Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Se ha instalado la costumbre de utilizar cada nuevo registro de indicadores económicos y sociales relevantes como un insumo más para la incesante disputa entre el oficialismo y la oposición, enfatizando las comparaciones (y, a veces, con distorsiones y recortes engañosos). Esto no es, por supuesto, lo único que importa, y además la información cobra mayor sentido a partir de la relación entre distintos indicadores.

Ayer el Instituto Nacional de Estadística (INE) dio a conocer sus registros de pobreza e indigencia correspondientes al primer semestre de este año. El primero se refiere a personas y hogares con ingresos insuficientes para una canasta promedio de alimentos y otras necesidades básicas; el segundo, a personas y hogares que ni siquiera cuentan con ingresos suficientes para la alimentación básica.

La situación social registrada ha mejorado en relación con el período más crítico durante la emergencia sanitaria, pero se mantiene peor que la de 2019. Como se dijo antes, esto no es lo único que merece atención, preocupación y acción.

Algunos problemas estructurales de larga data se mantienen o han empeorado, y entre ellos cabe destacar, por ejemplo, el predominio de la pobreza en la población infantil y en los hogares con jefatura a cargo de mujeres.

Por otra parte, es muy importante vincular los registros que se dieron a conocer ayer con los del producto interno bruto (PIB) y el empleo, que han mostrado recuperaciones mayores y se ubican en mejores niveles que los de 2019. De la relación entre las variables surge un diagnóstico aún más alarmante que el basado sólo en la medición de la pobreza y la indigencia.

Como sabemos, el PIB ha crecido en forma notoria, y esto se debe sobre todo a una coyuntura internacional con alta demanda y precios extraordinarios para exportaciones agropecuarias de nuestro país. A su vez, los registros de empleo y desempleo que realiza el INE indican que, si bien algunos sectores de actividad sufrieron duros impactos que persisten, en la medición general hay una mejoría, tanto en relación con la caída desde 2020 como con el panorama del mal año anterior.

Sin embargo, sabemos también que desde 2020 cayó en promedio el poder de compra de salarios, jubilaciones y pensiones; que esa caída todavía no se ha revertido, y que la única promesa en la materia del actual gobierno es que al fin de este período volvamos al punto de partida, tras cinco años por debajo de él.

Resulta evidente, por lo tanto, que la recuperación cuantitativa de puestos de trabajo vino acompañada por una caída de las remuneraciones, y como esta crisis afectó más a quienes ya estaban peor, era lamentablemente de esperar que la cantidad de pobres aumentara.

Mientras una minoría ya rica mejoró su situación, mucha gente pasó de estar desempleada a contar con una changa mal paga que no la saca de la pobreza. Aunque sea indiscutible que algo es mejor que nada, basta con ver que buena parte de la recuperación de puestos de trabajo se debe al programa Oportunidad Laboral (más conocido como “jornales solidarios”), que ofrece ocupación transitoria con pagos de bajo nivel. Seguimos lejos de lograr soluciones duraderas.

Hasta el lunes.