No quieren ser cómplices del desperdicio de papel y tarjetas. Coherentes con la premisa ecológica que las guía, las socias de Nido tienen un sello que estampan con los datos del negocio. Estrenaron el local de la calle Juncal en abril de 2017 y poner en forma la página web les llevó hasta el año pasado. Por ambas vías, Nido es un espacio de comercialización que nuclea diferentes emprendimientos. Es una vidriera de objetos de deseo, a veces souvenirs, de escritorio, funcionales, decorativos, gastronómicos, tecnológicos y textiles, en un rango igual de amplio de precios: desde 80 a 3.000 pesos. “Una de las características de los emprendimientos con los que trabajamos es que no cuentan más que con su propio lugar o están lejos, porque hay de todas partes de Uruguay”, explica Victoria Olivera, contadora de la cooperativa. Pero no son meras receptoras. “Nosotros intervenimos en alguna etapa del proceso productivo, con el emprendedor y con un diseñador, ya sea creando un producto nuevo o mejorando los insumos que están utilizando”, explica. Dentro del servicio que brindan, sin sobrecargar los costos del artesano, está la incorporación de la marca resultante en el local ubicado frente a la puerta de la Ciudadela y también en la plataforma virtual.

Nido, que este año se independizó como cooperativa, es un proyecto que surge de C.Pue.D., una unidad de trabajo que licita proyectos con foco en la inclusión socioeconómica: “Es una cooperativa de técnicos que apoyan emprendimientos, pero en otras áreas, no solamente el diseño: mejoramiento de producto, plan de negocios, diferentes canales de mercado”, apunta la estudiante de psicología Micaela Aguirre Zabala, otra de las integrantes. Quienes forman parte de Nido trabajan con valores como innovación, inclusión, cuidado del medioambiente, diálogo y paz. “Y es importante la equidad”, recalca Olivera; “trabajamos con muchos emprendimientos liderados por mujeres y los priorizamos: el asociativismo y el género son factores que también hacen a la identidad que hemos generado”.

Desde mediados de 2018 hasta ahora se sienten más afianzadas. Además de contar con un espacio físico con muy buena ubicación, visible para el turista y para cualquiera que pase por la Ciudad Vieja, el año pasado estuvieron en la Rural del Prado, aparte de la experiencia de tres meses en la isla del shopping Costa Urbana. El tercer canal de venta son los regalos empresariales. “Creo que el diferencial es el trabajo en territorio, con el factor del diseño. Es juntar experiencias y saberes diferentes para generar en conjunto cosas nuevas que hagan competitivo a ese producto”, opina Olivera. “Estamos haciendo un plan de internacionalización, para empezar los primeros caminos para exportar, a ver qué necesitamos, indagando los primeros pasos, con Uruguay XXI, informándonos, capacitándonos, a mediano y largo plazo”, adelanta.

Los objetos que promueven mantienen cierta calidez artesanal. “Ahora nos encontramos en un camino hacia la economía circular, de trabajar toda la parte de reciclar y reutilizar, y queremos mostrar la historia de los procesos, si es madera reforestada, si usamos cuero reconstituido”, insiste Olivera. En cuanto a las grifas, “lo ideal es que siempre esté el logo del emprendimiento y el de Nido, y cuando es para empresas, agregamos el logo de ellos”, detalla Aguirre Zabala.

Entre los productos con más salida se destacan las pashminas de Tacuabé, una cooperativa textil de Paysandú (ex Paylana), y llama mucho la atención el amplificador de sonido que hacen junto con una emprendedora que lo arma con pallets desechados. Un inventario apenas somero de los productos que venden debería nombrar los pájaros de madera pintados para decoración, las tablitas de carpincho y de mulita, las latas de bombones de butiá o de licor de tannat, creados por una emprendedora de Rivera, que fueron muy pedidos para el Día de la Madre. Entre las incorporaciones más nuevas vale citar los lápices que vienen de la Costa de Oro: una vez que se les termina el grafo, tienen una cápsula biodegradable con semillas para plantar. Hay, además, llaveros, accesorios en cuero para libros, tarjeteros, una línea de productos electrónicos (soportes para laptop, para mesa y para cama), una de escritorio (almohadones para descansar las muñecas del teclado, tacos para elevarlo), para el hogar (delantales, bandejas de desayuno caladas que sirven también para computadora). “En las bandejas de desayuno se juntan varios emprendimientos: la cooperativa que hace el grabado, el emprendimiento familiar que trabaja la madera y las terminaciones, que las hace otra mujer”, explican. A la vez tratan de rescatar lo autóctono: el tero es el logo de Nido, pero el carpincho y el ñandú aparecen estampados en los mates y los almohadones, y en los separadores de libros aparecen la torre de Antel, el Palacio Salvo, el Palacio Legislativo, los “cuernos” de Batlle.

¿Cómo eligieron el nombre que las reúne? Un fragmento del poema “El nido”, de Juana de Ibarbourou, aquel que repetía “mi cama fue un roble”, viste la página web de la cooperativa: “Deslizo mis manos por sus claros maderos pulidos, y pienso que acaso toco el mismo tronco donde estuvo aferrado algún nido”.

Nido | Está en Juncal 1319 y en www.nido.uy. Son ocho socias: Marcela Queirolo, Victoria Olivera, Micaela Aguirre Zabala, María José Castelli, Mariela Pérez, Gabriela da Cunha, Leriz Perdomo y Ana López.