Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Uno no es quién para darle consejos al partido más votado de Uruguay sobre su autocrítica, pero esta podría incluir, además de la consideración de decisiones y prácticas que quizá incidieron para que el Frente Amplio (FA) perdiera las elecciones de 2019, la de problemas muy importantes para el futuro del país que quedaron pendientes o se agravaron en el período 2005-2020.

Entre esos problemas está el relacionado con el menosprecio de las cuestiones ambientales, en el marco de un productivismo para el corto plazo. Fue un punto débil de las izquierdas desde el siglo XIX, pero en muchos países se ha logrado, por lo menos, dejar atrás visiones ingenuas. Por ejemplo, la creencia de que las grandes chimeneas industriales contaminantes eran un emblema del progreso, hacia el que había que avanzar con rapidez.

De todos modos, persisten fuertes tensiones como la que se expresó hace unos días, en Argentina, cuando un economista con responsabilidades en el Estado habló de la “falsa agenda ambiental” que ataca “todas las actividades que tienen potencial de generar divisas”.

En Uruguay, uno de los asuntos más graves en este terreno es el uso a mansalva, para aumentar el rendimiento agrícola, de productos perjudiciales para el ambiente y la salud humana. No se puede decir que la corrección de esa práctica haya sido una prioridad durante los gobiernos frenteamplistas, y más bien da la impresión de que quienes defienden ese tipo de agroquímicos se salieron en gran medida con la suya.

En la miopía del año a año les fue bien, pero hace tiempo ya que resultan inocultables algunos daños duraderos, debidos al uso de productos prohibidos en otros países y a la infracción de normas vigentes en el nuestro. Esto afecta, entre otras cosas, la calidad del agua potable, y en el mundo actual plantea incluso problemas crecientes para colocar exportaciones uruguayas.

Otro problema en el que muy poco se avanzó durante los últimos 15 años es el de la formación militar, tanto en el sentido estricto (los planes de estudio y las clases formales) como en el marco más amplio de una cultura interna que, muy aislada del resto de la sociedad, se reproduce con fuertes sesgos ideológicos y a menudo fortalece relatos claramente falsos sobre la “historia reciente”.

En este sentido, es muy importante la iniciativa que lleva adelante el comandante en jefe del Ejército, general Gerardo Fregossi, para aumentar los niveles de información y reflexión de los oficiales acerca de la última dictadura y el proceso que llevó a ella. Ayer, en el Instituto Militar de Estudios Superiores, se realizó una actividad organizada por el Ejército con la Universidad de la República como invitada y copartícipe, con una valiosa exposición de Gerardo Caetano y la presentación de una veintena de entrevistas realizadas por militares a personas con una gran diversidad de experiencias y puntos de vista. Ventilar los ambientes cerrados no sólo es útil contra la covid-19.

La dictadura y el glifosato tienen en común que, si no se trabaja con decisión e inteligencia para contrarrestar su efecto tóxico, dejan secuelas muy graves para varias generaciones.

Hasta mañana.