A veces, el soplo vital de una ciudad se descubre en un impensando conjunto de fotografías plásticas y rupturistas, o, al menos, en su búsqueda ética y estética. Ese es el caso de Moderna para siempre. Fotografía modernista brasileña, de la colección Itaú Cultural, que se inaugura mañana a las 19.00 en el Subte (plaza Juan Pedro Fabini, o del Entrevero). La muestra que hace foco en la importancia del movimiento modernista en la cultura y la identidad brasileña llega a Montevideo –luego de exhibirse en varias ciudades latinoamericanas– con 103 imágenes producidas en Brasil por distintos referentes de la fotografía, entre los que se encuentran integrantes de un importante movimiento fotoclubista local, Foto Cine Clube Bandeirante (como Geraldo de Barros, German Lorca, Mario Fiori, Eduardo Salvatore, Thomaz Farkas, José Oiticica Filho, Marcel Giró y Ademar Manarini).

Como parte de este poderoso movimiento de renovación, los fotógrafos brasileños, “atentos a las transformaciones que ocurrían en el mundo [...] devoraron influencias para crear una nueva fotografía, cuya premisa fue una lectura esencialmente creativa y de ruptura”, explica el fotógrafo e investigador Iatã Cannabrava, curador de la muestra. En sintonía con lo que planteaba el poeta Menotti del Picchia, uno de los principales de la Semana de Arte Moderno de San Pablo, cuando advertía que los intelectuales modernistas brasileños no eran más que seres inquietos “agitándose sobre una costra de cultura superada, oscilando a flote de la penosa y luminosa agitación interior que avala los cimientos de una civilización en declarada insolvencia”, con la que pretendían romper, convencidos del poder de la fotografía, tanto en lo que tiene que ver con su expresión artística como en su poder para capturar el acontecer social.

Mientras el país se convertía en una gran metrópolis cosmopolita que acogía a las nuevas tendencias del arte y el pensamiento, la fotografía fue una de las expresiones que se plegaron más tarde al movimiento. Como explica el curador, a partir de 1940, atentos a los movimientos vinculados al rubro, al flujo natural de la posguerra y a la veloz industrialización del país (con San Pablo convocando a gente de todo el mundo), grupos de fotógrafos aficionados de los más diversos orígenes crearon una serie de clubes fotográficos. El caso del Foto Cine Clube Bandeirante, fundado en 1938, fue el más importante, ya que “con sus salones, catálogos y concursos dio origen a las primeras redes internacionales de fotografía, anticipando los blogs y las redes sociales de intercambio de imágenes de la actualidad”.

Así, Cannabrava consigna que estos grupos de fotógrafos fueron los pioneros de una nueva fotografía que tenía como premisa una lectura “esencialmente creativa y de ruptura con lo establecido, en especial el pictorialismo –como se denominaba al movimiento que había surgido años antes con el avance de la fotografía y de su reproducibilidad–, que por sí solo impediría que cualquier obra fotográfica entrara en los museos”.

De esta manera, el investigador recuerda que los fotoclubistas brasileños –que luego se conocerían como modernistas– salieron en grupo, alquilaron aviones y rastrearon las ciudades y la alquimia de los laboratorios, creando un lenguaje propio que “garantizó que sus obras entraran en los museos”. Uno de los hechos más notorios fue que esa entrada no se dio a través del pictorialismo, sino de la misma fotografía moderna, “en la que el rigor formal, las construcciones geométricas y los trucos de laboratorio se hicieron más importantes que los temas que la fotografía planteaba hasta entonces. En las imágenes de Thomaz Farkas, las tejas no son tejas; en las de Eduardo Enfeldt, las escaleras no son escaleras; en las de Geraldo de Barros, las cubiertas de las estaciones de ferrocarril son, en realidad, una completa ruptura”. Pero, como si esta apuesta no fuera suficiente, otro de sus méritos fue el perfil indagador, que siempre iba más allá de las explicaciones y las lecturas fáciles. Para el curador, estas particularidades hacen de la exposición “un enorme reto, debido a que trae en su núcleo reflexiones y provocaciones sobre la esencia de un acto fotográfico” que atraviesa décadas y deconstruye paradigmas.