Por estas fechas casi todo el mundo suele pasar raya y hacer el balance de los 366 días que pasaron de 2020. Los legisladores no son la excepción. El senador del Partido Nacional Gustavo Penadés, coordinador de la bancada blanca de la cámara alta, recibió en su despacho a la diaria para conversar sobre el año que se fue y el que vino: presente y futuro, la pandemia, la coalición, el rol de los medios de comunicación, el aborto, la baja tasa de natalidad, la adopción y la seguridad social son apenas algunos de los temas que estuvieron sobre el escritorio.

¿Qué balance hacés de este primer año de la coalición en el Parlamento?

Muy positivo, porque los objetivos que se fijó la coalición de gobierno al iniciar este período –sin conocer lo que nos esperaba el 13 de marzo– fueron cumplidos: se aprobaron la ley de urgente consideración y el presupuesto, se garantizaron mayorías permanentes para los proyectos que debían ser aprobados y se coordinó el trabajo legislativo en forma satisfactoria en ambas cámaras. Si eso se pone en el contexto de lo que pasó a partir del 13 de marzo, la nota se eleva.

Una de las metas del gobierno, repetida en la campaña electoral, era ahorrar los famosos 900 millones de dólares.

Fue imposible. El 13 de marzo la carpeta “Plan de gobierno 2020-2024” se cerró, la corrimos para un costado y encaramos la nueva realidad. Una realidad que nos enfrentó a una situación inesperada y que agravó aún más el contexto en el que recibimos el gobierno. Entonces, no se pudo ahorrar lo que se esperaba. Sólo el Fondo Coronavirus se va a llevar más de 700 millones, ya ahí se terminó el ahorro. Y además de eso hubo que postergar o enlentecer planes que estaban vinculados con tratar de ahorrar. 

Más allá de que la llegada del coronavirus a Uruguay pudo haber sido una sorpresa, la pandemia ya estaba extendida en casi toda América Latina cuando asumió el nuevo gobierno. ¿No pensaban que se podía venir?

Sí, pero no pensábamos que iba a impactar de la manera en que lo hizo en las economías a nivel mundial. Uruguay logró sortear la primera ola más que satisfactoriamente, al punto de que hemos sido puestos como ejemplo en todos lados. Creo que a la postre eso sirvió para que todo el mundo aflojara la marca y se nos complicara la segunda ola. Con esa complicación viene la de la ola económica para 2021: una temporada turística que iba a ser regular se agravó. Creo que la gente empezó a asustarse y a tomar debida conciencia a partir de mediados de diciembre.

¿Decís que la gente aflojó?

Aflojamos todos. Uno mira con nostalgia cuando en setiembre los informativos hablaban de siete contagios en todo el país. Eso nos endulzó la sangre a todos. Además, hay un fenómeno en el ser humano que hace que en algún momento comienza a sentir “a mí no me va a pasar sino al de al lado”. En diciembre te empezó a pasar a vos, a tu hermano, tu primo, tu sobrino, el vecino y el compañero de trabajo.

¿Pero marcás una responsabilidad de la gente, más allá de las medidas del gobierno?

El gobierno tomó las medidas que tenía que tomar. Que quede claro: yo no me estoy sacando la responsabilidad y echándosela a la gente, asumo que todos tenemos responsabilidades: el gobierno y la oposición también. Ahora, también hay un tema de carácter individual, porque en definitiva el que se termina enfermando sos vos, tu señora, tu hijo, tu padre, tu madre... Son responsabilidades que superan la labor del Estado, y más cuando uno tiene una concepción liberal del Estado. Cuando entendés que el individuo es poseedor de una cantidad de derechos, encabezados por el de la libertad, es muy difícil. Y nuestro orden jurídico tampoco permite muchas medidas sin tener que legislar.

Algunos sectores, como el del transporte, han recibido algún tipo de subsidio ante la crisis provocada por la pandemia, pero los espectáculos públicos se suspendieron otra vez a mediados de diciembre y no hay una compensación para las salas que cierran. ¿Eso se tiene en cuenta?

