Desde la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo de El Cairo (1994), “los derechos sexuales y reproductivos han sido reconocidos como parte de los derechos humanos”. En su defensa por estos derechos, la movilización progresista –influida por el pensamiento feminista– ha abogado por la igualdad y las libertades asociadas al ejercicio de la sexualidad y la reproducción de los individuos.
De manera reactiva, la movilización conservadora –marcada por la tradición religiosa– ha puesto en marcha esfuerzos contrarios al avance de estos derechos, promoviendo una concepción conservadora de la vida, la reproducción y la sexualidad, que legitima la reproducción de relaciones desiguales entre hombres y mujeres. Se trata de un orden sexual “que asigna a lo femenino atributos que por definición representan un lugar de subordinación al lado de patrones que privilegian y sobrevaloran lo masculino. Un orden que busca confinar a las mujeres al ámbito de lo privado, a la reproducción biológica y social, que las cosifica y subvalora, que estructura la opresión y la dominación, y que utiliza como su fuerza última la violencia” (Ana C González, La silla llena, 2016). En este sentido, toda forma o propuesta no tradicional de ejercicio de la sexualidad y de la reproducción representa una amenaza contra el ideal de orden sexual defendido por los movimientos conservadores.
En las últimas dos décadas, los grupos conservadores en diferentes partes del mundo han articulado su oposición a cualquier proyecto que amenace su concepción de la sexualidad y la reproducción a partir de una crítica permanente al concepto de género, que recientemente han nombrado como “ideología de género”. Bajo esta noción se plantea que el género no está relacionado con las diferencias biológicas entre hombres y mujeres y que lo que hace el feminismo cuando lucha por la igualdad es contrariar un orden natural.
Teniendo en cuenta que por ideología se entiende un conjunto de ideas y creencias coherentes entre sí, que funcionan como marco explicativo y de sentido para las realidades sociales y también como un horizonte para la acción, hablar de la perspectiva de género y de la defensa de los derechos sexuales y reproductivos como una “ideología” insta a suponer que no sólo se trata del planteamiento de un conjunto de ideas y pensamientos, sino también de un proyecto de transformación social. La “ideología de género” es representada como una cosmovisión totalitaria con carácter tanto descriptivo como normativo. Siendo así, se plantea que aquella busca la transformación absoluta de las realidades sociales de acuerdo con un sistema de ideas y pensamientos. Se trataría entonces de una visión del mundo absolutista, que se propone a sí misma como una explicación certera, única y total de la realidad social, con un énfasis en la transformación absoluta y radical de las relaciones de sexualidad y reproducción vigentes.
Aunque los orígenes del término “ideología de género” son difíciles de delimitar, un precedente importante se identifica en las críticas a la perspectiva de género y a los derechos sexuales y reproductivos manifestadas durante los encuentros internacionales de la década de 1990 en torno a los derechos humanos y a la situación mundial de las mujeres. En concreto, se ha mencionado que en las discusiones sobre la desigualdad de género y los derechos sexuales y reproductivos de las cumbres de la Organización de las Naciones Unidas de finales de siglo las fuerzas conservadoras se manifestaron en contra del concepto de género. De hecho, en los albores de la Conferencia de Población y Desarrollo en El Cairo (1994) el Vaticano arremetió contra el desarrollo de esta conferencia, asegurando que se trataba de un evento para la promoción del aborto y la homosexualidad.
Las primeras campañas antigénero se identifican en Europa y posteriormente se expanden en América, y en ambos casos se encuentra una serie de hitos que tienen elementos comunes.
En 2007 en Croacia y en 2008 en Austria tuvieron lugar las primeras campañas contra los contenidos de educación en sexualidad (Croacia) y contra el matrimonio de parejas del mismo sexo (Austria). En este último país, además, se publicó el libro MenschInnen: gender mainstreaming on the way to a sexless society, que ha servido como sustento a la oposición contra la llamada “ideología de género”. Posteriormente, entre 2012 y 2013, en Francia y España tuvieron lugar las primeras movilizaciones contra el matrimonio homosexual y contra el aborto, respectivamente, y más adelante hubo movilizaciones similares en Eslovenia y Alemania (2013), alrededor de los mismos temas: el matrimonio homosexual y la educación sexual. Por su parte, en Polonia (2013) se hizo un llamado a detener la “ideología de género”, y en Italia (2016) las manifestaciones callejeras se enmarcaron en la consigna “Defendamos a nuestros hijos”.
