¿Puede convivir la herencia de la dramaturgia de Shakespeare con el contenido chatarra de la televisión? Con este interrogante como puntapié inicial, el actor, director y dramaturgo cordobés Gustavo Kreiman escribió el unipersonal Rinoceronte negro, por ejemplo, que mañana a las 21.00 se presentará en La Cretina (Soriano 1236), interpretado por Delfina Ortiña.

Mientras la selección argentina disputa el Mundial de 2014, la argentina Julieta Capuleto –como todos saben, este es el nombre la protagonista de Romeo y Julieta–, que nació en la década de 1990, participa en una edición de Gran Hermano y necesita que en la casa se puedan ver los partidos de Argentina. “Ella y todos sus compañeros están muy preocupados por el destino futbolístico de la selección de Lionel Messi y Javier Mascherano. Entre confesiones, desvaríos y divagues lingüísticos involuntarios, Julieta Capuleto hace un repaso de su biografía personal y de su frustrado romance con Romeo Montesco, frente a Gran Hermano y el grupo de terapeutas que la asesora”. Pero su deriva “también puede ser leída como testimonio de la vida de una joven argentina criada en el marco del período neoliberal de los 90, alguien a quien la televisión le afectó profundamente su manera de estar en el mundo y sus representaciones de la realidad como mujer”, se plantea en la presentación del espectáculo.

Kreiman se formó en dramaturgia con maestros de la escena como Mauricio Kartun, y reconoce que Sergio Blanco es uno de sus mayores referentes con los que estudió, después de haber asistido a un seminario que Blanco dedicó a la dramaturgia, y otro que dictó sobre autoficción. Dice que, cuando Blanco habla de teatro, todo se vuelve un acontecimiento, ya que se refiere al teatro “como una palabra que va a ser carne, y uno, cuando escribe dramaturgia, siempre escribe desde el cuerpo para otros cuerpos” que estarán en escena.

Cuenta que lo marcaron muchos de sus planteos, sobre todo una experiencia performática que el uruguayo hizo en el Festival del Mercosur, en Córdoba, que se llamó Escenas de penitencias y autopsias, para el que trabajó con seis dramaturgos cordobeses, a partir de casos reales de crímenes ocurridos en esa localidad. “Una primera parte de la performance transcurría en la cárcel, y la segunda en una morgue mientras cada dramaturgo se dedicaba a escribir el monólogo de la víctima. Este fue un trabajo muy sensible en relación con el monólogo, ya que lo planteaba como una paradoja entre la soledad y la alteridad (paradójicamente, está dirigido a alguien que no responde) y, en ese sentido, el monólogo se vuelve patético, político y poético”, enturbiando la frontera entre lo real y la ficción. Kreiman cuenta que, al enfrentar el monólogo de Rinoceronte negro... _ tuvo muy presente este concepto, sobre todo cuando Julieta, sola, se enfrenta al confesionario de _Gran Hermano.

Para el director, Blanco es, fundamentalmente, un provocador, ya que entiende la dramaturgia como “el arte de la provocación” y la necesidad de producir “construcciones de sentido que no estaban prefabricadas en el imaginario del espectador”. Esta idea estuvo muy presente al momento de escribir “para provocar algo en el otro”, dice el director, poco antes de volver a presentar en Montevideo esta pieza que desafía los parámetros habituales de la escena.