Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Los hechos del domingo en Brasilia merecen, además de repudio, reflexión, no sólo para establecer responsabilidades, sino también para identificar los motivos y la estrategia de quienes impulsaron el asalto contra las sedes de los tres poderes del Estado.

Los apoyos con que cuenta el presidente Luiz Inácio Lula da Silva y su manera de actuar determinaron que la situación fuera controlada sin víctimas fatales, pero del otro lado hay gente a la que esto no le habría importado.

Después de la segunda vuelta en la que Lula derrotó a Jair Bolsonaro, partidarios de este instalaron campamentos frente a cuarteles para pedir un golpe de Estado militar. Durante el período de transición, el gobierno entrante demandó que fueran desalojados antes de la asunción de Lula el 1º de enero, pero varios de los de Brasilia seguían allí en esa fecha, y el sábado les llegaron decenas de ómnibus con refuerzos.

Tanto esto como la tolerancia de las fuerzas de seguridad con los golpistas, antes de la asonada y durante su desarrollo, plantean obvias líneas de investigación. Sobre todo si tenemos en cuenta que el responsable de la seguridad en Brasilia era el hoy destituido Anderson Torres, quien fue ministro de Justicia y Seguridad Pública de Bolsonaro y que ayer estaba, como él, en la ciudad estadounidense de Orlando, no muy lejos de la actual residencia de Donald Trump en Palm Beach.

En el terreno de las conexiones internacionales, el sospechoso más notorio es el estadounidense Steve Bannon, asesor de Trump durante su campaña electoral de 2016 y, en los últimos años, referente de organizaciones de ultraderecha en varios países y organizador de alianzas entre ellas. Tiene una relación cercana con Eduardo Bolsonaro, hijo y operador del expresidente, y alentó las movilizaciones golpistas contra Lula antes y después de su asunción, quizá como experimentos y ensayos con los bolsonaristas como carne de cañón.

Cabe señalar que Bannon afronta, entre otros procesos judiciales, uno en el que se investiga su relación con la irrupción violenta de partidarios de Trump en el Capitolio el 6 de enero de 2021, dos años y dos días antes de su emulación en Brasilia.

Como las motivaciones de Bannon no son puramente ideológicas, ya que vende sus servicios, es posible que haya buscado exagerar su papel en la articulación de las movilizaciones contra Lula, pero es muy importante investigar qué apoyos u orientaciones les llegaron a los golpistas desde fuera de Brasil.

No hay por el momento evidencia de que, pese a los deseos declarados de quienes integraban la turba, los asaltos de ayer en Brasilia hayan sido planificados como el comienzo de un intento serio de golpe de Estado. Pero tampoco hay ningún motivo para descartar que fueran parte de una estrategia con ese objetivo. Por el contrario, hay abundantes razones para sospecharlo, y esto exige una actitud de alerta activa en Brasil y en la región.

Lo que está en juego no es un asunto interno brasileño entre dos bandos políticos, sino una disputa, de dimensión internacional, entre quienes respetan la voluntad popular en el marco de las instituciones democráticas y quienes la desprecian.

Hasta mañana.