El 9 de junio, el ex presidente Julio María Sanguinetti publicó un video en su página de Facebook, titulado “Rivera y los charrúas”, en el que se refirió a la matanza de Salsipuedes e hizo algunas consideraciones que, desde mi punto de vista, distorsionan nuestra historia.

Las poblaciones indígenas que vivieron en los territorios donde hoy podemos ubicar a Uruguay fueron muchas de ellas nómades, por lo que no se establecieron en zonas particulares por mucho tiempo, sino que se iban trasladando en función de las posibilidades de subsistencia en relación con la tierra y el medioambiente circundante. En ese momento no había fronteras y además la relación con la naturaleza era muy distinta a la que se tiene en la actualidad: no se la explotaba, sino que se convivía siendo parte del todo.

En 1516, Juan Díaz de Solís fue el primer español que llegó a tierras de lo que hoy conocemos como Uruguay. El territorio uruguayo anterior a la invasión de los españoles estaba poblado por indígenas entre los que se encontraban charrúas, minuanes, bohanes, guenoas, yaros, chanaes y guaraníes; pueblos que también se extendían por zonas de los actuales territorios de Argentina y Brasil.1

A medida que pasaron los años, el territorio de la Banda Oriental fue protagonista de fuertes disputas entre portugueses y españoles, que buscaban extender sus fronteras de colonización.

En 1831 sucedió la matanza de Salsipuedes, que fue una emboscada, única forma en que consiguieron derrotar a las y los charrúas, porque cierto es que fueron muy buenos en las estrategias del combate para la sobrevivencia. Lo que sucedió en Salsipuedes fue que algunos mandatarios del primer gobierno2 del Uruguay independiente invitaron a diferentes grupos charrúas. Estos habían colaborado en las batallas contra los portugueses, es decir, muchos de ellos habían peleado conjuntamente, y por ese motivo confiaron y aceptaron la invitación, que resultó ser una traición planificada.3 Ese día fueron aniquilados –según los registros oficiales, aunque la historia oral afirma que el número fue más elevado– más de 40 jefes o caciques charrúas, y muchas de las personas que sobrevivieron a la matanza –un gran grupo de mujeres, niños y niñas– fueron tomadas prisioneras y entregadas para diferentes servicios de trabajo obligado y servidumbre.4

Con ese hecho se fundó el mito del Uruguay “europeo y blanco”, tan buscado y alimentado por las clases dirigentes del país. La ausencia de poblaciones indígenas fue presentada desde el relato de la creación del Estado-nación como una desaparición lamentable pero necesaria para la consolidación en base a la igualdad, la civilización, la democracia y el progreso,5 todo en función de los privilegios de unos pocos. Con la repetición, una y otra vez, del relato de la ausencia de población indígena, se creó en el imaginario social la idea de que “descendemos de los barcos”. En este caso, la negación de la presencia indígena, ese relato de la ausencia y exterminio total, también implicó la negación del mestizaje. Entonces, desde mi punto de vista, en nuestro caso reivindicar el mestizaje significa indisociablemente reivindicar también nuestra historia indígena negada.

Toda esa política de destrucción, persecución sistemática y negación en contra de lo indígena no impidió que la sangre indígena continuara presente y que también se mezclara con la población del campo y afro del país. Recuerdo los relatos de mi abuela materna: ella tenía muy presente el profundo miedo de muchos de sus parientes en nombrarse charrúas o indígenas, porque eran perseguidos: se había construido todo un discurso estigmatizador en su contra. Esto caló hondo y también fue parte del proyecto de la “civilización” occidental europea que se impuso.

Afirmaciones como estas, que colocan a Europa como “civilización superior”, forman parte de las bases estructurales del racismo.

Sanguinetti afirma que “no había tema de racismo, ni mucho menos, todo lo contrario”, y unos minutos después dice: “Esto fue un choque de una civilización superior, la que venía de Europa, la española, la portuguesa, frente a estas etnias aborígenes, que se habían ido superponiendo”. Justamente afirmaciones como esta, que colocan a Europa como “civilización superior”, forman parte de las bases estructurales del racismo, ubicando lo bueno, civilizado y superior en contraposición a lo supuestamente “no civilizado” y “atrasado” de otras formas de vivir de las poblaciones que habitaban estas tierras.

El punto de discusión sería qué entendemos por civilización avanzada y qué entendemos por progreso. Porque la situación actual de profunda crisis económica, social y grandes desigualdades nos muestra que el proyecto desarrollado capitalista moderno y sus banderas de “civilización avanzada y progreso” han perdido legitimidad, ya que en su nombre se han cometido las peores barbaries; la crisis climática que vivimos actualmente es sólo una de las tantas consecuencias terribles. En todo caso, el único proyecto político de “civilización” imprescindible sería el que coloque a la vida en el centro, en una sociedad con memoria colectiva y donde la vida de todos y todas sea digna de ser vivida.

Noelia Correa García es feminista y docente de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República. Tiene una maestría en Psicología Social y actualmente está realizando el doctorado en Estudios Latinoamericanos en la Universidad Nacional Autónoma de México.


  1. Barrán, José Pedro (1995). El Uruguay indígena y español. Disponible en: http://www.rau.edu.uy/uruguay/historia/Uy.hist1.htm 

  2. Al mando de las tropas gubernamentales uruguayas se encontraba Bernabé Rivera, sobrino de Fructuoso Rivera, quien en ese entonces era el primer presidente de Uruguay y fue quien dio la orden directa de la matanza. 

  3. Existen cartas escritas por el propio Fructuoso Rivera que dan cuenta de la planificación, como por ejemplo la que le escribe a Julián de Gregorio Espinosa el 28 de marzo de 1831. 

  4. Notas firmadas dan cuenta de la entrega de charrúas prisioneros luego de la matanza de Salsipuedes, por ejemplo las de José Ellauri y Juan Mariano Cora, el 3 de mayo de 1831. 

  5. Guigou, Nicolás (2014). “Acerca del 10 de abril, Día de la Nación Charrúa y de la Identidad Indígena”. Nota publicada el 11 de abril de 2014. Disponible en: https://www.fhuce.edu.uy/index.php/ciencias-antropologicas?catid=0&id=3776