En América Latina el fenómeno se ha expandido en cascada. En México (2016) se hicieron movilizaciones en contra de las parejas del mismo sexo, mientras que en Ecuador, Brasil y Perú (2017) se centraron en derrocar las iniciativas que propendían por la educación sexual, enmarcándose en general en la consigna “Con mis hijos no te metas”. En el caso de Ecuador, es importante tener en cuenta que ya en 2014 el presidente Rafael Correa se había manifestado contra la “ideología de género”.
En el caso de México (2016), miles de personas se movilizaron en casi 20 ciudades “para expresarse a favor de la ‘familia tradicional’, convocadas por la iglesia católica, iglesias evangélicas y organizaciones que se oponen a que la unión de dos personas del mismo sexo pueda ser reconocida como matrimonio de manera legal por las autoridades del país”.1 La oposición a estos temas fue tan masiva que grupos conservadores en México decidieron liderar una iniciativa para conformar un Frente Latinoamericano por el Derecho a la Vida y a la Familia.
Ese mismo año, Perú fue el escenario de múltiples movilizaciones contra la “ideología de género”. Los eventos más destacados fueron los plantones de diciembre de 2016 y la emisión por televisión nacional de una campaña para manifestarse en contra de la reforma curricular. Esta campaña y las marchas fueron lideradas por la Coordinadora Nacional Pro Familia, formada por grupos conservadores y entidades religiosas. Como resultado de la presión, a finales de agosto, la Suprema Corte de Justicia de Perú declaró la nulidad de la sección que comprendía el enfoque de igualdad de género del Currículo Nacional de Educación Básica. Se argumentó que esta sección vulneraba la disposición legal que estipula que las políticas educativas deben ser construidas y desarrolladas por el actuar conjunto del Estado y la sociedad.
Posteriormente, también en 2017, Brasil constituyó otro de los casos emblemáticos de movilizaciones contra las reformas curriculares asociadas a la denominada “ideología de género”. En esta oportunidad, las manifestaciones callejeras se concentraron en criticar la inclusión de términos como igualdad de género, sexualidad y orientación sexual en el currículo escolar.
El impacto de estas movilizaciones fue tan efectivo que, a nivel local, se logró la promulgación de una ley que prohíbe la inserción de la “ideología de género” en las escuelas del municipio de Manaos –entendiendo por “ideología de género” la teoría que afirma que los dos sexos, masculino y femenino, son considerados construcciones culturales y sociales–, y a nivel nacional se impulsó con éxito la destitución de la ministra de Educación del momento.
Este breve recorrido nos permite afirmar que se trata de un fenómeno de carácter transnacional con particularidades nacionales. Por lo general, se impulsan campañas que convergen en su apuesta por repertorios de acción tradicionales como las manifestaciones callejeras o incidencia en el Congreso, y por el uso de las nuevas tecnologías para difundir información y crear redes de movilización. A su vez, a nivel transnacional, estas campañas se caracterizan por ser impulsadas por sectores religiosos, organizaciones de padres de familia y partidos de derecha.
En la batalla antigénero, América Latina aparece como un escenario de disputa fundamental. De acuerdo a los discursos de la iglesia católica, los países latinoamericanos están siendo presa de la colonización ideológica por parte de presiones políticas y financieras extranjeras. Dicha colonización estaría marcada por la irrupción de posiciones liberales que defienden el aborto, la anticoncepción, la esterilización, la homosexualidad y el matrimonio entre parejas del mismo sexo, y se impondría mediante las prácticas globales de apoyo al desarrollo por parte de los países ricos, especialmente de origen europeo.
