Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
La novela 1984, de George Orwell, nos dejó entre otras citas memorables aquello de que “quien controla el pasado, controla el futuro”. Como señala el director regional para América Latina y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Luis Felipe López Calva, en una entrevista que publicamos hoy, esa observación acerca del modo en que se forma la opinión pública es bastante anterior. En Psicología de las multitudes, un libro publicado a fines del siglo XIX, el francés Gustave Le Bon ya señalaba algo muy similar, que López Calva plantea con terminología contemporánea: quien controla la narrativa controla la política.
Para que la narrativa no se imponga a la evidencia, es crucial “la calidad de la información que la gente recibe”, subraya el director regional del PNUD, y en relación con esto tiene mucha importancia destacar algunos datos.
El producto bruto mundial muestra una sostenida tendencia al crecimiento, tanto en términos absolutos como en relación con la cantidad de habitantes del planeta, pero al mismo tiempo hay un incremento de la desigualdad económica, según datos publicados el 7 de este mes por el Laboratorio Mundial de Desigualdad (WID, por sus siglas en inglés).
El WID, que trabaja con amplia red de instituciones estadísticas, autoridades fiscales, universidades y organizaciones internacionales, indica que la décima parte de la población mundial en mejor situación posee más de tres cuartas partes de la riqueza y más de la mitad del ingreso (mientras que la mitad más pobre de la comunidad tiene sólo 8,5%).
Es claro que las desigualdades se atenúan en las regiones del mundo donde, en términos relativos, las políticas estatales de redistribución son más vigorosas. Esto se ve con nitidez comparando las proporciones del ingreso total de la décima parte más rica y la mitad más pobre en Europa y en el conjunto de Oriente Medio y África del Norte, con América Latina más cerca del segundo caso que del primero.
La cuestión es que el WID también señala que, durante las últimas cuatro décadas e incluso en los países cuya riqueza ha crecido más, ese incremento quedó en manos del sector privado, mientras que los actores públicos se empobrecieron, quedando con una participación cercana a cero o negativa. Obviamente, esto bloquea la capacidad de llevar adelante políticas paliativas de la desigualdad.
En Uruguay, de acuerdo con un informe que publicamos hace una semana, por lo menos 14% de la riqueza está en manos de 0,1% de la población, dentro del cual hay unas 120 personas cuyo patrimonio es de más de 30 millones de dólares. A su vez, en la décima parte más rica, 72% del patrimonio proviene de herencias.
Volviendo al asunto de la narrativa, es muy útil considerar, a la luz de los datos precedentes, algunas afirmaciones habituales. Por ejemplo, que el crecimiento económico derrama sus beneficios sobre toda la población, que cualquier “emprendedor” puede ascender socialmente si trabaja duro, y que el principal obstáculo para ambos procesos es la pesadísima carga del Estado sobre quienes crean riqueza.
Hasta mañana.