Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

La marcha de ayer por el Día Internacional de la Mujer estuvo precedida por preocupaciones acerca de la posibilidad de incidentes violentos, pero una vez más fue multitudinaria y transcurrió en forma pacífica, incluso más que en años anteriores. No parece que esto se haya debido al temor, sino a la madurez y la inteligencia de quienes participaron.

Es una buena noticia, porque se trata de una movilización que convoca por motivos muy legítimos, que afectan a la mayoría de la población, y si bien el nuevo Poder Ejecutivo realizó un despliegue de fuerzas de seguridad que puede considerarse excesivo, mucho más grave habría sido que, a pocos días de su asunción, hubiera reprimido en la primera ocasión en que se salió a la calle. Es claro que en este gobierno hay actitudes hacia el feminismo más hostiles que en el anterior, pero la marcha de ayer no fue convocada contra la “coalición multicolor” ni contra el presidente Luis Lacalle Pou, y habría sido una enorme torpeza de las autoridades nacionales asumir eso y responder con violencia.

En otros escenarios sí se está reprimiendo más, y en varios episodios pareció claro que hubo un uso desproporcionado de la fuerza. No sorprende que Guido Manini Ríos haya comentado que “no hay nada que cuestionar cuando la Policía empieza a ejercer la autoridad como debe ser”, pero alarma que, consultado sobre esos hechos, Lacalle Pou haya dicho que responden a “instrucciones claras” suyas y del ministro del Interior, Jorge Larrañaga.

Según el Comité Central del Partido Socialista, este tipo de respuesta ante las preocupaciones ciudadanas por la inseguridad no llegó con el cambio de gobierno, sino que, en los últimos cinco años, “el fortalecimiento de los aparatos represivos y el avance de discursos y medidas punitivistas dentro del propio Frente Amplio generaron debates internos y [...] condiciones que no favorecen el avance de una perspectiva nueva para el abordaje de los problemas de violencia y fragmentación”, en el marco de un auge social de “las lógicas del miedo, el castigo y la estigmatización”.

Por otra parte, dentro del Partido Colorado (PC), dirigentes del sector Batllistas reaccionaron contra la “proscripción” de Julio Luis Sanguinetti, a quien el canciller Ernesto Talvi no considera conveniente designar como integrante de la Comisión Administradora del Río Uruguay. Parece obvio que en el trasfondo está la puja por el liderazgo colorado: en las internas del año pasado Julio María Sanguinetti perdió, pero hace unas cuantas décadas que no se subordina a nadie, su relación con Lacalle Pou va por un carril aparte, y su presencia en el Senado (donde Talvi no asumió su banca) puede instalar una especie de poder paralelo dentro del PC. El sanguinettista Gustavo Osta opina que “un conflicto interno” colorado le complicaría el gobierno a la coalición. Veremos.

Lo que sin duda les trae complicaciones al Partido Nacional y a sus socios es la sumatoria de irregularidades por parte de gobiernos departamentales nacionalistas. La perla más reciente en ese collar es un lapidario informe del Tribunal de Cuentas sobre la Intendencia de Colonia.

Hasta mañana.