Hay colectivos teatrales que se permiten reflexionar sobre sus búsquedas estéticas, indagar en la obra de sus colegas, gestionar un espacio de encuentro y debate. A fines del año pasado, colectivos, estudiantes, creadores y actores fundaron una red como plataforma de visibilización y colaboración, que, por extensión, también les permite repensar sus prácticas creativas. Si en los 60 Roland Barthes creía que el teatro era una “máquina cibernética, una verdadera polifonía, un conjunto, un grueso de signos”, hoy se afianza como un acontecimiento de transformación constante. Así surgió la Red de Artes Vivas (RAV), con la idea de visibilizar, colectivizar y potenciar a los artistas independientes –la mayoría menor de 30 años– que no se encuentran “bajo el foro de una institución”.

Mañana comienza el I Festival organizado por la red, que, hasta el 22 de setiembre, presentará 13 obras en distintos puntos de Ciudad Vieja (Café 11:11, Centro Cultural de España, Ensayo Abierto, Las Bóvedas, Tractatus, Bar Montevideo, Instituto Nacional de Artes Escénicas), además de foros, debates, residencias de dramaturgia y talleres.

Federico Puig (dramaturgo, director) y Felipe Ipar (actor, director), integrantes de la red, dijeron a la diaria que el objetivo primario de RAV es “concentrar lo disperso”: “Tenemos distintas maneras de hacer teatro, venimos de lugares geográficos diferentes, de organizaciones, temáticas y lenguajes distintos. Y nos unimos con la intención de visibilizar esta dispersión. Es la definición más sintética que hemos encontrado para no caer en un manifiesto o estar bajo una misma consigna”, explica Ipar. Puig aclara que RAV es un espacio de acuerdos, en el que la estructura es horizonta, y se trabaja con reuniones quincenales abiertas: “Esto de trabajar lo disperso no sólo tiene que ver con una idea; también responde a un mecanismo que se va dando en nuestro quehacer, ya que lo que compartimos son modos de producción”.

Dice que la red se empezó a gestar –“y ahí está su verdadero valor”, observa– en el encuentro con el otro. “En el ámbito teatral hay un centro, con artistas hegemónicos, instituciones de teatro independiente, y muchos creadores haciendo obras muy interesantes, y muy válidas desde lo estético, pero que no se conocen”, por eso, reivindica este cruce que se da desde la práctica y el ánimo de encuentro, como el “mejor modo de potenciarnos entre nosotros”.

El concepto de artes vivas, puntualiza Ipar, responde a que si bien esto surge como un movimiento teatral, pretenden trascender la disciplina y convocar a la danza, la performance, el circo y el happening, con la intención de ampliar públicos, “porque, para que suceda necesitamos que haya otro mirándonos”, plantea.

En esta búsqueda de consensos, cuenta que se propusieron alcanzar una definición flexible: “Nos identificamos con un teatro más alternativo, menos hegemónico o de menor visibilidad, lo que no impide que haya integrantes de la red que trabajen en ambos lados. Y no hay incompatibilidad, ya que se trata de trabajar para visibilizar un teatro que se mueve de otras maneras. Creo que esto termina trazando lineamientos comunes indirectamente. Tenemos la convicción de que hay buen teatro que no tiene tanta visibilidad, y queremos emparejar un poco el medio y potenciarlo. No atacamos otras maneras de trabajo, y el integrarse se volvió una herramienta común, ya que si vas a una reunión, sos parte. Porque es necesario conocerse entre los creadores. Y esto”, reconoce, “ha cambiado todo”. El director la concibe como una mirada estratégica, ya que, “si nos unimos”, dice, “se fortalece nuestro trabajo”.

Esa elástica configuración “no es una reivindicación desde el discurso sino desde la práctica”, complementa Puig, y cuenta que una de las acciones de esta red es, por ejemplo, establecer una plataforma de recursos en la que todos los artistas compartan distintos elementos (escenografía, vestuarios, localidades libres). “Había colegas que ni siquiera conocía y ahora veo sus obras. Eso, inevitablemente, transforma mi trabajo. Es la influencia estética real de colectivizar”, advierte.

En esta apuesta, reconoce Ipar, “hay un sueño de poder vivir realmente del teatro. O, por lo menos, darle un lugar más justo a lo que hacemos, porque creemos en esto”. Y agrega: “Estamos trabajando desde la solidaridad. Esto lleva a cuestionarse a nivel social, e incluso al quiebre de las lógicas neoliberales”. Reivindicando, así, el poder de un arte vivo y comprometido con la realidad.

Agenda

Mañana, las que inauguran el festival son Medusa, dirigida por Cecilia Caballero (a las 20.00 en Las Bóvedas), e Y, a cargo de Federico Puig (22.30, Ensayo Abierto). Además, entre las distintas propuestas estarán Lado B, aunque yo no sea (Florencia Lindner), Los crueles (Viviana Stagnaro, Camila Vives) y MAD, el nuevo orden (Jonathan Parada). La programación completa está disponible en la página de Facebook de la red.

En paralelo, organizaron cinco espacios de debate que “condensan inquietudes sobre las cuestiones que nos atraviesan: fondos públicos; representación de los artistas independientes en la institucionalidad, que es un tema bastante cuestionado; y también habrá un espacio dedicado exclusivamente a estudiantes y las autoridades de distintas escuelas”, anuncian. Y también habrá una mesa dedicada al teatro infantil.

Entre las demás actividades, se realizará una residencia dramatúrgica (a cargo de Salvadora Editora), entrenamientos creativos, talleres (el teatro como espacio, a cargo de Felipe Ipar), y un work in progress de Bruno Acevedo y Luciana Bauzá.

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