Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Esta columna fue escrita en el tenso intervalo entre el estallido de una bomba el miércoles, con las declaraciones de Carolina Ache en Fiscalía y la renuncia de Francisco Bustillo al Ministerio de Relaciones Exteriores, y un par de acontecimientos que tendrán suma importancia: la comparecencia ante Fiscalía de Bustillo, hoy; y lo que diga el presidente Luis Lacalle Pou cuando empiece a hablar en público sobre el escándalo. Es un momento adecuado para considerar las primeras reacciones desde el oficialismo y las perspectivas que se abren en este terreno.

La bomba estalló al comienzo del período de 12 meses que nos separa de las próximas elecciones nacionales. La agenda de los partidos se centrará cada vez más en ellas e irá menguando la actividad legislativa, en la que quedan pocas iniciativas que a todo el oficialismo le interese mucho aprobar.

Los socios del Partido Nacional (PN) en la coalición de gobierno tienen, por lo tanto, espacio para marcar perfil e incluso necesidad de hacerlo, ante una crisis que involucra sobre todo a nacionalistas. Pero el horizonte electoral tiene otra consecuencia muy relevante: el PN y sus socios necesitan mantener el camino abierto para reeditar su coalición contra el Frente Amplio (FA). No les conviene llegar a un nivel de críticas y enfrentamiento que dinamiten ese acuerdo.

La perspectiva electoral les plantea a las fuerzas oficialistas objetivos en tres niveles. El primero, obvio y colectivo, es sumar más votos que el FA y ganar un nuevo período de gobierno nacional. Para ello, deben lograr apoyo de electores aún indecisos o con posibilidades de oscilar entre los dos grandes bloques. Les resulta necesario que haya cierto nivel de cuestionamiento a los nacionalistas alcanzados por el impacto de esta crisis (porque una defensa sin fisuras implicaría seguramente perder terreno en esa franja crucial), pero no tanto que descalifique la idea misma de la coalición.

El segundo nivel de objetivos se vincula con el reparto de votos entre los partidos oficialistas, y el tercero con el reparto dentro de los partidos Nacional y Colorado, donde hay varios sectores en competencia que reivindican diferencias significativas. En estos dos niveles pesa más el interés en marcar perfil, dentro de los límites que marca el objetivo común, pero hay realidades diversas.

Dentro del PN, este escándalo afecta a las dos ramas más fuertes: el herrerismo tradicional de Luis Alberto Heber, alineado tras la precandidatura de Laura Raffo, y el neoherrerismo formado en torno a Lacalle Pou, que apoya a Álvaro Delgado. Ambos sectores están hoy a la defensiva, y el resto tiene las manos más libres.

Entre los partidos, Cabildo Abierto es el socio cuya estrategia electoral apunta en forma más clara, desde siempre, a presentarse como una opción distinta y con discrepancias fuertes, a tal punto que ya ha rechazado la idea de acordar un programa común antes de la primera vuelta, y tiene además cuentas pendientes con Lacalle Pou. Por lo tanto, es también el socio más crítico.

Estas son las coordenadas actuales, que pueden modificarse en función de lo que pase hoy con Bustillo y lo que diga el presidente de la República.

Hasta el lunes.