Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

A esta altura del período de gobierno ya hubo muchas oportunidades para aprender a ser precavido ante los anuncios del Poder Ejecutivo, y hasta se podría decir que la precaución debe ser directamente proporcional a la importancia de los temas abordados, y a la magnitud de otros problemas de los que puede convenirle desviar la atención.

Esto se aplica plenamente a la conferencia de prensa realizada ayer por el presidente Luis Lacalle Pou sobre el proceso de conversaciones con China, con miras a discutir un tratado bilateral de libre comercio.

Lo que comunicó el presidente es que terminó un estudio de factibilidad, que es de rigor realizar antes de que comiencen negociaciones sobre un eventual acuerdo. Tal estudio consiste en prever qué efectos positivos y negativos podrían producirse para los distintos sectores de actividad. Por ejemplo, en este caso y del lado uruguayo, los beneficios para algunos exportadores y los perjuicios para quienes deberían afrontar, en el mercado local, una mayor competencia de productos chinos.

Cuando Lacalle Pou habló por primera vez de este tema, el 7 de setiembre de 2021, dijo que el estudio podía estar listo en cuatro meses. Fueron diez, y ahora habló de un “acuerdo de factibilidad” que fue “positivo”, aseverando que “hemos llegado a un acuerdo que es beneficioso para ambos países”. En realidad (y esto no es sólo una cuestión de palabras), lo que pasó es que quienes realizaron el estudio están de acuerdo en que un tratado de libre comercio podría ser beneficioso y positivo para ambos países.

Esta opinión preliminar significa que, a juicio del Poder Ejecutivo, las ventajas para Uruguay pueden ser mayores que las desventajas, pero resulta imposible opinar al respecto. El presidente afirmó que, tras “un análisis exhaustivo”, disponía de un “enorme listado de temas que pueden estar incluidos en el tratado”. Cuáles serán incluidos y cuáles no dependerá de la negociación aún no iniciada. Nada dijo sobre quiénes podrían ser los ganadores y los perdedores, ni mencionó cifra alguna.

“Estratégicamente” no conviene divulgar ahora el estudio, y tampoco se sabe cuánto tiempo puede llevar la negociación, dijo Lacalle Pou. Admitió que quizá no termine antes que su mandato, pero sostuvo que estaba dándole a la población “una noticia alentadora”, y que cuando empiecen las conversaciones se procurará lograr “prosperidad, oportunidades y trabajo” para Uruguay. Menos mal.

En todo caso, las dificultades previsibles en el marco del Mercosur son en la actualidad aún mayores que hace diez meses. En aquel momento el presidente confiaba en que Brasil aceptaría, contra la voluntad de Argentina, que Uruguay negociara por su cuenta con China o con cualquier otro país ajeno al bloque, a cambio del apoyo uruguayo a una rebaja del arancel externo común. Lo que pasó fue muy distinto.

Brasil y Argentina acordaron en forma bilateral una disminución más bien simbólica de ese arancel, Uruguay se opuso, nadie le ha dado la menor esperanza de la “flexibilización” que reclama, y no parece nada probable que Jair Bolsonaro corra riesgos tres meses antes de las elecciones en las que enfrentará a Lula. ¿Qué podría salir mal?

Hasta mañana.