El día que decidimos empezar a darles a nuestros peques una mesada para algunos de sus gastos abrimos la puerta a una catarata de pedidos como el del título. Obviamente que darles a los chicos una mesada no es una mala decisión, porque es una forma de introducirlos en el manejo de la economía propio del mundo adulto. Ellos no sólo aprenden a gastar, sino también a dosificar, a ahorrar y a cuidar los equilibrios. Pero lo que seguramente no sospechábamos cuando decidimos establecer esta transferencia monetaria, sobre todo si lo hicimos después del 1º de marzo, era que el temible keynesianismo, esa especie de marxismo-leninismo disfrazado con los ropajes de la institucionalidad republicana, iba a volver a formar parte de las prácticas económicas aceptadas por los gobernantes. Si bien no es momento de juzgar los deslices de nuestros bienintencionados líderes en estos tiempos difíciles, sí tenemos, como madres, la responsabilidad de no permitir que este tipo de ideologías permeen los cerebros en formación de nuestros hijos. ¿La solución? Mandarlos a leer 30 páginas de Adam Smith cada vez que nos pidan plata. Cuando entiendan el daño que le están haciendo a la economía familiar van a abandonar esta molesta costumbre.