Este giro hacia la defensa de la soberanía, sin embargo, no es otra cosa que la otra cara de una misma moneda: los marcos discursivos y las estrategias de la derecha. Según Robin Lakoff,2 la defensa de la nación y de la familia, a partir de la imagen de un padre autoritario al que hay que obedecer, le dan contenido y sustentan el proyecto de derecha dominante en Estados Unidos y podríamos inferir que en el resto del mundo. En todo caso, es interesante observar que tanto la defensa de la soberanía como de la familia tradicional se ocupan de deslegitimar y contrarrestar la acción feminista que se ha producido en los últimos 20 años –centrando el debate en el período que sigue a El Cairo– sobre todas las estructuras sociales que sostienen las relaciones desiguales de poder. Así se termina por menospreciar las conquistas significativas del feminismo para asegurar derechos plenos para todas las mujeres. En las últimas, con base en un ideal de autoridad estatal, se arguye la intromisión extranjera para negar que estos cambios son resultado de una agenda del movimiento feminista construida endógenamente.
Nuevas estrategias
Las principales críticas y características atribuidas a la “ideología de género” articulan las concepciones tradicionales de sexualidad y reproducción de los conservadores de antaño, al tiempo que presentan una interpretación parcializada sobre las posturas feministas y los contenidos de los derechos sexuales y reproductivos. Por un lado, el recurso a la “ideología de género” ha permitido a los movimientos conservadores continuar su defensa de la noción de sexualidad y reproducción heteronormativa sin la necesidad de hacerlo evidente. En otros términos, la “ideología de género” ha sido una herramienta de comunicación y persuasión muy eficaz. Ayuda a los que “luchan” en su contra a evitar el lenguaje abiertamente homofóbico –que está prohibido por ley en algunos países– y a presentar sus argumentos en términos seculares. Por ejemplo, en lugar de decir que el matrimonio entre personas del mismo sexo va en contra de las enseñanzas religiosas, los opositores de la “ideología de género” dicen que amenaza “el orden natural de las cosas” y representa una intervención en la esfera privada.
De hecho, siguiendo la intención de argumentar con un lenguaje que no sea abiertamente homofóbico pero que permita manifestar una oposición radical a cualquier proyecto de comprensión y aproximación a un orden sexual alternativo, el papa Juan Pablo II declaró que “las personas se deben acompañar como las acompaña Jesús. Cuando una persona que tiene esta condición llega hasta Jesús, Jesús no le dirá seguramente vete porque eres homosexual. No. Lo que yo he dicho es esa maldad que hoy se hace en el adoctrinamiento de la teoría del género”. Se trata de una estrategia discursiva que, atendiendo a las exigencias de no discriminación del contexto contemporáneo, esconde su rechazo a la homosexualidad y apela a ideas y nociones afines al sentido común que terminan por legitimar el orden sexual tradicional (por ejemplo, “el orden natural de las cosas”, “adoctrinamiento”, “colonización ideológica”, “destrucción de valores fundamentales”).
Por otro lado, por medio de este concepto se favorece una representación sesgada y parcializada del feminismo y del proyecto de defensa y garantía de los derechos sexuales y reproductivos. El feminismo estaría conformado por personas que odian a los hombres y que persiguen un proyecto radical de transformación del orden sexual. Adicionalmente, se dice que es “una peligrosa línea de pensamiento que amenaza con infectar a los niños y destruir la democracia”.3 Mediante este tipo de aseveraciones se distorsiona el proyecto de reconocimiento y garantía de los derechos sexuales y reproductivos y, de nuevo, se desplaza la atención hacia la amenaza que representaría la “ideología de género” para algunos de los valores compartidos (en este caso, la protección de los niños y la defensa de la democracia).
Siendo así, quienes apelan a la “ideología de género” como un peligro emplean una estrategia discursiva que consiste en resaltar los estereotipos y prejuicios sobre el adversario, al igual que en distorsionar su objetivo.
Ana Cristina González y Laura Castro son colombianas. Esta columna es un resumen del primer capítulo del libro _Develando la retórica del miedo de los fundamentalismos (Perú, noviembre de 2018)._
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Baruch, Ricardo (2017), “Un año de las megamanifestaciones del Frente Nacional por la Familia”, HuffingtonPost México, 29 de setiembre de 2017. ↩
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Language and Women’s Place (2004). ↩
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Campoy, Ana, “La extrema derecha quiere venderte una teoría sobre el sexo y el género que no existe”, Quartz, 17 de noviembre de 2017. Disponible en: https://qz.com/1012941/la-extrema-derecha-quiere-venderte-una-teoria-sobre-el-sexo-y-elgenero-que-no-existe/ ↩