantes del nazismo y a ex militares que reivindican la dictadura. Cuando más se necesita, entonces, se publica este trabajo que el historiador Gabriel Buchelli llevaba adelante desde hacía años: un estudio de la Juventud Uruguay de Pie, la organización de extrema derecha que fundó, hace casi cinco décadas, Hugo Manini Ríos (hermano de Guido, el líder de Cabildo Abierto). El repaso minucioso de la prensa montevideana y salteña y la obtención de numerosos testimonios están hilados por una teoría sólida sobre el accionar del nacionalismo reaccionario desde fines de los años 60.
Viajar no lleva a ningún sitio, de Gabriel Peveroni. La búsqueda de una misteriosa banda uruguaya de rock vertebra esta novela de Peveroni, quien, como desde el comienzo de su “proyecto Shanghai” (que va más allá del libro impreso), invierte buena parte de sus obsesiones culturales en la construcción de una obra arborescente y totalizadora.
La reacción. Derecha e incorrección política en Uruguay, de colectivo Entre. Pensado, escrito e ilustrado a varias manos, el libro dedica la primera parte a identificar los múltiples modos en que se manifiesta la derecha en Uruguay y a desafiar los enunciados que apuntan a negarla u ocultarla, y la segunda parte a vincular el fenómeno de la incorrección política con las formas de la reacción contemporánea. Es, manifiestamente, un libro militante y con un propósito pedagógico: un ensayo desde las trincheras de la izquierda progresista.
El año del pensamiento mágico, de Joan Didion. “La vida cambia rápidamente. La vida cambia en un instante. Te sientas a cenar y la vida que conoces termina”. En poco tiempo, la autora estadounidense de culto Joan Didion vio morir a su marido, el escritor John G Dunne, mientras cenaban, y, poco después, a su hija Quintana. Frente a la pérdida devastadora de su marido escribió El año del pensamiento mágico, y cuando terminó se enfrentó a la muerte de su hija, como un sinsentido que se empeñaba en confundirla. Esta narración reveladora sobre la pérdida y el dolor expone nuevas variantes de su escritura seca, cortante, vertiginosa.
Bienvenida a casa, Lucia Berlin. Después del aplastante éxito póstumo de Manual de mujeres para la limpieza (2015), con el que deslumbró al mundo literario, los hijos de Lucia Berlin compilaron este libro con notas autobiográficas, cartas, relatos y apuntes, que repasan sus primeros 30 años entre su casa natal en Alaska, El Paso (Texas), Chile, Nueva York y Alburquerque. Una posibilidad de acercarse a la intimidad de una autora que sorprendió con una feroz solidez narrativa y una precisión magistral, logrando escenas memorables, personajes impensados y un discurrir irreverente y espontáneo. Aunque recién ahora todos estemos hablando de ella.
Cuentos cansados, de Mario Levrero, ilustrado por Diego Bianki. “[...] nosotros y los protagonistas de estas historias estamos tan pero tan cansados, que quizá nunca sepamos si estamos leyendo un libro o contando sueños”, advierte la contratapa y da en el clavo: Cuentos cansados sumerge al lector en una lógica onírica, en una deriva signada por el cansancio progresivo del narrador y por la maravilla y el desconcierto que nos generan los sueños, que nos introducen en otro mundo, con sus propias reglas. La edición minuciosa de Amanuense entrega un libro potente y hermoso, que impacta como un cielo estrellado y homenajea al vínculo entrañable de contar historias.
La sombra del Sol, de Sergio López y Federico Murro. Un nuevo título de este autor de enorme trayectoria que tiene como uno de sus puntos altos Anina Yatay Salas. Un muy buen trabajo conjunto con Murro, en el que la curiosidad y el deseo irrefrenable del sol por conocer a su sombra pone en marcha una historia de amistad y trabajo conjunto, y la fantasía, la magia y el humor se dan cita para lograr lo imposible y dejar contento a un sol tan gruñón como adorable.
Una princesa salvaje, un gato espantado y un ogro diminuto, de Horacio Cavallo. La nueva novela de Cavallo comprueba su consolidación como una voz interesante y singular en la literatura infantil y juvenil uruguaya. Valiéndose del recurso a la anacronía, construye una historia deliciosa en la que deconstruye el esquema típico del cuento de hadas: el lector se ve inmerso en un juego entre el presente y un pasado legendario e indeterminado; en ese ir y venir radica parte del humor, además de la posibilidad de identificación con la protagonista.
Diskettes, de Nicolás Peruzzo y Gabriel Serra. A pesar de que su portada es poco atractiva, este libro encierra una de las mejores historietas nacionales de los últimos años. La historia de tres amigos que en los 80 luchan por crear su propio emprendimiento en los albores de la informática y, en el marco de la dictadura, está narrada en episodios breves, con humor, algunas dosis de suspenso y muchos toques humanos. La trama es inconfundiblemente uruguaya y se lee casi como una aventura de lo cotidiano.
Batman, caballero blanco, de Sean Murphy. Se trata de una historia alternativa y autoconclusiva que vuelve a tratar el conflicto clásico entre Batman y el Guasón. La peculiaridad es que su punto de partida está en que el Guasón se cura (si es que se puede curar la locura) y Batman cae preso. La trama se lee con agilidad y los dibujos se pueden disfrutar al máximo, porque Murphy pensó su propio guion para sacarse las ganas de dibujar lo que quería y como quería. La ventaja es que circula en dos ediciones, una española de tapa dura y una argentina de tapa blanda.