Manolo (campeón mundial de apatía): “Creo que cuando todo esto pase vamos a tener un mundo más justo y solidario. Por eso estoy aprovechando para soretear lo más posible al resto de los seres humanos. Evidentemente muchas cosas que hago ahora, como compartir escraches sin siquiera preguntarme si son ciertos, putear a la gente que sale al balcón a cacerolear o vigilar a mis vecinos, van a empezar a ser muy mal vistas. Hay que sacarse las ganas mientras se pueda”.

Loreley (auxiliar incontable): “Si hubiera sabido que era tan fácil hacer una reunión por Zoom no iba más a los almuerzos en la casa de mi suegra. Porque en Zoom no se entiende nada, habla todo el mundo al mismo tiempo y nadie escucha al otro, pero en casa de mi suegra no es tan distinto. Y en Zoom tengo la ventaja de que puedo poner una foto mía con cara de estar escuchando e irme a hacer algo más interesante. Si me preguntan les digo que se colgó internet y a otra cosa”.

Paco (piloto de estufa): “Es difícil transitar una cuarentena con cuatro hijos, pero mucho más difícil era cuando teníamos acá a los cinco. Por suerte logramos meter a uno de ellos en un internado suizo. Sale sus buenos pesos, y de hecho tuvimos que hipotecar la casa para pagarlo, pero valió la pena el esfuerzo. Si el mundo se está por acabar, no quiero pasar mis últimos días separando a cinco demonios metidos en una generala. Ahora los pongo a pelear dos contra dos y me olvido”.