En pocos días se completará el cambio de gobierno, iniciado el 15 de febrero con la asunción del nuevo parlamento, y Luis Lacalle Pou se convertirá en el 42° presidente de la República Oriental del Uruguay. Sin lugar a dudas, este cambio en democracia, para el convulsionado contexto latinoamericano y para nuestra propia historia, es un hecho trascendente. Más trascendente aún porque se trata del ciudadano más joven elegido para el cargo; porque está acompañado por la primera mujer elegida por voto popular para la vicepresidencia; y porque es el primer gobierno de derecha después de 15 años de gobiernos de izquierda en Uruguay. Todos estos elementos, considerando el marco institucional en el que se desarrollan, parecen dar cuenta de nuestra solidez democrática. No obstante ello, cabe señalar cuatro aspectos de este proceso que, a mi juicio, resultan centrales para nuestra calidad democrática: 1) la seriedad de las propuestas; 2) la responsabilidad en la construcción del relato; 3) la transparencia sobre el programa de gobierno; y 4) la gobernabilidad.

En cuanto a la seriedad de las propuestas, las de la coalición que ganó las elecciones fueron superficiales –banales en algunos casos–, a tal punto que lo central del mensaje, la alternancia, podría sintetizarse en su eslogan de campaña: “Está bueno cambiar”. Hay cierta idea, que va adquiriendo fuerza, de que las elecciones se ganan con caras bonitas, frases hechas y mucho color, no con propuestas. La promesa de algo nuevo, bueno y mejor parece llenar las almas descreídas de la política. Es como si la política –que se supone que tiene que ver con la compleja administración del conflicto en los asuntos de la comunidad, con sus tensiones y negociaciones permanentes– se transformara en la antipolítica, es decir, algo light, colorido, sin conflictos y esencialmente bueno. Cuando esto lo encarnan outsiders de la política, preocupa, pero cuando lo encarnan representantes de la vieja política reconvertidos, espanta.

Con respecto a la responsabilidad en la construcción del relato, mostrando un poco la hilacha, la “coalición multicolor” se ha dedicado a profundizar el del caos. Parecen, de algún modo, ir preparando el terreno para las reformas que pretenden implementar. La inseguridad, la crisis económica y la corrupción constituyen los pilares discursivos fundamentales del relato que se intenta imponer. Por ejemplo, en materia de seguridad pública, frente a la secuencia de robos –de armas y chalecos– a policías, se expresa que “acá hay una batalla muy tremenda [...] parecido a lo que pasó en Chile” y que se necesita “un cambio en la seguridad pública, especialmente en el accionar de la Policía”, para revertir esta situación insostenible.1 En referencia a las cifras oficiales de la economía, se afirma que “hay números más preocupantes de lo previsto”;2 y en relación con las auditorías propuestas, se afirma: “es claro que el fin del recreo [...] no los deja dormir tranquilos”.3

En cuanto a la seriedad de las propuestas, las de la coalición que ganó las elecciones fueron superficiales, a tal punto que lo central del mensaje, la alternancia, podría sintetizarse en su eslogan de campaña.

En lo que tiene que ver con el programa de gobierno, el verdadero programa de la “coalición multicolor” no fue presentado en campaña, sino dos meses después del triunfo electoral, en una ley de urgente consideración. De esta manera demuestran la poca voluntad de discutir democráticamente las reformas que pretenden impulsar. En su primer borrador, esta ley de 457 artículos promueve cambios e innovaciones normativas en diversas áreas, y a impulso principalmente de organizaciones sociales –que ven con preocupación sus aspectos regresivos, refundacionales y populistas– está siendo objeto de debate público. El análisis somero de las propuestas sobre seguridad, educación, empleo y medios da cuenta de los intereses que el nuevo gobierno va a defender, es decir, de qué lado va a estar.

A propósito de la gobernabilidad, la “coalición multicolor”, como ya se ha señalado, tiene debilidades; por ejemplo, su base de respaldo popular, dada la ajustada victoria en el balotaje; y el poco peso electoral de su socio mayoritario –29% del Partido Nacional– que lo hace muy dependiente del resto de los miembros. Dos aspectos, entre otros, de la “agenda multicolor de gobierno” dan cuenta de estas debilidades: 1) la presentación de la ley de urgente consideración como una de las primeras medidas de gobierno –previendo posibles rupturas– “aprovecha la solidez inicial [...] para evitar discutir cada una de las propuestas del proyecto durante el período”4 y 2) las dificultades iniciales para la elección de una candidatura común a la Intendencia de Montevideo, que generaron acusaciones públicas entre sus notables miembros.5 Sería deseable, pensando en el fortalecimiento de la democracia, que la solución que encontraron –la elección de una joven mujer profesional como “candidata multicolor”– tuviera más que ver con una cuestión de equidad que con un “aire fresco” para la política capitalina.

En este tiempo de aparentes riesgos en cuanto a las conquistas de derechos, de retroceso en cuanto a la representación de las mujeres en los ámbitos de toma de decisión, de desmemoria en cuanto a nuestro pasado reciente, con intentos de relativizar las terribles acciones de terrorismo de Estado minimizando el número de desapariciones forzadas,6 nos salva la política. Participar, organizarse, tender puentes entre los movimientos sociales y los partidos políticos. Más y mejor democracia no depende solamente de quienes circunstancialmente ejercen el gobierno, depende fundamentalmente de lo que haga cada uno de nosotros.

Federico Sequeira es docente e investigador en políticas culturales en el Centro Universitario de la Región Este, Universidad de la República.


  1. Entrevista a Julio María Sanguinetti en Radio Uruguay (12/2/2020). 

  2. Entrevista a Álvaro Delgado en El País (9/2/2020) 

  3. la diaria (6/1/20). 

  4. Entrevista a Eduardo Bottinelli en Radio Uruguay (10/2/2020). 

  5. Ignacio de Posadas en la diaria (30/1/20), acusando uno a otros de haber torpedeado “la base de credibilidad” del gobierno entrante. 

  6. Entrevista a Rivera Elgue en la diaria (15/2/20).