Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

El grupo de expertos formado para plantear propuestas sobre la reforma del sistema de seguridad social tuvo la sensata idea de indagar qué sabe y qué opina al respecto la población uruguaya, y le encargó una encuesta a la empresa Equipos Consultores. Los resultados fueron muy interesantes en más de un sentido.

Es claro que gran parte de las personas entrevistadas manejan información insuficiente, para empezar porque nada indica una percepción extendida de los problemas que afrontaría el país si todo quedara como está. Una de las razones puede ser que los políticos evitan a menudo la tarea electoralmente riesgosa de darle malas noticias a la ciudadanía.

Sin embargo, es obvio que, para quienes no perciben la necesidad de reformas urgentes, las propuestas en tal sentido pueden ser, desde el punto de vista electoral, aún más riesgosas que las malas noticias sobre la tendencia del sistema al desequilibrio. En todo caso, da la impresión de que va a haber que trabajar mucho para mejorar la comprensión popular de lo que está en juego.

Hay, sin embargo, otro aspecto sobre el que resulta muy importante reflexionar. Aunque muchas de las personas encuestadas no hayan evaluado la situación con los criterios que tienden a predominar en el grupo de expertos, quizá sea apresurado juzgar que “la gente se equivoca porque no sabe”.

Las respuestas que recogió Equipos no sólo indican niveles de información, sino también puntos de vista acerca de lo que debe ser la seguridad social, y pensar que en ese terreno hay una sola opción “correcta” es un prejuicio ideológico indeseable.

Es evidente que el sistema de seguridad social debe ser viable desde el punto de vista económico, pero también debería ser evidente que la finalidad del sistema no es ser viable. Como en el caso de la salud, se trata de definir una serie de objetivos (que no permanecen inmutables, sino que se van ampliando), y de encontrar el modo de cumplirlos en la mayor medida posible.

Cuando 62% de las personas encuestadas opinaron que el sistema actual es “injusto” o “muy injusto”, es probable que no lo hayan hecho considerando el promedio de la relación entre lo que se aporta durante la vida laboral y lo que se recibe luego. Quizá expresaron que no les parece justa la diferencia entre las jubilaciones de los militares y las del resto de la población. Quizá simplemente se referían a que consideran justo que, cuando la gente deja de trabajar, disponga de una cantidad de dinero suficiente para cubrir sus gastos básicos sin depender de otras personas.

¿Es insensata esta aspiración? ¿Defenderla es “populista”? ¿Deberíamos asumir que la seguridad social es apenas un sistema de ahorro individual?

El senador nacionalista Gustavo Penadés señaló, en entrevista con la diaria, los problemas demográficos vinculados con la baja tasa de natalidad y el aumento de la expectativa de vida, que desequilibran los aspectos contables del sistema. Es indudable que estas realidades exigen un diseño distinto de la seguridad social, pero también cabe pensar que algo estaría profundamente equivocado si nos resignáramos a que vivir más es una condena a vivir peor.

Hasta mañana.