La inusual convivencia entre personas y mascotas producto del confinamiento puede generar conflictos. Uno muy frecuente es el robo o acopio de objetos inapropiados o de interés para nosotros, y el consiguiente desafío para recuperarlos sin que se transforme en una lucha o despierte en el animal conductas agresivas para evitar perderlos. Control remoto, medias, zapatos, ropa interior y lo que se nos ocurra pueden ser hurtados por el animal ya sea para jugar, por curiosidad o para llamar la atención. Así, frente al interés que demostramos cuando toman prestado un elemento preciado, se refuerza la conducta.

Pero es posible enseñarle al perro no sólo a que suelte el objeto de sus tenedores, sino también a que deje otros que robó y son peligrosos para él. La idea es destinar sesiones cortas, de tres a cinco minutos, varias veces por día. Para empezar hay que elegir un objeto que no tenga mucho valor para la mascota, por ejemplo, algo que no conozca. Del mismo modo, se debe identificar una retribución que el animal quiera, por ejemplo, cualquier alimento que le guste diferente al cotidiano.

Una vez seleccionados, se podrá iniciar los entrenamientos, siempre escondiendo el premio en una bolsa o en el bolsillo de un vaquero, de forma tal que no despierte su interés antes de iniciar la sesión. Los perros tienden a dejar un objeto que han obtenido cuando el control de este es parcial y no total. Eso se logra si previamente jugamos con el perro a tironear de él y, pasado un tiempo, dejamos de mostrar interés. Así, gracias a que el objeto no es de mucho valor y el tutor ha dejado de mostrar interés, seguramente tienda a soltarlo por ahí.

En el momento en que el animal abre la boca para liberarlo, se le debe dar el premio al mismo tiempo que se utiliza una orden como “dejalo, soltalo, dámelo”. Ese ejercicio se repite hasta que el perro empiece a asociar la frase con la acción y la posterior recompensa. Si no suelta el objeto, se debe buscar otra cosa de menor valor con la cual practicar, o esperar a que lo suelte (en algún momento lo hará) y se lo recompensa. El próximo paso consistirá en usar la orden verbal ya no cuando el perro lo está soltando por voluntad propia, sino luego de nuestra orden y si lo hace, se lo premia.

Si los ejercicios transcurren según lo previsto, se puede aumentar gradualmente la intensidad del desafío al permitirle al perro tener un control total del objeto y ordenando que lo suelte antes de que mostremos desinterés o simplemente realizando el ejercicio con un objeto de mayor valor para él. Si no lo deja, no debe repetirse la orden. En este caso, se le deja de prestar atención y no se lo recompensa. En la siguiente sesión se debe modificar la situación para hacer más probable una respuesta positiva, reduciendo el valor del objeto o dándole la orden cuando muestre poco interés por el objeto en cuestión.

Una vez que la respuesta es exitosa todo el tiempo, se puede empezar a dejar de dar la recompensa de alimento. Con eso se logra prolongar su respuesta, ya que ahora no sabe cuántas veces debe soltar el objeto para obtener la comida. Sin embargo, cuando se aumenta el valor del objeto es necesario volver a la rutina de recompensas siempre que el perro responda adecuadamente.

Una vez que la orden de soltar el objeto logra 100 % de respuestas buscadas, se le puede enseñar a dejar objetos que ha robado y, por lo tanto, que tienen mayor interés para él. Tal ejercicio debe ser llevado a cabo por un adulto que controle al animal, y nunca debe ser puesto en práctica por un niño. Antes de iniciarlo, se le debe enseñar al perro a responder sin que haya robado nada. De este modo, sin saber por qué, aprenderá a responder al llamado, ya que si lo hace recibe un alimento preciado por él, independientemente de lo que estaba haciendo. Lo que se le enseña es a responder a un refuerzo positivo sin importar la situación, disociando entonces que el llamado pueda estar relacionado con querer quitarle algo o desafiarlo a elegir entre un objeto y la recompensa.

Se comienza mostrándole comida a un metro y medio o a dos metros y se lo llama. Cuando el perro responde, se retrocede y se lo vuelve a llamar, hasta estar al menos a unos cuatro o seis metros de distancia del objeto robado, preferiblemente en otra habitación. Una vez allí, se le da la recompensa y si es posible, se cierra la puerta. Cuando esté contenido allí, en otro lugar de la casa se puede recoger el objeto. Es importante que el último paso no sea notado por el animal, ya que en el futuro puede no responder al llamado.