Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Parece un hecho que Pedro Castillo será el próximo presidente de Perú tras vencer a Keiko Fujimori en un balotaje muy polarizado y parejo, aunque la candidata no reconocía su derrota. Sólo cabe desear que el próximo período de gobierno sea bueno para la población de ese país, pero no va ser fácil.

La historia peruana reciente ha estado llena de crisis, y en lo que va de este siglo hubo siete presidentes. Los tres primeros terminaron sus mandatos, pero los dos siguientes se vieron forzados a dejar el cargo bajo acusaciones de corrupción, Manuel Merino duró unos días y el actual mandatario, Francisco Sagasti, fue designado hace menos de siete meses para la transición hacia estas elecciones. De esos siete, Alejandro Toledo está preso, Alan García se suicidó cuando iba a ser detenido, y tanto Ollanta Humala como Pedro Pablo Kuczynski y Martín Vizcarra afrontan procesos judiciales. En la misma situación está más de la mitad de los integrantes del Parlamento.

Analistas peruanos destacan que desde la caída de Alberto Fujimori en 2000 no hubo más dictaduras, aunque en los últimos tiempos han sido preocupantes algunas reuniones entre políticos y militares.

El panorama social es terrible, con alrededor de 30% de la población en la pobreza; grandes desigualdades que incluyen las étnicas, regionales y de género; una extendida precariedad de las relaciones laborales, y una marcada deficiencia de acceso a servicios básicos, incluyendo los de salud (esta ha sido una de las causas del efecto devastador de la pandemia de covid-19).

Los resultados electorales sugieren crecientes sentimientos de decepción y hartazgo hacia un sistema partidario muy fragmentado y visiblemente implicado en prácticas corruptas, en el que un alto porcentaje de los actores se mueve, ante todo, por intereses personales. Es un hecho que muchos de los votos por Castillo vinieron de las regiones más castigadas por la pobreza, pero hay que situar este dato en su contexto para que imaginar la situación desde lejos no nos engañe.

El partido de Castillo, Perú Libre, se autoidentifica como izquierda marxista, pero esto no significa que lo hayan votado por ese motivo, y también es cierto que el candidato está muy lejos de apoyar lo que aquí llamamos “agenda de derechos”. Su discurso sobre el feminismo y las cuestiones de género, por ejemplo, tiene una orientación conservadora muy similar a la de Fujimori.

En todo caso, hay que tener presente que en la primera vuelta hubo 18 candidaturas a la presidencia (y fueron inhabilitadas otras cinco). Castillo logró poco más de 15% de los votos emitidos y Fujimori tuvo casi 11%, poco más de la cuarta parte del total entre ambos.

En el Parlamento unicameral, que tiene 130 bancas, el partido de Castillo (Perú Libre) obtuvo 37 y el de Fujimori (Fuerza Popular) 24. El resto se reparte entre ocho partidos más: de ellos, el que obtuvo mayor representación ocupará 13 bancas, y el que logró la menor, tres.

La crisis socioeconómica, la polarización del balotaje y la debilidad del sistema partidario constituyen una muy mala combinación. Los desafíos son enormes, y hará falta mucha política de la buena para superarlos.

Hasta mañana.