Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Joanne Rowling, más conocida como JK Rowling, ha ganado muchísimo dinero con su serie de libros sobre Harry Potter y las películas que los adaptaron. Todos los años paga una fortuna en impuestos y dice que lo hace con mucho gusto, porque así contribuye al sistema de seguridad social que la ayudó a sobrevivir antes de hacerse famosa, cuando estaba desempleada, divorciada y con una hija pequeña a su cargo.

Habrá quienes piensen que la defensa del sistema tributario es fácil para una multimillonaria como Rowling, pero que la carga de ese sistema resulta insoportable para las grandes mayorías. Ocurre, sin embargo, que el discurso sobre los daños causados por el “peso del Estado” surge muy precisamente desde la pequeña minoría de los muy ricos y en beneficio de esta. Su gran éxito político es que se identifique con ese tipo de alegatos gente que no se vería beneficiada (y sí perjudicada, en muchísimos casos), con una fuerte retracción de la intervención estatal en la economía y la sociedad.

Durante la campaña hacia las elecciones de 2019, gran parte del actual oficialismo hizo caudal del deterioro de algunos datos fiscales, con un relato en la misma línea que el sostenido tradicionalmente por las gremiales de grandes productores agropecuarios.

En esta narrativa, el gran problema histórico de nuestro país es el crecimiento desproporcionado del aparato estatal y de sus gastos, que se financian parasitando al “país productivo” con impuestos y sobrecostos tarifarios que lo ahogan y con endeudamiento externo que se paga del mismo modo.

Esta relación se plantea, además, como parte de una contraposición entre el centralismo zángano de Montevideo y las virtudes ruralistas. En la versión tradicional de los grandes terratenientes gremiales agropecuarios, el “país productivo” son ellos. El movimiento Un Solo Uruguay (USU) desplazó la línea divisoria, en nombre de los pequeños productores, los comerciantes y muchas otras personas vinculadas con la economía del interior del país.

En Argentina, Javier Milei acaba de ganar la presidencia con un discurso que desplazó aún más la frontera, adjudicando a la avaricia, la corrupción y la incompetencia de una “casta” minoritaria los males de millones de personas que viven en ciudades. En todos los casos el común denominador es, con mejores o peores modales y un manejo más o menos engañoso de los datos económicos, la idea de un Estado que les roba a los buenos para darles a los malos, entre los que se incluye a un número indeterminado de personas hacia las que se dirigen las políticas sociales, presuntamente para mantenerlas cautivas de una beneficencia con dinero ajeno y ganar su apoyo electoral.

En 2019 se prometió un ajuste del “despilfarro” estatal para aliviar la carga tributaria sobre los sectores productivos y revertir el creciente endeudamiento del país. Llegados al último año del mandato de Luis Lacalle Pou, el alivio ha beneficiado a los sectores con mayores ingresos, el déficit fiscal sigue alto y el endeudamiento también. Sin embargo, todo indica que reaparecerán en esta campaña electoral los viejos relatos y las promesas de magia que superan la imaginación de Rowling.

Hasta mañana.