Debajo del póster de la película Los excéntricos Tenenbaum (Wes Anderson, 2001) aparece la siguiente frase: “Familia no es una palabra, es una sentencia”. Y la familia Mazzotti no parece ser la excepción. Tras la muerte del patriarca, cuyo vacío dice mucho más que cualquier presencia, el resto de los integrantes del clan se verá obligado a reordenar su rol. Y a discutir qué hacer con la casa de la playa.

Alelí es, además del nombre del segundo largometraje de Leticia Jorge después de Tanta agua (2013), el nombre del problemático inmueble. Ernesto (Néstor Guzzini) se opone a dejar el pasado atrás y a aceptar las responsabilidades familiares, mientras lidia con su madre, Alba (Cristina Morán) y sus hermanas, Lilián y Silvana (Mirella Pascual y Romina Peluffo, respectivamente).

De manera ágil y natural se nos presenta a estos cuatro personajes, su familia extendida y sus vínculos, mientras los acompañamos durante un fin de semana en el que quizá terminen diciéndose algunas cosas que tenían guardadas.

En conversación con la diaria, la directora se refirió al trabajo de escritura junto a Ana Guevara, con quien también coescribió y codirigió Tanta agua. “El primer tratamiento es previo a Tanta Agua y lo escribí yo sola, en un momento en que la primera película estaba muy trabada. Fue un poco de pensamiento mágico: sacarle peso para que la cosa sucediera”. Y así ocurrió.

“El verano antes de estrenarla tenía mucha necesidad de hacer otra cosa, y a Anita le pasaba lo mismo. Tuve una idea, a ella le gustó, y lo primero que pensamos fue ‘hagamos una versión del guion’. Y después de que lo escribimos, seguimos casi que hasta la última versión, buscando y cambiando cosas”.

Encontraron la película conforme la escribían. “Lo hicimos por ensayo y error, cambiando los personajes, haciendo que la trama tuviera quiebres más claros y que fuera más tradicional en ese sentido”. “Es el tipo de película que me gustaría ver y, por ende, la que tenía ganas de hacer”, explica. “Me parece que es más fácil conectar con historias contadas a través de un personaje concreto que tratar de hablar desde un lugar más grandilocuente”.

Hay una protagonista que tiene una importancia vital para la trama, tanta que le da nombre a la película. Se trata, por supuesto, de la idílica casa de balneario de los Mazzotti, a punto de ser vendida para ser demolida y que, en su lugar, se construya un complejo de bungalows. No podía ser cualquier edificación.

Además de la casa, debían tener en cuenta la relación con la casa vecina, las condiciones de audio de la zona, y que el balneario no estuviera muy lejos por los traslados para el rodaje. “Es una casa bastante tradicional de la época de arquitectura racionalista. Hay muchas y normalmente son lindas, luminosas, espaciosas... Tienen unas características nobles. Y necesitábamos que la casa fuera linda, que te diera pena que la tiraran. No es un rejunte; te da esa sensación de que alguien la construyó y la construyó pensando”. El interior también la convenció. “Tiene una distribución interna con dos ventanales que se conectan entre ellos. Quería que en un punto sintieras que la casa los miraba moverse y esos ventanales me resultaron inspiradores”.

La mejor versión

A diferencia de Ernesto, que no termina de asumir el lugar que ocupa, Leticia sí lo hace. “Desde el principio, cuando empezamos los cortos, nos hicimos cargo de lo que teníamos ganas de hacer. Y en ese sentido no fue distinto ni con Alelí ni con Tanta agua, ya que tenés una responsabilidad con la idea y con que sea la mejor versión de sí misma”.

“Cuando viajamos con la primera película habíamos ido a buscar plata. Y cuando hacés eso es un camino muy duro y deprimente. Entiendo que es parte del trabajo, porque necesitás plata que no tenés, y la gente que la tiene, tiene esas exigencias. Pero es duro”.

Esto cambió después del estreno de Tanta agua. “Fue un placer, porque estábamos viajando con una película que se defendía sola. Ya no tenías que salir a decir qué era lo que querías hacer y que la gente dudara de si ibas a poder hacerlo o no”.

“Con Alelí, cuando hicimos ese camino de los fondos, yo fui menos inocente, porque entendí que es un medio bastante cínico, pero igual me lo tomé bastante mal, porque es un proceso muy cansador. Aunque te miran distinto, porque ya hiciste una película a la que le fue bien. No sé si todos la vieron, pero saben cuál es, en qué festival estrenaste, quién la distribuyó... Hay otra idea, venís con un aval”.

Después de su pasaje por festivales nacionales e internacionales, hoy se estrenará Alelí en Uruguay. “Yo la hice pensando en que fuera abierta; tiene una vocación más popular. Es una comedia para que la vea la gente en la sala. Tiene eso de que la reacción del público es física, entonces no tenés que pensar qué le está pasando. En la función ya te das cuenta de si está funcionando o no”.

Ya en las primeras funciones en nuestro país el público “la vio y la abrazó. Y eso fue muy importante para la película y para mí”.

Alelí, dirigida por Leticia Jorge. Escrita por Leticia Jorge y Ana Guevara. Con Néstor Guzzini, Cristina Morán, Mirella Pascual y Romina Peluffo. En varias salas.