Para algunos, cuando de nadar se trata, la raza labrador retriever (ya veremos el por qué del nombre y apellido) es la Michael Phelps canina. Para otros, hablar de labradores es motivo suficiente para que se les piante un lagrimón, producto de la popular (?) película Marley y yo, cuyo protagonista es un cachorro que acompaña las vivencias de una pareja hasta que, bueno, hay que verla. Y para la mayoría esta raza, que en algún momento se sabe que cazaba, ahora es un adolescente eterno capaz de jugar y correr aunque su estado de salud le impida casi moverse.

Lo cierto es que su origen es bastante interesante. Cuando los vikingos vinieron a América, por el año 1000, su lugar de arribo inicial fue por las remotas islas del gélido Canadá. Hablamos de la región noreste de América, que hoy en día se conoce como la Península del Labrador. Listo, caso resuelto: el labrador se originó en esa zona, es lógico. Pero no.

Allá por el siglo XV, próximo a la mencionada península existía y aún existe una isla llamada Terranova que, antes de las incursiones europeas, era habitada por esquimales. Con la llegada de los primeros aventureros, se fue transformando en una especie de lugar de achique de aquellos pescadores y cazadores que no estaban tan de acuerdo con las leyes de la época; allí encontraban asilo.

Con ellos llegaron perros, mezclas de razas inglesas, irlandesas y portuguesas, entre ellas una bien documentada en esos tiempos, la san Juan, que surgió a través de las crías de los primeros colonos de la isla, en el siglo XVI. Esta raza en realidad es la antepasada común que comparten los labradores y los terranova, pero lógicamente el producto final tan diferente se debió a las otras razas que se involucraron para llegar al producto final de cada una.

Debido a la severidad del clima y al terreno que caracteriza a la isla, se buscaba un perro que tuviera un apoyo firme de los pies, mucha resistencia y capacidad para el nado. Su primer trabajo, de hecho, tuvo que ver con la buena relación de esta raza con el agua. Al ser pequeños, se subían a los botes junto con los pescadores y, cuando se necesitaba enviar algo de un barco a otro o cuando debían traer los cebos utilizados en las redes, mandaban a los perros para que cumplieran el objetivo nadando.

Ya un poco cansada de comer pescado, la gente comenzó a cazar aves, sobre todo perdices, para variar un poco la cosa, y quién mejor que este perro para ir a buscar la presa que caía al agua. De ahí su apellido, retriever, que significa “perdiguero”, o sea, “aquel que caza perdices”. Era tal su efectividad como perros cobradores de caza que de a poco fueron desplazando a colegas famosos por el mismo trabajo, por ejemplo los pointer y los setter. Tal habilidad rápidamente llamó la atención de la aristocracia inglesa, y así comenzó la migración de la raza de América hacia Europa.

Tras algunos retoques de aspecto y características morfológicas, y con el esponsoreo no menor del rey Jorge VI y la reina Isabel II, en 1903 el labrador retriever fue reconocido como raza oficial en Reino Unido. Tuvieron que pasar un par de décadas para que volviera a su tierra de origen, donde recién en 1932 la raza fue oficialmente reconocida. Pero no llegó como mascota de compañía, sino que vino como herramienta indispensable para aquellos cazadores deportivos de clase alta.

Actualmente es una de las razas más populares y de las que mejor grafican el concepto de neotenia. Neotenia significa mantener las características juveniles siendo adultos. Son juguetones, inquietos y dependientes de nosotros; básicamente, lo que se busca en un animal que originalmente fue un lobo que no estaba ni ahí con el ser humano. Pero esta cualidad esconde algunos problemas que se dan mayoritariamente en este tipo de razas. Por ejemplo, los cachorros labradores tienden a morder con mayor intensidad que otras razas, ya que al parecer la tolerancia de las madres labradoras al dolor causado por las mordidas de sus hijos es más alta que la de las demás. Por ende, los cachorros aprenden a modular la intensidad de la mordida, pero por encima de la media.

Labrador retriever

Con un tamaño de entre 55 y 60 centímetros y un peso aproximado de 22 a 35 kilos, esta raza tiene un promedio de vida de diez a 12 años. Dentro de sus trastornos más comunes se destacan los problemas articulares, alergias y enfermedades oculares. De apetito voraz, tienden a padecer obesidad, y por eso se les debe administrar el alimento adecuado y los ejercicios acordes al tamaño de la raza.