Murió la semana pasada, el 19 de julio, pero su familia dio a conocer la noticia ayer, tras celebrar un funeral íntimo. Es comprensible: Rutger Hauer fue uno de los actores más prolíficos del último medio siglo, muy querido en su tierra –Holanda– por sus protagónicos heroicos y admirado en el resto del mundo por lo logrado de sus papeles como villano.

Sin lugar a dudas, su personaje más importante fue el del replicante Roy Batty en la película Blade Runner (1982), de Ridley Scott. Allí, Hauer encarnó a un ser artificial, diseñado con la forma de un humano pero con habilidades físicas superiores, que lideraba a un grupo de compañeros que se negaban a finalizar su existencia cuando les llegaba la fecha de vencimiento. Violento y brillante, Batty comprende que ha llegado su fin, y tras salvar la vida de su perseguidor, el blade runner Rick Deckard (Harrison Ford), pronuncia uno de los monólogos más recordados del cine reciente: “He visto cosas que no creerían. Naves de ataque en llamas en el hombro de Orion. Contemplé los rayos-C brillando en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir”.

Las líneas no estaban en Sueñan los androides con ovejas eléctricas, la novela de Philip K Dick en que se basó la película, y fueron escritas especialmente para la película por el guionista David Peoples. Años después se supo que Hauer había modificado bastante el libreto. Modestamente, en su autobiografía All Those Moments: Stories of Heroes, Villains, Replicants, and Blade Runners (2007) el actor consignó que se había limitado a eliminar referencias “científicas” innecesarias y a atenuar el tono operístico. Sin embargo, al confrontar los papeles con el film, se advierte que la referencia a la lluvia –en la escena diluvia– fue un aporte exclusivo de Hauer.

Blade Runer fue el momento bisagra en la carrera de Hauer, pero el actor ya había dado el paso de Europa al cine estadounidense unos años antes de filmar con Scott. Nacido en Breukelen en 1944, sus padres eran profesores de actuación. Tras una juventud rebelde (se fugó y trabajó como marinero), volvió al oficio familiar y, tras hacer teatro experimental, en 1969 consiguió el protagónico en Floris, una serie de caballeros medievales que se transformó en un éxito en varios países europeos. El director de la serie era Paul Veerhoven, otro holandés que migraría a Hollywood, quien lo convocó nuevamente para protagonizar los largometrajes Delicias turcas (1973), Soldado de Orange (1977) y Spetters (1980).

Un año después sería convocado para trabajar de este lado del Atlántico en la película Halcones de la noche, en la que enfrentaba a un policía abnegado interpretado por Sylvester Stallone. Hauer, en cambio, era un terrorista internacional. Si la mudanza de continente implicó también una modificación en el tipo de roles que asumiría mayormente, el cambio no molestó al actor, que siempre dijo sentirse más cómodo en el papel de villano, al tiempo que los años endurecían sus peculiares facciones, alejándolo de la imagen de galán joven que había cultivado en Holanda.

Confesiones de una mente peligrosa (George Clooney, 2002), Batman Begins (Christopher Nolan, 2005), y Sin City (Robert Rodríguez, 2005) fueron algunos títulos entre los cientos de series y películas en las que tuvo papeles destacados.

En paralelo a su carrera, Hauer era un militante ambientalista y llevaba adelante la fundación Stafish, dedicada a visibilizar los problemas de quienes contraen sida.