Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Cabildo Abierto (CA) fue, en las elecciones de 2019, el partido nuevo más exitoso en mucho tiempo, aunque su caudal electoral haya estado apenas por encima de 11%. En el análisis de sus características se suele priorizar el vínculo con la “familia militar” y el perfil de derecha “emancipada”, ya no fracción de un partido con diversidad interna que la amortigua y condiciona, sino independiente y con niveles importantes de homogeneidad y disciplina.

Hay un tercer aspecto, en parte vinculado con el segundo y también con sus pocos años de existencia, al que no se le presta tanta atención. Las posiciones y propuestas de CA expresan, con frecuencia, una visión del mundo llamativamente simplista. Parece el producto de intercambios entre gente con formas de pensar muy similares, que da por evidente lo que es creencia compartida, a la manera de lo que quienes estudian las redes sociales ven como producto de la comunicación dentro de “burbujas” o “cámaras de eco”.

Esto es habitual en fuerzas políticas con escaso arraigo, pero resulta singular en esta, que cuenta con tres senadores y 11 diputados. Una de las consecuencias es que CA se vuelve, como los partidos pequeños, portavoz de consignas poco elaboradas e intereses muy parciales. Se podría decir que produce memes políticos, a gran distancia todavía de la capacidad de articular una amplia gama de posturas y presentarse como representante creíble del “interés general”.

Todo esto viene al caso para situar el debate sobre el proyecto cabildante para establecer límites a la forestación, que el resto de los partidos oficialistas no comparte y que fue aprobado en la Cámara de Representantes, a fines del año pasado, con apoyo del Frente Amplio y de César Vega, único diputado del Partido Ecologista Radical Intransigente.

Ese proyecto, que la coalición de gobierno ha mantenido trancado en comisión del Senado durante todo este año, admite dos lecturas. Como gesto político, reitera la obvia voluntad de marcar un perfil propio, con miras a 2024. En términos de contenido, trasladó al Parlamento el reclamo de una parte de los productores rurales, apoyado en la percepción de la actividad forestal como una fuerza intrusa, que ha trastocado su escenario tradicional y lo amenaza en forma creciente.

Se trata en gran medida de un impulso conservador, y esto no tiene de por sí nada de malo, pero el debate legislativo muestra que no hay, detrás del proyecto de CA, una reflexión integral que tenga en cuenta los muchos y complejos factores en juego.

Sea como fuere, siempre hay alguien más allá en términos de simplificación dogmática. Guillermo Franchi, dirigente de Un Solo Uruguay, dijo en la comisión del Senado que su movimiento se opone “por principios” a “la intervención y a la regulación del Estado en los sistemas productivos”. Un meme aún más básico.

Ahora los cabildantes parecen dispuestos a aceptar cambios de su proyecto que le quitan buena parte del sentido original, probablemente en el marco de una negociación interna oficialista. El partido de Guido Manini Ríos ya realizó su gesto, y probablemente tiene objetivos más inmediatos que congraciarse con parte de los productores rurales.

Hasta mañana.