Si bien no gozan de tanta atención como sus colegas de las piernas y las axilas, los pelos que crecen en el interior de la nariz son, además de molestos, una amenaza para la belleza y la armonía de nuestro rostro. Parece un detalle menor, pero no lo es. Un simple pelito alcanza para tirar por la borda las tres horas que pasamos maquillándonos frente al espejo. Pero además, no olvidemos que aún estamos en plena crisis sanitaria y nuestro gobierno, desgraciadamente, cedió a las intrusiones del marxismo cultural global que, vía organizaciones sanitarias internacionales, aceptó establecer hisopados obligatorios para quienes arriben al Aeropuerto de Carrasco. Quienes gustamos de viajar a Europa o Miami y participar en las maravillosas (y alocadas) fiestas que allí se realizan, sabemos bien que cuanto menos pelos en la nariz, menos chances hay de que queden allí residuos de sustancias cuyo consumo debería ser una cuestión personal e íntima, y sobre el que la burocracia sanitaria globalista no tiene por qué enterarse.