Por supuesto, todo se tiene en cuenta, el problema está en que cuando no hay, no hay. Acá hay una realidad que es el tamaño de la billetera. Vamos a tratar de priorizar lo social y lo que tenga alto impacto sobre la población. Yo entiendo la situación de los espectáculos públicos y lo que están viviendo muchos miles de trabajadores que están vinculados a eso. Hay que dejar pasar estas semanas y después ver, y si es necesario legislar, se legislará. Hay un compromiso de que no quede nadie a la vera del camino. Vamos a tratar de cumplirlo, en la medida en que la billetera pueda atender esas realidades.

Volviendo al Parlamento: ¿cómo viste al Frente Amplio (FA) como oposición?

Bien, cumpliendo el rol que tiene que cumplir. De la misma manera que no es sencillo para quienes hemos sido oposición durante 15 años ininterrumpidos pasar a ser gobierno –es todo un aprendizaje–, lo mismo le llevó a la izquierda volver a ser oposición. Pero en términos generales se ha negociado y se ha podido conversar. Tenemos diferencias grandísimas en algunos aspectos, pero bienvenidas sean, porque no somos lo mismo, y se van a ir expresando cada vez con mayor intensidad, que no quepa la menor duda. Me parece que dramatizar sobre eso es ser deshonesto ante la gente e incorporarle a una sana diferencia, que puede llegar a ser muy fuerte, un melodrama que no tiene por qué existir.

En el arranque de la entrevista decías que la coalición tuvo mayorías, pero hace pocas semanas Cabildo Abierto (CA) votó junto con el FA el proyecto para limitar terrenos forestales. ¿Eso cómo pega en la interna de la coalición?

Sin dramatismos. Puede llegar a suceder, para eso hay dos cámaras y para eso la negociación es permanente. Yo le quito dramatismo porque cuando en un platillo de la balanza se pone lo que se logró votar y en el otro las situaciones como la del proyecto forestal, es ampliamente satisfactorio el resultado del primero. O sea, en donde se necesitaban mayorías para sacar las cosas que importaban, esas mayorías estuvieron. 

¿No es importante lo forestal?

Bueno, sí, pero para eso hay dos cámaras...

¿Decís que en el Senado se va a acomodar la jugada?

Para eso hay dos cámaras.

El Partido Colorado, en particular su líder, Julio María Sanguinetti, planteó la necesidad de que haya una mesa de la coalición fuera del Parlamento. ¿Lo del proyecto forestal es un ejemplo de que se precisa esa instancia?

No creo, está planteado para una cosa un poco más general. Esto es mucho más cotidiano o más de carácter parlamentario. Estas cosas demuestran que hay que dialogar mucho más, pero tampoco hay que dramatizar. No confundamos una coalición de gobierno integrada por partidos distintos que lo que fueron 15 años de una coalición de gobierno que tiene un programa único y una conducta vinculada a funcionar como un partido. Quien compare cosas distintas y los resultados –que son distintos– se equivoca en el análisis. En los temas en los que hubo que encontrar mayorías, las mayorías funcionaron y van a seguir funcionando. Hubo episodios como este, vamos a tratar de evitarlos con mayor cantidad de diálogo y de negociación interna. 

En definitiva, ¿qué te parece la idea de formar la mesa de la coalición fuera del Parlamento?

Bien, pero para mí esa mesa debería ser el Consejo de Ministros. En esto el presidente [Luis Lacalle Pou] es mano y es el que entiende cómo debe funcionar la negociación. Él tiene un fluido intercambio con los socios de la coalición, en reuniones que se conocen y en muchísimas más que no se conocen. Pero capaz que una mesa no se descarta. Que hay que ajustar, hay que ajustar. Lo que pasa es que es una experiencia inédita en un escenario inesperado. En vez de ver el vaso medio vacío, lo veo muy positivamente lleno. 

¿Cuáles son los proyectos de ley más importantes para tratar en el Parlamento en 2021?

