Desde que la pandemia es tal, diversos estudios se han abocado a analizar el comportamiento, la estructura, las vías de contagio, la mortalidad, la morbilidad y demás características del virus para entenderlo y, a partir de esa información, planificar estrategias que ayuden a disminuir su impacto sanitario. Paralelamente, se han esbozado algunos trabajos que apuntan a dilucidar el papel que pueden cumplir las mascotas en este nuevo escenario.

Hasta la fecha se han detectado casos esporádicos en los cuales las mascotas han reaccionado positivamente a las pruebas diagnósticas de la enfermedad. No obstante, en la medida en que hemos venido siguiendo el tema, ningún trabajo presentado ha logrado definir si las mascotas pueden infectarse de igual forma que los seres humanos, y menos si además podrían suponer una fuente de contagio adicional a las ya reconocidas.

Es por eso que hace diez días, desde la Facultad de Veterinaria de la Universidad de la República se dio a conocer el interés por elaborar un proyecto de investigación destinado a determinar la presencia o no de covid-19 en mascotas (perros y gatos) de personas que han dado positivo al test diagnóstico y en mascotas que a priori nunca estuvieron expuestas al virus, para poder comparar. Si bien el proyecto aún se está elaborando y está sujeto a aprobación, el doctor Alejandro Benech, grado 5 y director del Departamento de Pequeños Animales de dicha facultad, adelantó algunas de las etapas que tendría.

El objetivo es determinar la presencia del virus en perros y gatos, por un lado, y si estos son capaces de reaccionar a través de la generación de anticuerpos. Para confirmar el primer punto, se realizarán dos hisopados en el animal: uno nasofaríngeo y otro rectal, a través de un hisopo estéril, del mismo tipo que los utilizados en seres humanos.

Para determinar o descartar evidencias en las muestras se trabaja con técnicas de barrido que comparan el ARN viral obtenido con el ARN viral específico del nuevo coronavirus, que ya se ha identificado y conocemos. Si ese ARN es idéntico al ARN que se usa como referencia, quiere decir que el virus ingresó en el organismo de la mascota.

Acá vale repasar algunos términos: el ARN es una molécula presente en las células que se encarga de mediar entre la información almacenada en el ADN y la síntesis de proteínas adecuada. Para allanar el concepto, es una especie de mensajero entre la información que existe y la producción de proteínas.

Volviendo a lo que nos ocupa, la presencia del virus no significa necesariamente que el animal está infectado o enfermo, sino que simplemente en algún momento estuvo en contacto con el virus. Por esa razón, justamente, el proyecto también apunta a la detección de anticuerpos a través de muestras sanguíneas.

Para este segundo objetivo primero se debe contar con el antígeno, algo que Uruguay no tiene y, por ende, debe ser importado. El antígeno no es otra cosa que proteína purificada del virus que, se sabe, logra generar la reacción de los anticuerpos presentes en personas infectadas a través de la unión antígeno-anticuerpo.

Esta misma proteína es la que se utilizaría para comprobar si en la sangre extraída de las mascotas existen anticuerpos capaces de unirse a ella, y así confirmar la infección.

Para la extracción de muestras, tanto nasales y anales como sanguíneas, no es necesario dormir al animal, ya que son técnicas frecuentes en medicina veterinaria para la obtención de datos que ayudan al diagnóstico de múltiples enfermedades.

Si bien el proyecto necesita ser analizado y aprobado, de realizarse quizás ayude a los trabajos científicos actuales destinados a conocer en detalle el comportamiento y el alcance de este nuevo agente infeccioso.

¿Esto quiere decir que, en caso de ponerse en marcha, habría que llevar a la mascota a estudiarse, como quien saca la patente? Estamos muy lejos de esa etapa, y a partir de los resultados de este estudio se podrá determinar con más precisión qué política tomar.