Hace unos días, la comunidad latina en Estados Unidos sufrió el mayor ataque terrorista en las últimas décadas, la muerte de 22 personas y 24 heridos en El Paso, Texas. Antes de abrir fuego en el centro comercial Walmart, el autor de la masacre, un joven blanco de 21 años, publicó un manifiesto que explica las razones de su ataque terrorista y dice: “Estoy en contra de la invasión hispana”. Me pregunto: ¿quiénes son los hispanos?

El término “hispano” o “latino” se usa muchísimo para describir una zona geográfica del continente, para hablar de la cultura, de la música y de un idioma. Pero, realmente, ¿qué significa? La definición más común es: persona descendiente de colonos españoles en América. Bajo esta definición, ¿hay colonos españoles invadiendo Estados Unidos? ¿De dónde vienen?

La llegada de los europeos a América en 1492 tuvo un precio muy alto para todos los habitantes de esta tierra. No debe quedar reducida al indígena perdedor y al europeo ganador que colonizó; hubo exterminio de millones de nativos americanos, pero también hubo resistencia. La historia es mucho más compleja que la versión reduccionista según la cual América fue colonizada y se le impuso una nueva lengua y una religión. La población indígena quedó reducida pero no fue eliminada por completo; se produjeron sincretismos y mestizajes en la constitución de las familias. Este mestizaje continental dio a luz una población mestiza con diversos idiomas.

Una mirada reducida de América

Los líderes políticos son un reflejo del pueblo y de sus creencias. Un ejemplo de esta afirmación es el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que bajo su mandato, e incluso antes, durante su campaña en 2015, ha repetido una y otra vez que los que viven al otro lado de la frontera intentan venir a Estados Unidos de manera ilegal, y los ha calificado de violadores, criminales y animales: “Algunos pandilleros que ingresan al país ilegalmente no son personas sino animales”, repetía Trump en sus actos de campaña. Siempre recibía muchos aplausos.

Esta descripción no es nueva. Remite a las crónicas escritas por los europeos colonizadores en el siglo XV: los nativos, se afirmaba, son como “animales sin alma”. Entonces el mensaje no se refiere al idioma que hablamos, sino que busca describir a alguien que no es realmente un ser humano.

Los datos del censo de 2010 en Estados Unidos muestran la presencia de los hispanos o latinos no como inmigrantes indocumentados, sino como plenos ciudadanos estadounidenses. Según las cifras, 58,9 millones de personas, 20% de la población estadounidense, se identifican como latinos o hispanos; cerca de 30% es monolingüe, es decir que habla solamente inglés, una cifra que según los estudios va en aumento.

Los líderes políticos –Trump en especial, así como varios de sus seguidores que creen en la ideología de la supremacía blanca– parecen convencidos de que América, o por lo menos Estados Unidos, debe no sólo hablar ingles, sino también ser blanca. El atacante de Texas expresó en su manifiesto: “No me gusta la gente de raza mixta” y afirmó que la “raza blanca es superior”.

Esta nueva realidad en nuestro continente nos debe mover a cuestionarnos los términos y etiquetas que usamos y repetimos. Las características físicas de aquellos a quienes llamamos “hispanos” o “latinos” –una persona de media estatura, de rostro ovalado, cabello negro, piel color canela– muestra una herencia de resistencia, y corresponde a la descripción que el autor de la masacre en El Paso, Texas, hacía de su potencial objetivo a la hora de disparar. En su manifiesto deja claro que una población mestiza no es aceptable en una ideología dominante que proclama la pureza blanca.

Para nosotros, nuestras raíces nativoamericanas son un orgullo. Para otros, pueden ser un ataque o una invasión, y esto ha quedado claro hace unos días. Este lamentable suceso en El Paso debe hacernos despertar y tomar conciencia de lo que sucede en el continente; tolerar discursos que desprecian y alientan el odio hacia los pobladores originarios de esta tierra, así como hacia sus descendientes, no es aceptable.

Como mestizos tenemos el derecho no sólo de existir, sino también de vivir sin etiquetas que nos deshumanicen y nos quiten derechos como verdaderos americanos, sin necesidad de usar el “latino” o “hispano” como prefijo. Queda claro que aún tenemos que trabajar en la construcción de una verdadera diversidad que muestre tanto el resultado de la colonización como de la resistencia que sigue aún latente en el continente.

Yenny Delgado es psicóloga, teóloga, especialista en desarrollo y analista política. Escribe desde Washington DC, Estados Unidos.