Quizás el denominador común de la pandemia de covid-19 haya sido, hasta el momento, la dicotomía economía/salud. Los gobiernos del mundo entero han implementado sus políticas en función de privilegiar la salud o la economía, valiéndose de uno de sus principales aliados: la estadística. Para la región, no podría haber mejores ejemplos que las posiciones de los presidentes de Brasil y Argentina. Si se la lee en el arco que va de una posición a la otra, la dicotomía funciona y es convincente; si se trata de una respuesta de coyuntura, quizás la dicotomía sea legítima; si se la piensa a largo plazo, entonces su legitimidad se debilita.

A lo largo de los siglos XVIII y XIX se consolidó una amalgama entre economía, política y biología. Desde entonces, la vida no deja de entrar en el cálculo económico y las estrategias de gobierno. Como todo lo sagrado es profanado, la burguesía supo deshacerse de las antiguas alianzas nobiliarias para poner el acento en la herencia biológica: para dotarse de un cuerpo, entonces, puso la mirada en la salud del organismo. Coincide que para la economía política, cuidar a la población es cuidar la economía y los organismos en tanto vidas biológicamente definidas. Hacer vivir o dejar morir es una cuestión económica; economía y salud se inscriben mejor en el lenguaje de la biología que en el de la política.

En buena medida la economía no deja de reducir la vida de los hablantes a la vida biológica; reducir, es decir, negar la vida política. Aun así, podemos suponer que los hablantes siempre están en la política, pero eso no sucede si no se cancelan las desigualdades, empezando por las de la fuerza física entre débiles y fuertes. Sin embargo, la competencia, idea estructurante del neoliberalismo, no hace sino agudizar las consecuencias de las desigualdades.

En estos términos, el cuidado de la salud no es otra cosa que el cuidado de los organismos, que no es otra cosa que el cuidado de la economía. A corto plazo, la dicotomía sirve para paliar una crisis. A largo plazo, sirve para dar legitimidad a las condiciones en las que se da trámite a la crisis. La dicotomía economía/salud no trastoca en lo más mínimo la relación entre capital y trabajo. Las alternativas no están inscriptas en esta dicotomía; las alternativas, para que sean realmente tales, están contenidas y delimitadas por la posibilidad de otra forma de vida, que no se reducen a decisiones más o menos humanistas, más o menos voluntaristas, más o menos individuales. Otra forma de vida, es decir, otra relación entre economía y política, distinta a la que es posible en el capitalismo.

La dicotomía economía/salud es una exigencia del antagonismo social producido por la relación entre capital y trabajo. Cuando se trata de elegir entre economía o salud, la amalgama entre economía, política y biología no deja de rendir tributo al cálculo utilitario. La dicotomía, por paradójico que suene, nos deja sin opciones.

Raumar Rodríguez Giménez es doctor en Ciencias Humanas y docente de la Universidad de la República.