Hoy, el nieto de León Trotsky, Esteban Volkov, y el Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones de Argentina y México, denunciaron a la serie Trotsky, que a fines de 2018 comenzó a emitirse en Netflix. Con el apoyo de decenas de intelectuales y personalidades de todo el mundo (entre los que se encuentran teóricos como Slavoj Žižek, Frederic Jameson o Nancy Fraser), el comunicado sale al cruce de lo que consideran falsedades y tergiversaciones llevadas adelante por la televisión en la primera serie dedicada a Trotsky en la historia rusa: en 2017, como parte de las celebraciones de los 100 años de la Revolución de Octubre, la televisión pública difundió una serie sobre el fundador del Ejército Rojo, que fue asesinado por agentes de Stalin en México en 1940. En ese momento, Nikita Petrov –miembro de la asociación histórica Memorial– dijo que el Estado no participaba de la conmemoración del centenario y que “sólo miraba”, ya que el “mensaje del Kremlin es que todas las revoluciones son malas, sobre todo las financiadas por el extranjero”.

Aunque Trotsky se desarrolla en varias secuencias temporales, el “tiempo cero” es su exilio en México. Allí lo visita un periodista canadiense que busca biografiarlo; Trotsky entiende que se trata de un enviado de Stalin, su archienemigo, pero de todos modos accede a contarle su versión de la historia, apostando a que su relato resultará más convincente que el de sus rivales.

Más o menos libremente, entonces, el director Alexander Kott –un todoterreno que ha filmado películas bélicas y comedias familiares– despliega varias historias paralelas. Las principales son la de la juventud de Trotsky, condenado a prisión tras la revolución fallida de 1905, enviado a Siberia y luego exiliado en Europa, la de la Revolución rusa y la de los años de guerra civil que la siguieron. Enfocado, brillante, inflexible, el Trotsky “de México” justifica varias acciones violentas –la ejecución de desertores, por ejemplo– en su absoluta dedicación a la defensa de la Revolución. Calculador, también se “deja financiar”, durante su exilio europeo, por intermediarios del gobierno alemán (una mancha que también se ha posado sobre Lenin), aunque al tiempo se independiza de ellos. El abandono de su pareja e hija en Siberia, en cambio, aparece menos excusable.

Konstantin Jabenski, el actor que interpreta a Lenin en su juventud, madurez y vejez, logra transmitir la carga de idealismo, pragmatismo y seducción –no faltan las escenas de sexo, y de sexo en trenes– con que usualmente se asocia a los grandes revolucionarios.

En el comunicado, los denunciantes advierten que esta versión a cargo de los guionistas Alexander Kott y Konstantin Starsyen se propone ensuciar la imagen de Trotsky, y que, contra “toda evidencia histórica” y contradiciendo la visión de la época, “la personalidad de Trotsky se muestra como egocéntrica, mesiánica, autoritaria, inhumana, criminal, competitiva, lo que estaría ligado a su siempre recordado origen judío”, y “en su vejez sufre alucinaciones, atormentado por el remordimiento de sus crímenes” durante la revolución.

Plantean que Ramón Mercader (su asesino), en cambio, se muestra como un periodista estalinista “honesto, crítico y sensible que entabla una larga relación con Trotsky para escribir su biografía, a la que supuestamente Trotsky accede”, desarrollan varios aspectos que entran en contradicción con el acontecer histórico, así como otros puntos que muchas veces reflejan “la visión prozarista de Putin”, y presentan a Trotsky “como una estrella de rock, sex symbol y asesino, que aprueba incluso una masacre de pobladores en un funeral. En 1918 se prepara un supuesto motín en Kronstadt (en realidad se produjo en 1921) al que Trotsky responde inventando cargos y testigos para aplicar la pena de muerte a su dirigente. La serie sólo nombra la ofensiva checa y no la de 14 ejércitos imperialistas y el ejército blanco zarista al que el Ejército Rojo tuvo que enfrentar en la inmensidad del territorio soviético. Tampoco nombra los años del bloqueo económico imperialista”.

A su vez, aseguran que, para la serie, la historia de la Revolución termina con la muerte de Lenin: “Es decir, no existen la Oposición de Izquierda fundada por Trotsky ni la época contrarrevolucionaria de Stalin, los Juicios de Moscú, las detenciones, torturas, encierros en campos de concentración y fusilamientos que sufrieron casi todos los dirigentes bolcheviques de la Revolución y cualquiera que fuese sospechoso de oposicionista al poder del régimen burocrático. Dando vuelta la historia, todos estos crímenes son adjudicados a Trotsky, incluso el asesinato de los Romanov; enésima mentira, ya que ni Lenin ni Trotsky dieron esa orden”.