En el texto Qué es el nacionalsocialismo, el pensador y revolucionario ruso León Trotsky escribió: “La controversia sobre la personalidad de [Adolf] Hitler se agudizó cuanto más buscaba el secreto de su triunfo en sí mismo. Al mismo tiempo, sería difícil encontrar otra figura política que fuera, en la misma medida, un punto de convergencia para fuerzas históricas anónimas. No todos los pequeños burgueses exacerbados podrían haberse convertido en Hitler, pero una partícula de Hitler se aloja en cada exacerbación pequeñoburguesa”.

Roberto Alvim es la apariencia más dantesca del fascismo nazi que está en el corazón del bolsonarismo. El ex secretario de Cultura de Bolsonaro es sólo una pieza de una lógica mucho más grande y mucho peor, que se está incrustando cada vez más en la sociedad brasileña y en las estructuras de poder, no sólo en el Ejecutivo, sino también en el Legislativo, en el Poder Judicial, en las finanzas, en los negocios y en los medios de comunicación.

La diferencia que separa el video aberrante de Alvim de los ensayos previos de otros agentes nazi-bolsonaristas que alaban la muerte de enemigos, evocan dictaduras y torturadores, proponen AI-51 e intervención militar, y ensalzan la esclavitud, es que esta vez Alvim dejó patente la asociación intelectual e ideológica del nazi-fascismo con el bolsonarismo. Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi de Hitler desde 1933 hasta 1945, es una inspiración intelectual del régimen establecido con la evolución del golpe de Estado de 2016.

Alvim no es una excepción; es la regla. No cometió ningún desvío; sólo actuó con mayor realismo, y tuvo la desgracia de atraer hacia él la reacción de poderosos aliados del gobierno a quienes “no les gustaban” sus “excesos”. Si no fuera por la fuerte presión de ciertos segmentos del propio bolsonarismo, Alvim permanecería en el cargo. Dos horas antes de publicar el infame video en las redes sociales, Bolsonaro le rindió homenaje en vivo: “Después de décadas, ahora tenemos un verdadero secretario de Cultura, que sirve a los intereses de la mayoría de la población brasileña. Población conservadora y cristiana. Muchas gracias por aceptar esta misión”.

La renuncia de Alvim, quien, si viviera en Alemania, sería encarcelado, no elimina la amenaza y el riesgo real de avance fascista.

El video de Alvim fue meticulosamente producido para reproducir, con absoluta verosimilitud, la estética, el totalitarismo, el descaro, la severidad, la retórica, la épica y la monstruosidad nazi. Además, es aun más grave que esta pieza de exhortación nazi se haya diseñado en los entornos de poder y se haya pagado con dinero del presupuesto federal, lo que demuestra la absoluta libertad de acción y circulación de la ideología nazi-fascista en los círculos centrales de poder del país.

La renuncia de Alvim, quien, si viviera en Alemania, sería encarcelado, no elimina la amenaza y el riesgo real de avance fascista. En el momento en que despidió a Alvim, Bolsonaro no revocó el plan de “arte nacional heroico e imperativo”, con lo que dejó en evidencia que, bajo su gobierno, la inspiración de Goebbels vive. Sería ilusorio y, sobre todo, peligroso creer que el despido de Alvim detiene el riesgo de proliferación fascista en Brasil. Alvim hizo lo que hizo porque encontró suelo fértil en el gobierno de Bolsonaro para materializar la utopía nazi-fascista.

El bolsonarismo es la forma que tomó el neoliberalismo en Brasil; es el pacto de dominación firmado entre la oligarquía dominante, el establishment estadounidense y las finanzas internacionales para promover la destrucción más terrible y profunda de la soberanía y la devastación de la riqueza del país que ocurrió desde la invasión portuguesa, hace 520 años.

Para hacer posible el brutal saqueo de riqueza e ingresos de Brasil en el contexto de la crisis global del capitalismo se necesitan un régimen y un orden fascistas y totalitarios. Sin represión y abierta violencia social, y, también, sin el terror de un Estado policial y totalitario, liderado por Sérgio Moro, el programa de destrucción ultraliberal que se está llevando a cabo en Brasil no sería factible, de la misma manera que, de hecho, no hubiera sido posible en Chile si no hubiera sido por la sangrienta dictadura de Augusto Pinochet.

En el mismo texto citado en la apertura de este artículo, Trotsky dice: “Son absolutamente falsas las esperanzas de que el gobierno de Hitler caerá mañana, si no hoy, víctima de su inconsistencia interna. Los nazis necesitaban un programa para llegar al poder; pero el poder no sirve a Hitler para implementar su programa. Sus tareas son asignadas por el capital monopolista”.

Jeferson Miola es integrante del Instituto de Debates, Estudios y Alternativas de Porto Alegre y fue coordinador ejecutivo del Foro Social Mundial.


  1. Acto Institucional de la dictadura brasileña emitido en 1968, que suspendía garantías constitucionales (como el derecho a la manifestación y a la libre expresión, lo que llevó a la censura de la prensa, el cine, el teatro y la música) y subordinaba el Poder Legislativo y el Poder Judicial al Poder Ejecutivo.