Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Según la información disponible, Brasil va camino de una elección muy polarizada el 22 de octubre del año que viene, entre el actual presidente, Jair Bolsonaro, y el exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva.

Falta mucho para que comiencen formalmente las campañas, pero en las encuestas más recientes sobre intención de voto Lula encabeza las preferencias para la primera vuelta, y aparece como ganador, con comodidad, contra todos sus eventuales competidores en un balotaje, entre los cuales el más probable es Bolsonaro.

En otros países, o en otras circunstancias de Brasil que hoy parecen improbables, esta situación preelectoral podría beneficiar el ascenso de una opción intermedia, pero desde fines del siglo pasado la política del país vecino se ordena en función de la existencia del Partido de los Trabajadores (PT) y de las opciones levantadas contra él. Esto, paradójicamente, puede volverse ahora en contra de la derecha.

Bolsonaro había sido un parlamentario de escaso destaque durante sucesivos períodos desde 1990. Logró apenas que se aprobaran dos proyectos de ley y una enmienda constitucional, sobre temas de relevancia menor. Su ascenso se produjo en el clima de confrontación instalado por el proceso de destitución de Dilma Rousseff y los juicios a Lula, pero aun así, cuando se postuló en febrero de 2017 a la presidencia de la Cámara de Diputados, obtuvo sólo cuatro votos en un total de 513.

Todo indica que el apoyo de sectores muy poderosos a la candidatura presidencial de Bolsonaro se debió, sobre todo, a que en la coyuntura preelectoral apareció como la mejor opción para derrotar al PT. Sin embargo, Lula era favorito en las encuestas antes de que los procesos judiciales en su contra lo llevaran a la cárcel y le impidieran presentarse.

Después de su triunfo en segunda vuelta contra Fernando Haddad, el candidato designado por el PT para reemplazar a Lula menos de un mes antes de los comicios de 2018, se desarrollaron dos procesos paralelos, ambos perjudiciales para la derecha brasileña.

Por un lado, se fue desprestigiando Bolsonaro, debido al mismo tipo de posiciones estridentes y a menudo descabelladas que había expresado durante su carrera política previa, y muy en especial por su actitud funesta ante la pandemia de covid-19. Por otro, se fue deshilachando la trama contra Lula, este fue liberado a fines del año pasado, y todas las condenas que había recibido quedaron anuladas por decisión del Supremo Tribunal Federal.

Así las cosas, el escenario de polarización instalado incide para que hoy se avizore, finalmente, la confrontación electoral entre Bolsonaro y Lula que no pudo ser en 2018. En ese marco, el actual presidente viene debilitado, y el líder del PT, fortalecido.

La mejor carta contra la derecha brasileña es una vez más Lula, quien cumplirá 76 años en octubre de este año. No hay duda de que el exsindicalista y dos veces presidente es una figura excepcional, pero su posición predominante desde los años 80 del siglo pasado indica que el PT y el conjunto de las fuerzas de izquierda y progresistas no han sido capaces de generar relevos. De todos modos, si del otro lado está Bolsonaro, pocas dudas quedan sobre cuál es la mejor opción.

Hasta el lunes.