Les propuse a los socios de la coalición tener una reunión en febrero para armar la agenda parlamentaria. Creo que el Parlamento debe retomar su condición de colegislador, porque en los últimos años –los del FA indudablemente y antes también– había rescindido su condición de colegislador en beneficio del Poder Ejecutivo, que era el gran legislador, porque es el que marca las urgencias para gobernar. El Parlamento tiene la oportunidad de retomar, producto de su composición, una agenda legislativa programada, que esté integrada por asuntos que envía el Poder Ejecutivo, pero también por lo que planteen los partidos políticos.

Gustavo Penadés, el 17 de diciembre del 2020

Gustavo Penadés, el 17 de diciembre del 2020

Foto: Federico Gutiérrez

Uno de los proyectos que se estaban debatiendo es el de la nueva ley de medios.

Eso va a tener bastante discusión, pero es un proyecto que viene del Poder Ejecutivo. Ahora, tenemos un tema con los derechos de autor, por ejemplo, que se ha planteado en el Presupuesto como una diferencia entre realidades: aggiornar la realidad de los derechos de autor, vinculada al siglo XXI, atendiendo a una enorme gama de nuevas realidades que se están viviendo. Tenemos que profundizar el teletrabajo y hacer un seguimiento muy cercano a los temas de la educación. Hay que conversar con la Universidad de la República sobre las realidades que hoy enfrenta para que sea más ágil su cogobierno, para que podamos analizar en conjunto los objetivos que se han ido cumpliendo con satisfacción, como su proceso de descentralización.

En cuanto a la ley de medios, CA marcó diferencias con el proyecto que vino del Poder Ejecutivo, por ejemplo, con el límite establecido para la titularidad de las licencias.

Eso tenemos que aggiornarlo a los tiempos que estamos viviendo. Hay una realidad mucho más compleja que la de la ley de medios, vinculada a un tema que en algún momento tenemos que encarar: la necesidad de preservar a los medios de comunicación como una herramienta fundamental en una sociedad democrática regida por el Estado de derecho, en donde hay un pilar al que tenemos que repensar que es el que proclamaba la Revolución de Mayo de 1810: “El pueblo quiere saber de qué se trata”. Esa definición, que no es nada menor, está en una encrucijada producto de la aparición de las redes sociales y las noticias generadas al instante. Se necesita la formación del ciudadano para que pueda discernir lo que es noticia de lo que es basura, y está el rol que los medios de comunicación tienen para cumplir en esa labor y cómo preservarlos. La preservación de los medios escritos, a través de la posibilidad de rever la política tributaria, tiene relación con defender a los medios, no importa la orientación que tengan; porque la tentación que cualquiera puede tener es “vamos a defender a los amigos”, pero sería un gravísimo error. Tenemos que ayudar a repensar un aparato muy importante de información que Uruguay siempre tuvo, el que generaban los medios de comunicación televisivos, radiales y, fundamentalmente, escritos.

¿Te referís a incentivar que funcionen con una exoneración de impuestos, por ejemplo?

Quizás haya que pensar en exoneraciones fiscales para que sean rentables o en otro tipo de medidas. En el mundo al que vamos se demostró que es muy importante que en algunas áreas estratégicas haya un fuerte componente nacional.

¿Hoy no creés tanto en el libre mercado?

Sigo creyendo, pero, por supuesto, con una presencia del Estado, no decisoria, pero sí importante en cuanto a que se cumplan las reglas que combatan el oligopolio y los monopolios, sean públicos o privados. El rol del Estado es generar equilibrio y ese es un elemento que tenemos que pensar hacia adelante. ¿Qué medidas hay que adoptar para que sigan existiendo medios de comunicación nacionales? Para que levantes el teléfono y tengas a un uruguayo hablándote del otro lado que sepa de lo que está hablando, para bien y para mal. Hasta hace poco capaz que esas cosas no eran prioritarias en la agenda, pero en una visión estratégica de un país comienzan a tener una importancia que hace 20 años no tenían. 

El senador Guido Manini Ríos, líder de CA, ha puesto en duda más de una vez la ley de interrupción voluntaria del embarazo (18.987), aprobada en 2012. ¿Qué posición tenés sobre eso?

