Entre 1973 y su muerte, en 2010, Robert B Parker escribió 40 novelas dedicadas a Spenser, un detective privado de Boston, y su saga fue heredada por Ace Atkins, que hasta ahora publicó ocho libros más. También hubo una serie televisiva (1985-1988) con Robert Ulrich, quien volvió a hacer de Spenser en cuatro películas para la televisión entre 1993 y 1995. Años después, se estrenaron otras tres películas televisivas (1999-2001), en las que Spenser fue interpretado por Joe Mantegna.

Ahora, la producción de Netflix Spenser Confidential reflota al personaje, manteniendo la ambientación en Boston, con el amigo Hawk, el mentor Henry y la perrita Pearl, pero esta conexión sólo parece un mero anzuelo de público. Aunque es posible que nunca hayas escuchado hablar de Spenser, hay muchos que sí, y ese mínimo porcentaje adicional de interés, en un negocio de ese monto, implica algunos millones extras que compensan ampliamente lo que sea que le hayan abonado a Atkins por cuenta de los derechos.

Spenser Confidential es independiente a la serie y a la noción de su existencia. De hecho, cualquiera que abra Netflix por estos días va a encontrar, entre las ofertas recientes, la foto de Mark Wahlberg con su cara de tipo duro y enfocado, lo que, combinado con el título, transmite muy bien de qué película se trata (¿por qué “confidencial”? No importa, el hecho es que al leer Spenser Confidential uno sabe que no es una comedia romántica).

Aquí Spenser no es propiamente un detective, sino un policía patrullero que agredió a un superior, indignado porque este era un marido golpeador. Recién cuando cumple su pena, luego de ser destituido de la fuerza y condenado a cinco años de cárcel, conoce a Hawk. Spenser y Hawk no practican boxeo, como en las novelas, sino que se destacan en artes marciales mixtas (MMA), más cercano al gusto masivo actual. En vez de estar casado con la psicóloga Susan Silverman, Spenser tiene un vínculo con un personaje muy distinto, Cissy. Sin ser un detective formal (tampoco podría serlo, por su antecedente penal), Spenser se dedica a hacer justicia por su mero sentido de rectitud, piedad por las víctimas del crimen, y asco por los policías corruptos que carcomen el sistema.

El cambio de profesión de la compañera de Spenser puede responder al perfil filorrepublicano de esta película; “psicóloga” quizá hubiera sonado demasiado intelectual. Cissy es una cuidadora de perros, y no es nada ajena a pegarle unas buenas patadas a algún villano.

Patadas demoledoras

Cuatro minutos después de que empieza la película, y todavía en la cárcel, Spenser es rodeado por cuatro brutos grandotes que quieren darle una buena lección. Luego de un breve intercambio de frases truculentas pero tranquilas, un viejo amigo del protagonista le dice “Jodételos, Spense”, y empieza la pelea, debidamente festejada con una banda musical rockera. Sin que el espectador tenga idea alguna de quién es Spenser, los meros códigos del género, combinados con la persona de Mark Wahlberg, ya nos indican quién va a ganar: ja, ja, ja, esos tipos se metieron con quien no debían. Es decir, no es de esas películas en las que la narrativa parece compungida por la violencia, sino la oportunidad desenfadada para una buena catarsis de patadas, rostros reventados contra las mesas y piñas demoledoras. Los malos más peligrosos son inmigrantes latinoamericanos: una banda de mafiosos dominicanos que decapitan a sus enemigos con machetes. Pero todo se da en un nivel no perturbador, no más violento que una trasmisión de MMA: no hay gore, ni litros de sangre, y los machetazos ocurren todos fuera de campo. Como es una película de peleas, cuando se da el embate final, Spenser, que tenía rendido al villano a punta de pistola, abdica de esa ventaja, vacía el cargador y lo invita a un buen enfrentamiento mano a mano, que va a transcurrir entre frases sobre si la justicia existe (la posición de Spenser) o si lo único que hay es la ley del más fuerte (la opinión del sorete). Unas buenas trompadas, curiosamente, le darán la “razón” a Spenser (¡dale, eso no califica como spoiler!).

Hay otros detalles de guion muy poco sutiles, como cuando Spenser está distraído y, para que no queden dudas sobre lo que le pasa por la mente, lo vemos escribir en un papel: “¿Quién habrá matado a Boylan? ¿Por qué?”. El humor es bastante rudimentario, y casi siempre consiste en alguien lastimándose (como cuando Spenser invade un jardín y es atacado por un perro guardián).

Pero ojo, un mínimo de respeto: uno de los guionistas de esta película es Brian Helgeland, responsable de, nada menos, Río místico, de Clint Eastwood (2003). Además de señalar que la película funciona en ese espíritu de matiné cervecera para varones con disposición a entretenerse en forma primaria, hay otras cosas buenas, como el chiste que tiene que ver con la desactualización informática de Spenser luego de cinco años de prisión. Hay un componente de sorpresa regocijante en el showdown, debidamente plantado en el guion durante las clases que Spenser toma luego de salir de la cana. Hay guiñadas cinéfilas (a Serpico, 1973; Sueño de libertad, 1995), ya que un entretenimiento primario no es necesariamente un entretenimiento para personas primarias; también funciona para personas inteligentes que hayan decidido otorgar un par de horitas de merecido reposo a sus esforzadas neuronas. Siempre es una delicia ver a Alan Arkin hacer de viejo gruñón, Iliza Shlesinger es tremenda comediante y una bomba de energía, y el honor profesional de los realizadores llevó a que no se resistieran a ostentar algo de refinamiento e imaginación cinematográficos en dos o tres escenas de montaje alternado.

Mencioné que la película es filorrepublicana porque remueve algunos sentimientos que suelen ir emparentados con esa opción de voto, pero no se planta como una película política, ni mucho menos fanática. Así que, compensando a los mafiosos dominicanos hay uno irlandés, igualmente repugnante, y hay un villano negro, pero también es negro el bueno de Hawk, así como la viuda de Terrence, que insta a Spenser a hacer justicia. Y eso de que Boyle sea un golpeador de mujeres está metido claramente a prepo, como para acompasar un poco la película con la agenda de derechos.

Spenser Confidential, dirigida por Peter Berg. Basada en novela de Ace Atkins. Con Mark Wahlberg, Winston Duke, Alan Arkin. Estados Unidos, 2020. En Netflix.