Rosa (colocadora de alfombras mágicas): “Es la estocada final de este gigantesco ataque a las libertades individuales que se lanzó contra la humanidad con la excusa del coronavirus. Primero fue el confinamiento obligatorio, después el alcohol en gel y ahora esto. Es la prueba de que no vivimos en una democracia, sino en una dictadura de la Organización Mundial de la Salud y las farmacéuticas. La única esperanza que nos queda para no perder la libertad es que los militares den un golpe de Estado”.

Odelia (cultivadora de hongos de pared): “Todavía no entiendo cómo puede haber gente tan irresponsable que no usa tapabocas, cuando está científicamente comprobado que es una de las principales armas para pelear contra un virus que ya mató a centenares de miles de personas. Si no lo hacen por ellos mismos, por lo menos que lo hagan por sus hijos. Yo jamás salgo sin tapabocas, excepto de mañana, porque el mal aliento se me mete en la nariz. Pero aparte de eso, siempre con tapabocas”.

Cesáreo (operador de hígados): “Yo nunca estuve de acuerdo con las posturas extremas. No creo que el tapabocas sea la solución a todos nuestros problemas, pero tampoco creo que no sirva para nada, como dicen algunos. Por eso me lo pongo de modo que tape la boca, pero la nariz la dejo afuera. Porque, además, es tapabocas, no tapanariz, así que no sólo estoy adoptando una postura equilibrada, sino que además estoy respetando el espíritu etimológico de este dispositivo”.