Lo que está legislado está legislado. Pero de alguna manera tenemos que enfrentar los problemas relacionados con la bajísima tasa de natalidad en general, con la baja tasa de natalidad entre los sectores de clase media y clase media alta y la tragedia de la pobreza infantil. Son realidades que nos interpelan a todos. Yo no creo que eso sea consecuencia de la ley del aborto. Fue legislado, se consultó y la opinión pública laudó [se refiere a la propuesta de referéndum contra la Ley 18.987, celebrada en 2013, que obtuvo sólo 9% de adhesión]. Atender todos los demás problemas no pasa por revisar esa ley, como tampoco que quienes están a favor de la ley entiendan como un ataque que se pretenda mantenerlo [el aborto legal], pero hay que priorizar el estímulo a aumentar la tasa de natalidad del país. 

¿Cómo se incentiva la natalidad?

Es un tema que hay que pensarlo. Porque está muy vinculado con lo económico y lo cultural: las personas son padres de menos cantidad de niños, son padres más veteranos porque quieren vivir la vida, etcétera. Hay una cantidad de cosas que son culturales, que hay que entenderlas, no combatirlas, y tratar de buscar alternativas. 

Hablando de niños: ¿qué opinás del caso de Gabriela Bazzano?

Por ahora me quedaron claras las explicaciones que dio la directora del [Ministerio de Desarrollo Social] Mides. Es todo un tema lo que está detrás de esto, que quizás también haya que trabajarlo en un futuro. Hay una realidad que hoy estamos enfrentando: la dogmatización de las posiciones y la descalificación inmediata del que piensa distinto, y eso me parece un gravísimo error, porque congela realidades. Nosotros tenemos que buscar puentes que tiendan a encontrar soluciones a esas realidades. El Estado tiene que controlar, vigilar y fiscalizar que la ley se cumpla, eso está fuera de discusión. Hay 4.000 niños internados en instituciones del [Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay] INAU, hay cientos de niños que están en condiciones de ser adoptados, y algún problema estamos teniendo que no se logra un dinamismo que permita adoptar con todas las garantías... Es desgarrador escuchar que un niño tiene grandes chances de ser adoptado en los primeros meses de vida, pero cuando comienza a crecer hay menos interés. Se está condenando a ese chiquilín a otra cosa, eso es lo que me parece incalificable. En el medio, busquemos la solución que tengamos que buscar. 

Otro de los grandes temas es la reforma de la seguridad social.

Todo lo que estuvimos hablando hasta ahora tiene que ver con la seguridad social. Si no aumenta la tasa de natalidad, no aumenta la población aportante, y si los niveles educativos de esa población aportante son bajísimos, van a aportar por trabajos rudimentarios. Es un problema de la gran flauta, agravado porque en 2008 se volvió para atrás la reforma de 1996. Vamos a esperar para ver qué dicen los expertos que están trabajando en la reforma. Esto es insostenible. Siete puntos del IVA van lisa y llanamente para financiar el [Banco de Previsión Social] BPS, que a pesar de eso sigue siendo deficitario. 

Se ha hablado de aumentar la edad mínima para jubilarse.

No me cabe la menor duda. Además, está asociado a una realidad: hoy vivimos más. No se puede seguir teniendo una legislación que estaba prevista para un mundo en el que muy pocos llegaban a los 72 o 73 años, porque hoy la gente vive hasta los 90. Además, si no despegaste entre los 20 y los 30 fuiste. Y si te llegan a despedir del trabajo con 45 años de edad, andá a conseguir un laburo para terminar de llegar a los 20 años más que necesitás de aportes para poderte jubilar. Eso hay que repensarlo todo. Calculo que va a ser parcialmente, porque al que está llegando a los 60 y piensa jubilarse no le podemos tocar sus derechos, pero no es lo mismo ese que el que tiene 30. Yo soy sobreviviente [en el Parlamento] de los que votamos la reforma de 1996, tenía 30 años, me afilié a las AFAP. En aquel momento pensaba de una manera; hoy, legítimamente, que tengo 55, puedo llegar a pensar de otra, porque las realidades son distintas.